La bestia

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El rugido la paralizó, ¿Acaso había un león dentro de aquel lugar?

Miro alrededor. El lugar estaba limpio, inmaculado incluso, los adornos parecían muy costosos, seguramente allí viviría algún rico excéntrico. Eso explicaria el castillo en lo profundo del bosque.

Scarlet camino unos pasos en busca de alguien, con miedo de que el felino dueño de aquel rugido anduviese suelto por ahí.

Miro por las puertas que tenía cerca pero todo estaba vacío.

Curiosamente el lugar no se sentía así. Había un extraño y acogedor calor, como cuando estás frente a la chimenea en un día frío de invierno bebiendo chocolate caliente y comiendo las galletas de la abuela.

En el pueblo siempre hacia frío, sin importar que fuese primavera o verano, Scarlet supuso que debido a eso las chimeneas estaban encendidas.

Unos pasos resonaron tras ella.

-Bienvenida seas - la saludo una voz suave.

Cuando se dió la vuelta se topo con un hombre alto, rubio y de sonrisa traviesa. Era increíblemente hermoso, pálido como la cera pero de mirada ardiente.

-Mi nombre es Lucier y... Me han pedido que te dé la bienvenida - se terminó de presentar con un beso en la mano de la joven.

-Soy... Sca... Scarlet - soltó algo atontada por la belleza de aquel hombre. Jamás había visto un hombre como él, ni en las películas.

-Bien, Scarlet... ¿Que te trae por aquí? Si puedo saber - pregunto Lucier llevándola hasta un sofá frente al fuego.

-Yo... Me perdí... Me perdí en el bosque y... Sin querer encontré este... Castillo... Lamento estar aquí, entiendo que debe ser la mansión oculta de algún millonario, no diré nada, lo prometo...

Lucier sonrió, lo que lo hizo verse incluso más atractivo.

-Esta bien querida, te traeremos un poco de te y...

Una mujer entro en la habitación con una bandeja de plata. Llevaba una tetera y pastelillos de colores.

-Oh la pobre ha pasado un buen susto.

La mujer era hermosa también. Cabello lacio y negro, ojos azules y piel nivea. Pero había algo en ella, tal vez en su mirada que la hacía parecer mayor a pesar de su rostro juvenil.

-Toma cariño, bebe - le puso una taza entre las manos, tenía un líquido caliente que olía delicioso.

-Scarlet, ella es Tods, el ama de llaves - la presento Lucier.

Scarlet le sonrió a la mujer aunque su mente había regresado a la pequeña criatura en el bosque.

-Vi... Vi una criatura... Era tan extraña... Yo... Creo que me intoxique con algunos hongos ¿Podrían ayudarme a regresar con mi abuela? Necesito ir a un hospital.

Lucier y Tods se miraron con preocupación.

-Querida, temo que... Por ahora... No podrás volver...

-¿Disculpa?

-Esque...

Entonces un hombre entro corriendo en la habitación. Era diferente a los otros dos, él no era tan alto, su rostro era bello pero de una manera diferente, tenía una poblada, aunque bien recortada barba castaña sobre su rostro y su cabello estaba bien apretado en su nuca, no como el de Lucier que lo llevaba atado en una coleta floja. Pero lo que a Scarlet la dejo sin palabras no era su rostro, sino sus piernas...

La chica se levantó dejando caer la taza con el te, está se hizo añicos contra el suelo negro de mármol.

Scarlet señaló sus piernas mientras se alejaba lo más posible de él.

Dió tal grito que no le hubiese sorprendido que los cristales explotarán.

Las piernas de aquel ser, si así se les podía llamar, eran peludas, podía verse claramente puesto que no llevaba pantalones. Eran peludas y curvadas hacia atrás como las de una cabra.

Ese hombre era un ser humano de la cintura hacia arriba, y una cabra de la cintura hacia abajo.

-Tranquila, tranquila... Demor suele dar esa impresión pero en realidad es un buen tipo... Una vez que llegas a conocerlo él...

Lucier trataba de tranquilizarla pero Scarlet ya estaba corriendo hasta la puerta más cercana.

-¿Ves lo que haces? La asustaste... Te dije que no vinieras hasta que yo te dijera...

-No hay tiempo para eso - soltó Demon con temor - el amo ya viene...

-No... No todavía... Ella no está lista.

Tods había ido detrás de la chica pero Scarlet no estaba dispuesta a quedarse.

Lastimosamente para ella las puertas del castillo no se abrieron esta vez. Se dió cuenta de que estaba atrapada cuando el rugido de aquel felino gigante volvió a surgir y está vez más cerca.

Scarlet comenzó a entrar en pánico pero era muy tarde. Aquel ser estaba frente a ella.

Su espalda contra la puerta y ese ser frente a ella.

Trago saliva, frente a ella había un ser gigantesco, a cuatro patas, cara a cara, un ser que parecía salido de sus pesadillas. Era una quimera. Hecho al parecer de la mezcla de cuando menos tres criaturas distintas: león, toro, humano... Una bestia.

Y al parecer furiosa.

Scarlet habia tenido demasiadas impresiones por un día. Su cerebro simplemente se apagó cuando escucho a aquella bestia hablar.

-¿Que haces en mi castillo?

La chica cayo desmayada sobre la alfombra de aquel salon a los pies del rey de los fae.

Scarlet y la bestia faeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora