El lobo

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Despertó sobre una cama suave y caliente. Todo a su alrededor era opulencia, candelabros de oro, espejos de plata y adornos de ópalo.

Se levantó y se dió cuenta de que llevaba una bata, a sus pies unas pantuflas mullidas.

Tardo un tiempo en entender lo que sucedía y aún más en recordar por qué estaba ahí. Se sentía como en un sueño. Uno de esos sueños en los que no tienes idea de cómo proceder.

¡La bestia!

Se sentó de nuevo en la cama al recordarla.  Esa cosa, esa cosa la había atacado. Una enorme y fiera bestia se había abalanzado sobre ella, furiosa. ¿Le habría hecho daño? Se tocó los brazos, piernas y abdomen, nada parecía mal, su cuerpo se encontraba entero. Nada le dolía.

La puerta se abrió y la señora Tots entro con una bandeja de plata.

-Querida, me alegra que estés despierta. Pasaste un buen susto, te he traído te para que...

-¿Que era esa cosa? La cosa que me atacó...

La señora Tots la miro sería.

-No es una cosa querida. Él es... Nuestro amo.

-¿Su... Amo?

-Asi es, es el amo de este castillo. Él lamenta haberte asustado tanto, esque... No le gustan los extraños y... ¿A dónde vas?

-A casa... Obviamente - se volvió para ver a la mujer desde la puerta - no se lo que está pasando aquí pero no pienso quedarme a averiguarlo.

-Espera querida, no puedes salir vestida así. Estás en camison.

Scarlet tomo una capa que estaba en un perchero y atravesó la puerta.

La señora Tots suspiro y tomo la taza con el te. Miro por la ventana hacia el bosque, una tristeza inimaginable le recorrió de la cabeza a los pies.

Scarlet corrió lo más rápido que pudo hasta la puerta principal del castillo. Abrió la puerta con un suspiro de alivio y salió a las enormes escaleras de la entrada. Se dirigió hasta las rejas y dudo. Miro si no había por ahí algún cerdito parlanchín pero al parecer el camino estaba despejado.

Salió al sendero y tomo aire. Miro el castillo, había grandes ventanales, en uno de ellos vio a la señora Tots bebiendo te, en otro estaba Lucier hablando con alguien a quien no podía ver y en el último, en el más alto, había una sombra enorme, la miraba, estaba segura, a pesar de no poder ver sus ojos, desde ahí podía sentir la tensión, aplastandola.

Se puso la capa, era roja como la sangre y  larga, cubría casi todo su cuerpo. Se cubrió la cabeza con la capucha y comenzó a caminar, sus pies calzados con aquellas pantuflas blancas, pensó que no resistirían mucho pero confío en que el pueblo no estubiera muy lejos, en realidad no se había alejado tanto, recordaba haberse internado en el bosque pero no más de unos cuantos metros, seguramente el sendero la llevaría a algún lugar poblado y entonces, podría comunicarse con su abuela, seguro estaría muy preocupada.

Camino y camino hasta que el sendero la llevo de nuevo al bosque. No sabía que hacer, esperaba llegar al pueblo de su abuela o al siguiente, en cambio no había mas que bosque frente a ella. Se interno en él ¿Que otra opción tenía? Para darse cuanta de que jamás había visto el bosque de esa manera. Todo parecía... Más colorido, como si los colores se hubiesen intensificado, matizado. Y la luz que se colaba por entre los árboles, se veía... Espesa... Cómo si se pudiese llegar a atrapar, como si fuesen hilos de luz que pudieras atrapar como telarañas.

El bosque estaba silencioso, nada se escuchaba a excepción de sus pisadas.

Comenzó a ponerse nerviosa. Se suponía que en el bosque hubiese animales, aves, ardillas... Pero aquí no había... Nada...

Camino un rato más hasta que se canso y tuvo que sentarse sobre un tronco caído, tenía musgo arriba y el sol lo iluminaba. Se sentó a pensar en sus posibilidades. No tenía muchas más que seguir caminando, no podía regresar a ese extraño castillo y no tenía idea de hacia donde dirigirse para llegar al pueblo.

-Mmmm - escucho detrás de ella - huele a... Miedo... Y desesperación...

Esa voz, ella había escuchado antes esa voz...

De pronto el recuerdo fue tan vivido que la paralizó. Una pequeña Scarlet caminando por el bosque, se detuvo a cortar una flor... Y entonces... Él... Saliendo entre los árboles... Sus fauces... Grandes y oscuras como la noche... Su pelaje gris y sus ojos amarillos... Y su voz... Jamás olvidaría esa voz, aunque nadie más le hubiese creído...

Scarlet se levantó y miro hacia donde venía aquella voz.

-Tú... Eres tú...

-Nos vemos de nuevo, Caperucita roja.

¡El lobo! ¡El lobo!

Nadie le había creído antes y nadie le creería ahora. El lobo estaba en el bosque... El lobo que podía hablar...

-Dime querida ¿Cómo has estado? Hace años que no nos vemos, veo que has crecido... Aunque sigues teniendo los mismos adorables rizos de antaño.

Scarlet no podía hablar, el miedo era tan grande que la paralizaba.

-En aquella ocasión, ese maldito cazador no me dejó terminar contigo, pero ahora, no hay nadie que te proteja de mi... Te tragare entera...

El lobo era gigante, más alto que ella incluso a sus cuatro patas. Sus ojos eran escalofriantes pero sus dientes eran lo que más la preocupaban.

Aquel día, cuando lo había visto por primera vez había corrido con su abuela y ella la había protegido, asegurándole que un lobo tan grande no podía existir. La segunda vez, cuando estuvo segura de que no tenía escapatoria, el padre de Gastón, el cazador del pueblo, la había salvado. Nunca le creyó que el lobo hablase pero disparo en la dirección que Scarlet le señalo y lo busco hasta el cansancio. Cuando estuvo seguro de que el lobo había salido de su imaginación levanto la prohibicion de entrar al bosque.

Con el tiempo Scarlet se había convencido de que aquel lobo era solo parte de su imaginación infantil y su abuela solía tomarle el pelo con eso.

Pero ahora, ahora el lobo volvía a estar frente a ella. Y ahora no había nadie con ella que le asegurará que ese ser estaba solo en su imaginación.

El enorme lobo salto hacia ella. Vio sus garras destellar y sus blancos colmillos estaban ya tan cerca que ella pensó que no valdría la pena luchar, era imposible ganarle a aquel ser. Se la tragaria de un bocado con todo y capa...

Scarlet y la bestia faeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora