Ala oeste

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De vuelta en el castillo Scarlet se encontraba más calmada, aún no se terminaba de creer todo aquello y no quería ni pensar en las consecuencias para ella en "el mundo real" su abuela seguro estaría tan preocupada...

-Te mostraré el castillo, si así lo quieres - soltó Lucier sacándola de sus pensamientos.

-Ah, si. Me encantaría.

-Tenemos muchas cosas que estoy seguro te encantarán como... El salón de baile, la biblioteca, los jardines...

Scarlet sonrió. La verdad era que dejando de lado que estaba presa en un mundo de seres mágicos, este lugar era precioso. Y ahora que tenía el estómago lleno veía todo desde otra perspectiva.

Lucier la llevo por todo el primer piso en dónde estaban los enormes jardines, había setos gigantescos con formas de animales y seres feericos. Todo era precioso y te invitaba a tirarte en el césped y dormir una siesta. Había incluso un laberinto con estatuas y una fuente y también un antiguo pozo que, según Lucier, concedía deseos.

Dentro del castillo había un invernadero con enormes plantas y flores de todos los colores que brillaban con un polvo que Scarlet jamás había visto.

También había un salón de baile, tan grande como una catedral. Con dibujos pintados en el techo y enormes candelabros, con pisos de mármol en los que se reflejaban como espejos.

La llevo también a las cocinas, Scarlet jamás había visto una cocina tan grande, ni siquiera la de un restaurante era tan inmensa, con al menos doce personas ahí, atendiendola. Supuso que llevar comida a un castillo no sería tarea de una sola persona.

-Aqui puedes venir a cualquier hora, siempre hay alguien vigilando la cocina, a veces al amo gusta bajar a comer cuando ya es muy tarde por lo que, el fuego jamás se apaga.

-Genial. Cocina veinticuatro por siete.

-Ha... Claro... Ah...

Lucier cerró la boca y se quedó algo rígido. Scarlet se extraño pesto que desde que lo conocía, no hacia mucho, jamás lo había visto ponerse nervioso.

-Maira, necesito la comida del amo ahora, por favor dime qué está lista.

Scarlet miro a la chica que había entrado. Era alta y delgada, su piel tan blanca como la leche y su cabello... Rosa. Rosa como la goma de mascar.

-Hola, tu debes ser la humana que entro hace poco. 

Scarlet sonrio. Lucier miro a otro lado y la chica no miro tampoco en su dirección.

-Asi es, soy Scarlet.

-Lucy, me da gusto ver a otra humana por aquí. Además de Anne claro, pero ella ahora no sale mucho, por su embarazo.

-Espera, ¿dijiste otra humana?

Lucy sonrió.

-Asi es...

-Lucy, la bandeja está lista, no hagas esperar al amo - soltó Maira, la mujer regordeta encargada de la cocina.

-Ah, si. Te veré después Scarlet.

Lucy tomo la bandeja y salió de la cocina sin siquiera mirar a Lucier.

-No me dijiste que había otra humana aquí.

-Lucy lleva tanto tiempo aquí que... A veces olvidó que es humana.

-Parece que ustedes no se llevan bien...

Lucier la miro.

-No, esque... Está molesta conmigo... ya se le pasará.

Scarlet sonrió. Había algo ahí, pero seguro lo averiguaria luego.

-Bueno, ¿que me mostraras ahora?

-Sigue la biblioteca. Sigueme...

La biblioteca era sin duda increíble. Había tantos libros que Scarlet no podía ni pensar en una cifra. Había también enormes ventanales para dejar entrar la luz del sol y sillones mullidos para sentarse a leer.

-Es muy hermosa. Nunca me ha gustado mucho leer pero aquí, estoy segura que encontraría algún libro entretenido.

-Sientete libre de buscar hasta encontrarlo - la voz detrás de ella le puso la piel de gallina.

Se volvió inmediatamente para ver a la enorme bestia de más de dos metros mirándola, llevaba un libro entre sus manos.

-Amo, pensé que estaría comiendo. Lucy...

-Ah, si, solo vine a dejar este libro, lo termine y me apetece escuchar otro.

-¿Escuchar? - Scarlet se reprendió cuando se dió cuenta de que lo había dicho en voz alta.

-Lucy suele leer para mí.

-Oh... Cuentacuentos personal, es genial.

Un silencio incómodo se esparció por la biblioteca.

-Bueno, ¿no ibas a mostrarme... Eso... Lucier...?

-Ha, si, claro... Amm... Mejor vamos...

Salieron de ahí dejando a la bestia buscando un nuevo libro.

-¿Asi que Lucy es quien lee para tu amo?

Lucier asíntio algo tenso.

-Interesante trabajo para una humana. Creí que a tu amo no le gustaban las humanas.

-¿Por qué? Nadie dijo eso jamás.

-Ah, no se, quizás me dió esa impresión la primera vez que lo ví cuando trato de comerme.

-Es que que corriste.

-¿Que?

-Te cazo... Porque ibas corriendo, escucha, hay algo sobre el amo... Sobre las quimeras, ese tipo de quimeras en particular... Son cazadoras. Si ven a una presa correr... Es su instinto cazarla. ¿Entiendes?

-Asi que... ¿Si pretendía comerme?

-No, solo atraparte. No creo que quisiera comerte una vez que te alcanzará... Es solo cuando corren...

Scarlet sintió un escalofrío. Recordó al chico al que la bestia había atrapado, también había corrido.

Nota mental: no correr frente a la bestia. Jamás.

-¿Que hay en esa torre? - soltó Scarlet señalando unas escaleras.

-Oh, es el ala oeste, está prohibida. No podemos ir ahí.

-¿Por qué no?

-Ahh... Porque... El amo lo ha prohibido... Ven, te mostraré la lavandería para cuando necesites llevar tu ropa a lavar, casi siempre los sirvientes la llevan pero de ser una emergencia...

Pero Scarlet no lo escuchaba. La palabra "prohibida" resonaba en su cabeza una y otra vez.

Y el que Lucier no quisiera decirle por qué estaba prohibido ese lugar, le hacía tener más curiosidad aún.

Esto no era algo que descubriria con el tiempo. Ella debía subir ahí a averiguar que había.

Suspiro, negándose a si misma aquella idea. Este lugar no era como en casa, presentía que había verdaderos peligros aquí y no podía ir por ahí metiéndose en problemas, no cuando pasaría meses en aquel lugar, mejor pasar desapercibida. Mejor estar tranquila.











Scarlet y la bestia faeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora