1

1K 58 2
                                    


Estoy disfrutando mucho al escribir esta historia. Espero que os guste leerla.

Agradecería muchísimo leer vuestras impresiones. 🙂

----------------------------------------------------------------------------------------------

Emma se sintió especialmente feliz cuando atravesó el cartel que daba la bienvenida a Philadelphia, el hecho de ver a su hijo después de más de dos meses la hacía envolverse en un aura de felicidad que estaba segura se rompería cuando se separasen el domingo. Pero era viernes y estaba a punto de reunirse con su pequeño ya no tan pequeño.

Cogió su teléfono móvil y pulsó el botón de grabar audio:

-Chico, estoy a 10 minutos de tu residencia si no pillo mucho tráfico.

Instantáneamente en el chat apareció un mensaje de "Ok".

Tras encontrar aparcamiento,  caminó apresuradamente hacia la residencia en la que se alojaba Henry durante el curso escolar; un gran edificio gris de ventanas señoriales.

La residencia y la universidad costaban una fortuna anual y muchas veces Emma se preguntaba cómo había conseguido ahorrar tanto dinero tan joven; a sus treinta ya tenía todo el dinero necesario para pagar de manera holgada los estudios de Henry, lo curioso es que desde entonces, en los últimos 8 años apenas si había aumentado esa cantidad. No recordaba bien su sueldo de cazadora de recompensas pero a juzgar por los ahorros debía ser muchísimo más que lo que ganaba como detective privado.

Henry sonrió en la distancia en cuanto la vio llegar y fue caminando hacia ella a grandes zancadas. Se abrazaron al encontrarse.

Suspiró al soltar a su hijo, aún le costaba entender cómo se había hecho tan mayor y cómo podía sacarle más de media cabeza.

-¿Quieres un chocolate caliente en la cafetería de Harry?-  preguntó por simple cortesía porque desde que Henry había comenzado la universidad hacía ya dos años, el tomarse una bebida caliente en Harry's se había convertido en una especie de ritual para ambos.

Una vez sentados y con un chocolate, Henry comenzó a relatarle todas las novedades del inicio de curso. Entre ellas, que había conseguido un pequeño trabajo enseñando el campus de la universidad a grupos escolares de todo el país, de hecho, al día siguiente tenían la visita de varios institutos de Maine.

-Estoy un poco nervioso por tener que lidiar con un grupo de adolescentes. Llevo dos semanas estudiando acerca de Pennsylvania y todo lo que concierne a la universidad, pero eso no quita que me dé un poco de pánico enfrentarme a chavales en plena edad del pavo-comentó Henry mientras dejaba su taza sobre la mesa.

-La verdad que no te envidio en absoluto, con haber tenido un adolescente en mi vida he cumplido más que de sobra por los siglos de los siglos- Emma se recostó en su asiento con una sonrisita burlona.

-Mamá,- respondió Henry- yo he sido un santo toda mi vida, no sé qué queja puedes tener tú. Bueno, que todo esto te lo digo porque mañana tendrás que buscar un entretenimiento durante unas horas.

-No te preocupes- dijo - daré una vuelta por ahí. Me subiré al autobús panorámico.

-Pero si el año pasado montaste unas 5 veces - Henry la miró incrédulo -. Podrías haberle dicho a Ed que viniese, además le hubiese encantado ver a los Phillies.

Emma frunció el ceño ante el nombramiento de su novio.

Conoció a Ed en el último año de instituto de Henry, Ed era el tutor y profesor de deportes de este. Aunque al principio apenas se fijó en él, las excusas variopintas que Ed utilizaba para agendar reuniones con ella le hicieron pensar que quizás estuviera más interesado en verla que en hablar de las elevadas (y falsas) capacidades de Henry para el atletismo. Así que, al final,  acabó sintiendo simpatía por aquel hombre amable y atractivo que buscaba llamar su atención.

Tras varias citas comenzaron a salir. Henry estuvo encantado porque Ed siempre le había caído muy bien y , al principio,  sí que estuvo emocionada ante la perspectiva de tener una relación seria por primera vez en su vida, sin contar el noviazgo adolescente que tuvo con el padre de Henry, pero con el tiempo se había dado cuenta de que había algo que no terminaba de encajar. Era como si a pesar de aparentemente tenerlo todo: un piso precioso, un hijo maravilloso, un trabajo que le gustaba y un novio encantador, hubiese algo que le impidiese ser feliz.

Seguramente esa incapacidad de ser feliz venía de haber sido criada de casa en casa de acogida o de haber perdido la relación con el que probablemente era el amor de su vida a los 18 años, pero , aún así, no podía evitar preguntarse si Ed estaba cerrando la oportunidad de tener mejores opciones. Así que desde hacía varios meses, Emma había entrado en el bucle de no sentirse feliz, de reflexionar acerca de qué era lo que bloqueaba su felicidad, de acabar culpando a su relación, de pedirle un tiempo a Ed y de acabar volviendo con él cuando se daba cuenta que se sentía igual de vacía sola que acompañada.

-Le has vuelto a pedir un tiempo- dijo Henry tras el silencio que se había instaurado entre ellos al nombrar a Ed.

-No me juzgues- suspiró mientras llamaba al camarero para pedirle una cerveza.

-Eres consciente de que algún día se va a cansar, ¿no?- Henry la miraba con dureza, pero llevaba toda la razón. No podía seguir mareando al pobre Ed que no se merecía sus dudas.

-Me lo tendría más que merecido. - murmuró apesadumbrada..

Henry pareció darse cuenta del cambio de humor que nombrar a Ed le provocaba  y decidió cambiar de tema. Así que pasaron el resto de la tarde charlando sobre los infructuosos intentos del chico para pedirle salir a Amber, una compañera de clase por la que llevaba colgado desde el año anterior.

Finalmente terminaron la velada cenando en el mismo Harry's y se despidieron habiendo quedado al día siguiente cuando Henry se hubiese liberado. Irían a comer y al béisbol, y después darían una vuelta para ver la decoración de Halloween que empezaba a hacer aparición por la ciudad.

RegresarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora