El Metatrón se levantó furioso.
—Quizá tu sacrificio no sea de vida —dijo dirigiéndose a Azirafel—. Quizá sea perder algo que amas.
Crowley se preparó para luchar contra el Metatrón, quien cargó con su bastón contra él, pero antes de que cualquier toque llegara a producirse, Azirafel se interpuso.
—NO —la espada de Azirafel golpeó el bastón del Metatrón haciendo saltar chispas— TOQUES —el ángel giró llevando su espada hacia el costado de su oponente, quien la esquivó con dificultad— A MI —una estocada directa, esta vez hacia el corazón que la Voz de Dios paró nuevamente con su bastón— DEMONIO. —Azirafel paró su espada en el cuello del Metatrón, haciéndolo sangrar levemente—. Ni siquiera eres digno de estar en su presencia. Hay más bondad en uno solo de sus cabellos que en todo tu ser.
Azirafel estaba a punto de cortarle el cuello, pero Crowley le habló sin atreverse a acercarse.
—Azirafel, baja la espada. —La tensión se palpaba en el ambiente—. No vale la pena que te condenes por él—. La mano de Azirafel tembló, pero no la movió ni un milímetro.
—Es una amenaza para los dos. Mientras él exista no podremos estar tranquilos. No podremos estar juntos.
—Encontraremos la manera, pero si lo matas ya no habrá vuelta atrás. —Crowley se acercaba despacio a Azirafel—. Ángel, por favor, baja la espada.
El demonio llegó a su lado y suavemente le cogió la mano. Muy despacio la alejó del cuello del Metatrón, aunque no consiguió que soltara la espada. El Metatrón se separó de ellos.
—Deberías haberme matado, necio. Acabas de atentar contra una autoridad celestial. No dudes ni por un segundo de que aplicaremos sanciones extremas. Yo mismo te borraré del Libro de la Vida.
Y diciendo esto se encaminó al sello; se puso en el centro y levantó los brazos, pero nada ocurrió. Repitió el gesto, extrañado, obteniendo el mismo resultado. De pronto, un haz de luz iluminó el sello y se oyó la voz de una mujer.
—Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
Un silencio sepulcral se hizo en la librería. Azirafel, sobrecogido, tomó la mano de Crowley, mientras que Metatrón se irguió orgulloso.
—Hablad sin temor, hijos míos, pues hoy estoy aquí para escucharos. Y eso va también por ti, ángel perdido.
Crowley tragó saliva al sentirse interpelado. Ignoraba que la Diosa aún lo tuviera en cuenta. Tenía un millón de preguntas en su cabeza, pero antes de que pudiera ordenar sus ideas y decidir cuál era la más importante, el Metatrón comenzó a hablar.
—¡Oh, Todopoderosa! Cuán oportuna es vuestra presencia hoy entre nosotros, vuestros humildes siervos. Bien sabéis que desde siempre he sido vuestro leal vasallo, vuestra mano derecha, vuestra voz. Y estos traidores a vuestro nombre han intentado aniquilarme. Os suplico que impartáis la justicia divina con ellos.
—¡Hum! Ya veo. —La voz pareció reflexionar un momento antes de continuar hablando—. Vaya, Azirafel, veo que esta vez no has perdido tu espada llameante.
—Em, no, Todopoderosa. La tengo a buen recaudo. —Azirafel seguía sintiéndose mortificado por haber entregado su espada a Adán y a Eva pues sabía que ese había sido el origen de la Guerra.
—Dime, ¿has hecho un buen uso de ese regalo que te hice?
—Pues, la verdad es que creo que sí. —Azirafel se sentía confiado de pronto—. Si hacer un buen uso es defender aquello que se ama ,—dirigió una rápida mirada a Crowley—, creo que he hecho un uso excelente, madre celestial.
El Metatrón lo miró furioso, pero no dijo nada pues no osaba interrumpir una conversación de la Diosa.
—Bien. Y tú, ángel perdido, ¿has hecho un buen uso de tu don?
