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Muchas gracias, de verdad, a las que dedicáis un ratito a comentar porque así me dejáis ver que la historia os está gustando y me hace disfrutar mucho más del proceso de escritura.

También muchas gracias a las que leéis y votáis, pero no seáis tímidas y ponedme alguna cosilla.

Espero que os guste.

Pd: No es por crear hype ni nada de eso pero el 15...

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Emma estaba sentada en un incómodo taburete de plástico esperando que la secadora terminase con su ropa. El trabajo que en principio iba a llevarle un par de días, había acabado convirtiéndose en una tediosa investigación de dos semanas que no le había permitido salir de Boston. Resultaba que el concejal neoyorkino no sólo tenía una familia oculta, sino una extensa red de blanqueo de capitales.

Así que ahí estaba, en una lavandería bostoniana mirando aburrida los tambores de las máquinas de lavado. Según sus cálculos, no le quedaba más de un día en esa ciudad, pero no quería arriesgarse a no tener ropa limpia por si tenía que alargar su estancia de nuevo.

Lo peor de no haber podido volver a Nueva York era el hecho de que no había solucionado el tema Ed, así que estaba exactamente en el mismo punto que cuando salió de Storybrooke y no quería dejarle por teléfono. Aunque dudaba muchísimo que Ed tuviese dudas de que su relación estaba acabada después de tres semanas sin haberle puesto otro mensaje que un "tenemos que hablar".

Aún así, el hecho de no haber puesto punto y final a esa historia, le había impedido sentirse preparada para escribir a Regina, aunque se muriese por hacerlo. Pero tenía miedo por no ser capaz de darle la noticia de la ruptura y lo cierto Regina tampoco le había puesto ningún mensaje.

Quizás lo que dijo en Acción de Gracias fuese consecuencia de las circunstancias y no porque de verdad sintiese algo por Emma.

Abrió el chat de Regina solo para ver si estaba en línea. Era una absurdez que llevaba haciendo desde hacía días y que le hacía creer que así estaba más cerca de la alcaldesa. Porque si estaba conectada, al menos podía saber que, durante esos instantes, estaba mirando su teléfono.

Regina no estaba.

Abrió de nuevo su foto de perfil y se quedó mirando la imagen que ya se sabía de memoria. Ojalá no hubiese aceptado este caso y hubiese ido a montar a caballo con Regina. Así hubiese podido verla con su indumentaria de amazona en vivo y en directo,  porque estaba absolutamente preciosa.

El pitido de la secadora la sacó de sus pensamientos y se levantó para recoger su ropa.

De camino al hotel donde se estaba alojando compró comida china para cenar. Cuando volviese a casa tendría que alimentarse un poco mejor porque llevaba dos semanas a base de comida rápida. Pero es que no hacía otra cosa que trabajar.

Aunque esa noche solo le quedaba releer el informe y cuadrar el itinerario del día siguiente en el que tendría que confirmar un par de cosas. Con suerte terminaría y partiría hacia Nueva York.

Una vez en su habitación , y mientras masticaba unos fideos con desgana, volvió a consultar el chat de Regina. Casi se le escapa el teléfono de las manos cuando se percató de que había subido un estado.

Era un cartel publicitando el concierto de Navidad de Storybrooke. Tendría lugar el 23 de diciembre en el auditorio municipal y después se ofrecería un cóctel a todos los vecinos en la sala de recepciones del mismo auditorio.

Calculó el tiempo que tenía para solucionar su vida antes de aparecer el día 23 en Maine; le quedaban menos de dos semanas.

Volvió a asaltarle la idea de que puede que Regina realmente no estuviese interesada porque no había sabido nada de ella. Solo el pensarlo le provocaba auténtico terror. Pero tenía que ser realista y contar con que existía la posibilidad de que lo que encontrase al volver no era lo que hubiese querido.

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