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Eunwoo llegó a su casa, no había nadie, sus padres se encontraban trabajando, la soledad de la estancia lo golpeo, se dirigió a la segunda planta, directo a su habitación, al abrir la puerta vio el desastre que había provocado antes de salir de allí, todas sus cosas estaban esparcidas por el suelo, cristales rotos,
hojas arrugadas, su ropa estaba desperdigada, y todo lo que antes estaba en su escritorio ahora adornaba de
manera desagradable el suelo de su habitación. Sintió decepción de nuevo, comenzó a recoger cada objeto con resignación, se había convencido que lo mejor era partir de ahí, si no se iba inmediatamente era más porque debía esperar la orden de su padre, aunque el le hubiese dicho que podían partir ya, sabía que habían cosas pendientes, además de haberle prometido a Jennie pasar tiempo con ella.

Tardo al rededor de dos horas en recoger todo y dejar en orden su habitación, decidió que tomar una
ducha lo ayudaría a alivianar sus hombros pesados, le dolía el cuerpo, se sentía agotado emocionalmente y para él lo mejor en ese momento era descansar a pesar de haber dormido mucho debido a los relajantes que le habían puesto, se metió a la ducha y dejo correr el agua tibia, lavó su
cabello con lentitud, enjabono su cuerpo y fue entonces cuando noto las marcas rojas que Bin habia dejado en su piel blanca, le enojó, ¿Por qué lo había marcado como ganado? Entonces se preguntó: "¿Acaso, Bin salia con otros chicos?"

Convencido de ello paso la esponja por su cuerpo, recorriendo los lugares que la lengua de Bin había recorrido antes, la fricción de la esponja en su suave piel fue tanta que provoco irritación en ella, el solo quería borrar los rastros que había dejado el rubio, al menos los de
su piel, porque los de su corazón serian mas difíciles de arrancar.

Eunwoo finalmente descansó, claramente con ayuda de las pastillas que le habian recetado, pero fue un sueño reparador, los últimos días habían sido un caos para el y necesitaba a fuerza ese descanso.

Se arregló temprano en la mañana, despidió a sus padres quienes irían a trabajar y el mientras tanto se quedó en casa, comenzó a preparar su equipaje, pronto partiría a Busan y esperaba realmente que fuera para siempre, se miró al espejo, parecía haber madurado un par de años en un par de días, era increíble como situaciones lo habían hecho pensar diferente de un momento a otro.

La puerta principal de la casa fue tocada, no esperaba a nadie, por lo que le pareció extraño que hubiese alguien esperando afuera, se acercó a la mirilla de la puerta y observó afuera una cabellera rubia que claramente reconocía, era MJ, respiro profundo, no sabía que hacía allí, pero quería ya de una vez salir de todo ese embrollo.

—¿Qué se supone que haces aquí?— dijo abriendo la puerta.

—Gracias al cielo, pensé que no me abririas— expresó Mj con un claro descanso.

—Tengo cosas que hacer, Myungjun, habla rápido— el chico frunció sus labios en una fina línea, si lo había llamado por su nombre entonces estaba muy enojado.

—¿Puedo pasar?

—¿Crees que sigues siendo bienvenido en mi casa?— Mj bajo la mirada y negó con la cabeza —Bien, lo tienes claro, ahora, habla antes de que cierre la puerta.

—Solo quiero aclarar lo que sucedio— habló rápidamente —Nunca quise engañarte.

—¿Acercarte a mi por pedido de tu padre y hacerte mi "amigo" no es un engaño? No me hagas reír.

—Ya se que parece que así fue, pero déjame explicarte.

—Bien, tu ganas, puedes pasar, solo porque tengo cosas que hacer y mientras escucho tus historias puedo continuar con mis tareas— le dió señal para que entrara a la casa, cerró la puerta tras ellos y sin decir nada subió a su habitación, Mj lo siguió.

El sonido de tu vozDonde viven las historias. Descúbrelo ahora