Crowley estaba atónito, ignoraba que se le hubiera dado ningún don y, en cualquier caso, suponía que ese don se habría perdido cuando cayó. Por otro lado, no se atrevía a preguntar a qué se refería, pues ya había aprendido la lección sobre hacer preguntas a la Diosa.
—Ya veo... Creo que no sabes de lo que estoy hablando, ¿verdad? Cuando te creé, te di el don de amar aquello que los demás ignoran, de descubrir la belleza en lo que la mayoría desdeña. Así que dime, ¿has hecho un buen uso de ese don?
Crowley miró a Azirafel de reojo y lo entendió todo.
—Si, señora, creo que ha sido inevitable hacer uso de ese don.
—¡Excelente! Y dime, ¿qué es aquello que tu corazón anhela preguntar?
El ángel perdido meditó un instante, aunque su naturaleza curiosa le animaba a hacer cientos de preguntas, solo una importaba en realidad.
—¿Podemos mantener nuestra tranquila existencia aquí?
—Vaya, esa no es una pregunta sencilla. La respuesta es: depende.
—¿Cómo que depende? —Azirafel estaba indignado, pues estaba seguro de que la respuesta a la pregunta de Crowley sería afirmativa.
—Depende de si se produce el Segundo Advenimiento o no. —Ambos palidecieron—. Veréis, el Segundo Advenimiento según mi plan no era como lo habíais diseñado, Azirafel; ese era el mal llamado Plan de Dios, pero en el Plan Infable las cosas eran distintas. Pero para que lo entendáis, primero debéis comprender mi proceso creativo. Cuando creé a los ángeles, me salieron unos seres horrorosos con cuatro ojos, cuatro orejas... bueno, ya me entendéis. Así que para arreglarlo decidí partirlos por la mitad. Quedaron mucho más bonitos pero perdieron equilibrio y poder. Como era joven y superficial decidí dejarlo así. El Segundo Advenimiento es un intento de recuperar ese equilibrio, es cuando dos ángeles que habían sido separados se encuentran y llegan a tal nivel de comprensión, aceptación y amor entre ellos que vuelven a ser uno. Vuestra unión es el verdadero Segundo Advenimiento, queridos hijos.
—¡NO! No puede ser. —Mientras la Diosa estaba hablando, se habían olvidado de que el Metatrón estaba allí—. Estos patanes no pueden ser el Hijo de Dios, el Segundo Advenimiento debe traer gloria al Cielo en la batalla, no vergüenza por aliarse con el Infierno. Además se debía sacrificar al Arcángel Supremo.
—Hablando de dones... —La voz de la Diosa tenía ahora un tono severo—. Metatrón, sé perfectamente el uso que le has dado al tuyo. Te has excedido no solo en tus funciones, sino que, en tu arrogancia, has osado suplantar mi voz y mis decisiones y por ello serás castigado a una eternidad de sufrimiento en el purgatorio.
Un rayo impactó en el Metatrón, quien desapareció en medio de una nube de humo. Crowley levantó una ceja y Azirafel abrió mucho los ojos, atónitos por la inmediatez del juicio y el castigo al Metatrón. Realmente la Diosa no perdía el tiempo.
—Bien, queridos, ¿qué vais a hacer? ¿Os uniréis y restaurareis la armonía en el Cielo, la Tierra y el Infierno? ¿O vais a seguir sin admitir que sois uno?
Azirafel y Crowley se miraron dándose cuenta de que la Diosa tenía razón; eran uno y siempre lo habían sabido. Ambos asintieron.
—Magnífico. Yo bendigo vuestra unión. Aprovechad vuestro poder para restaurar el equilibrio.
La luz desapareció y se quedaron solos en la librería. Se abrazaron y sintieron sus alas expandirse y rodearlos. Fuera, un coro de ruiseñores cantó.
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Soy un demonio. Mentí.
FanfictionTras la marcha de Azirafel, Crowley vuelve a la librería para cuidar de ella cuando se encuentra una desagradable sorpresa. Los maridos inefables tendrán que enfrentarse a toda la cúpula celestial y demoníaca para salvaguardar a la humanidad, pero...