—El plan es sencillo —dijo el Metatrón—. Aprovecharemos esa tecnología que tienen los humanos para engendrar hijos sin contacto físico para el Segundo Advenimiento. Nadie sospechará nada hasta que llegue el momento oportuno.
—Es un plan brillante, señor —contestó Miguel—. ¿Y cómo elegiremos a los "padres" del nuevo Mesías? No puede ser cualquiera.
—Madres, Miguel, madres. Ahora, según parece, está muy de moda que sean una pareja de mujeres las que sean madres. Eso nos soluciona dos posibles inconvenientes: por un lado, no repetiremos el error que cometimos con José y que tantos dolores de cabeza nos dio la primera vez y, por otro, podemos seguir manteniendo la imagen de pureza de la madre, ya que no es muy creíble en los tiempos actuales que una mujer adulta se mantenga virgen a partir de cierta edad. ¿Tú que opinas, Azirafel? Tú eres el experto en la vida humana.
Azirafel asistía indignado a aquella conversación. Puede que tras el nombramiento hubiera abandonado ciertas costumbres que se podrían clasificar como humanas, pero aún recordaba lo suficiente de su vida en la Tierra como para saber que eso se podría etiquetar, como mínimo, de polémico. Antes de hablar se aclaró la garganta.
—Bueno, ciertamente hay una amplia variedad de configuraciones de parejas entre los humanos. Cualquiera de ellas sería adecuada para nuestros propósitos. No obstante, estoy de acuerdo con Miguel —dijo inclinando levemente la cabeza en dirección al arcángel— en que debemos elegir cuidadosamente a la pareja. Al fin y al cabo, guiarán a nuestro Mesías en sus primeros años de vida.
—Eso no es tan importante —contestó el Metatrón—. Miguel y Uriel serán los encargados de educar al elegido y guiarlo para asegurar la Gloria del Cielo en la Tierra. Solo necesitamos una gestante que no dé muchos problemas y que no pida demasiado a cambio. ¿Qué tal esas humanas de tu antigua tienda?, ¿cómo se llamaban? Ya sabes, la de la cafetería y la de la tienda de discos.
—¡Ah, sí! —contestó Uriel—. Esas a las que les hiciste aquel milagro tan poderoso para que se enamoraran.
Había mucho veneno en las palabras de Uriel, y Azirafel no tuvo ninguna duda de que solo le salvaba su nuevo cargo de la ira del arcángel. A pesar de eso, sonrió con cordialidad.
—Nina y Maggie. Buenas chicas, sí señor. Serían unas buenas candidatas si no fuera por que es probable que, para entonces, ya no estén entre los humanos. Sus vidas apenas duran un suspiro de tiempo para nosotros; esa es la belleza de su existencia; y ya habían consumido, aproximadamente, la mitad de las suyas la última vez que las vi.
Bueno, no importa. Cualquiera con capacidad para gestar nos servirá y más si vamos a ser nosotros los que lo vamos a criar —dijo Miguel con despreocupación.
—Bien, pues llegado el momento elegiremos a cualquier pareja y listo. Al fin y al cabo, siempre podemos hacer algunos milagros para asegurarnos de que todo salga bien —sentenció el Metatrón.
Por supuesto —dijo Azirafel—. ¿Y cuál será el propósito del nuevo Mesías? ¿devolverá la paz a la Tierra?, ¿conseguirá la armonía universal?, ¿acabará con el hambre y la guerra?
—¡Oh, no! Por supuesto que no. ¡No digas tonterías! —Metatrón lo miraba decepcionado, como si acabara de decir una estupidez. —El objetivo es guiarlo para que intente todo eso, animarlo a que expanda el amor entre todos los seres vivos. Y, al hacerlo, los humanos reaccionarán matándolo de la misma manera que la última vez. La Diosa se pondrá furiosa y eliminará a la mitad de la población de todo el planeta, abriremos las puertas del infierno para que los demonios campen a sus anchas durante un tiempo, y luego nosotros bajaremos para librar nuestra ansiada batalla y liberar a los humanos de su yugo. Ellos, bueno, los que queden, volverán a la época de las supersticiones y llenarán de nuevo los templos con rezos y sacrificios. Así la Diosa estará contenta de ver que su creación la adora.
—Entiendo. —Azirafel estaba haciendo un gran esfuerzo por mantener la compostura y no salirse de su nuevo rol. Dibujó una sonrisa con sus labios que no llegó a sus ojos.- Un plan brillante, desde luego.
—Bien. En cualquier caso aún queda mucho para eso; tenemos detalles más urgentes que atender antes de que llegue el Mesías. Hay que preparar todas las señales y asegurarnos de que el Infierno no se interponga en nuestros planes. —Metatrón sacó una especie de libreta y la puso sobre la mesa. —Agendaré todo esto para dentro de 100 años. No queremos que se eternicen los preparativos. Para que te hagas una idea más exacta —dijo dirigiéndose a Azirafel—, han pasado apenas dos meses, en tiempo humano, desde que te fuiste. Deberíamos tenerlo todo listo para que nazca en el solsticio de verano de 2123. Miguel, tú te encargarás de poner en marcha de nuevo el mecanismo para convocar a los jinetes. Uriel, tú te asegurarás de que la Nueva Jerusalén sea reconstruida. Y tú, Azirafel, bajarás para comprobar que los muertos caminan entre los vivos. Bien, nos volveremos a reunir dentro de 50 años para que me informéis de vuestros avances.
Tras esto, todos se levantaron y salieron de la sala. Uriel cerró la puerta justo antes de que saliera Azirafel, quedándose los dos solos.
—Verás, Azirafel, quería hablar contigo de algo —dijo acercándose mucho al nuevo Arcángel Supremo—. Sé que eres nuestro nuevo jefe, pero no me acabo de fiar de ti. Te voy a vigilar muy de cerca para que no hagas ninguna estupidez que ponga en peligro el plan.
Azirafel se acercó aún más a Uriel.
—Bien. Veo que sigues con la idea de que puedes amenazarme, pero te equivocas. No solo soy tu nuevo jefe, sino que he recibido la bendición de la Diosa. ¿Sabes?, aún no he probado mis nuevos poderes —dijo de forma amenazadora chasqueando los dedos con un movimiento descendente.
Uriel se separó rápidamente de él y salió de la habitación dejándolo solo.
—¡Vaya! Esto sí que es una buena novedad.
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Soy un demonio. Mentí.
FanfictionTras la marcha de Azirafel, Crowley vuelve a la librería para cuidar de ella cuando se encuentra una desagradable sorpresa. Los maridos inefables tendrán que enfrentarse a toda la cúpula celestial y demoníaca para salvaguardar a la humanidad, pero...