Capítulo 8. Secuestro

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Azirafel paseaba inquieto por la sala; estaba muy nervioso ante la reunión que tenía en breves momentos. Su cabeza le decía que necesita algo para calmarse, pero era incapaz de recordar el qué, solo le venía la imagen de unas pequeñas alas blancas. Así que, sin más alternativa para calmar su ansiedad, se había puesto a caminar de un lado a otro de la habitación mientras se mordía el labio.

Sabía que los demás estaban cumpliendo con los encargos que el Metatrón les había hecho en la anterior reunión, lo que significaba que no tardarían en mandarlo a él a la Tierra para que comprobara si los muertos ya caminaban; aunque él ya sabía que llevaban desde 1941 caminando por Londres. Todo se estaba cumpliendo con gran rapidez.

—Es la hora —anunció Uriel abriendo la puerta.

Azirafel sonrió con amabilidad al arcángel, procurando que sus pensamientos no se reflejaran en su cara, y le acompañó pasillo abajo.

El Metatrón ya estaba sentado presidiendo la mesa de reuniones y los demás tomaron su posición habitual atendiendo a su jerarquía, lo que significaba que Azirafel se sentaba a la derecha de La Voz de la Diosa. Percibió de forma inmediata los sentimientos de rechazo que le llegaban desde él; desde la proclamación se había vuelto mucho más perceptivo con las emociones del resto de seres celestiales, lo que le permitía jugar con ventaja en este tipo de situaciones. Precisamente por eso, sonrió al Metatrón cuando sus miradas se cruzaron y, cuando este le devolvió la sonrisa, pudo darse cuenta de que sus ojos reflejaban más repulsa que calidez.

—Comencemos con los informes. Uriel, ¿cómo va la reconstrucción de la Nueva Jerusalén?

—Muy bien. En estos últimos cincuenta años han sido expulsados todos aquellos que pertenecían a otras religiones y los cristianos han dado por finalizada su Nueva Cruzada. En breve comenzarán con las obras de reconstrucción de los templos y demás lugares sagrados —contestó el arcángel visiblemente orgulloso.

—Maravilloso. Siéntete libre de obrar cuantos milagros sean necesarios para que esté todo listo a tiempo. Miguel, ¿qué tal marcha el tema de los jinetes?

—Los objetos siguen depositados a buen recaudo. En cuanto se dé la orden, se les entregará y cabalgarán juntos.

—Estupendo. Deben estar sembrando el caos y la destrucción siete años antes de que nazca la Nueva Mesías.

—No se preocupe, su santidad, así se hará.

—Perdón —interrumpió Azirafel con un gesto automático de levantar la mano que provocó una mirada de reproche entre los presentes—. He creído oír Nueva Mesias. ¿Es eso cierto?, ¿esta vez será una niña?

—¡Por supuesto! —contestó el Metatrón entusiasmado—. He estado hablando con la Diosa de este tema y es su voluntad que en esta ocasión el Mesías sea realmente a su imagen y semejanza, por tanto será una hembra humana. Pero es un detalle que carece de importancia. Por cierto, Azirafel, en breve bajarás a la Tierra a comprobar que los muertos caminan entre los vivos. Esa será la señal para que Miguel dé la orden de entregar los objetos a los jinetes. Después, dejaremos que los acontecimientos sigan su curso y, si es preciso, haremos algún milagro para que todo vaya según lo previsto. El mundo debe ser un caos para cuando nazca la Nueva Mesías.

—Sí, estaré preparado para cuando ordene —contestó Azirafel.

***

Azirafel calculó el tiempo que había pasado desde la última reunión y bajó a la Tierra. Aunque él hubiera deseado bajar mucho antes, era crucial que esperara el momento oportuno o levantaría sospechas y todo se fastidiaría; pero ya había llegado la hora.

Soy un demonio. Mentí.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora