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Os dejo con el que, hasta ahora, es mi capítulo favorito.

Mil gracias a las que me comentáis, sois geniales. 

Al resto de lectoras: gracias por leer y votar.

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Emma estaba encantada con la cena. Todas las elaboraciones eran deliciosas; las verduras guisadas de Mary Margareth eran fantásticas y su crema de castañas la mejor que había probado, los panecillos de Dorothy eran exquisitos y la tarta de calabaza de Ruby tenía una pinta deliciosa, pero lo mejor de todo, con permiso del pavo, había sido sin duda la lasaña de Regina.

Jamás, en toda su vida, había saboreado algo tan absolutamente delicioso. Y la alcaldesa pareció percatarse de que le había gustado porque había alzado las cejas divertida cuando soltó un par de gemidos de gusto.

-Emma, ¿te vienes mañana de compras?- le preguntó Ruby una vez que recogieron la mesa para poner los postres.

-Me encantaría, pero tengo que marcharme- respondió mientras Regina le ponía en el plato una porción de tarta de calabaza y otra del hojaldre de manzana que había contribuido a hacer.

-¿Mañana?¿Tan pronto?- Mary Margareth la miró con sus ojos de cervatillo asustado y Emma se sintió en la obligación de responder rápidamente que volvería en Navidad.

Tras quedar satisfecha con su respuesta, Mary comenzó a organizar el día de compras.

Emma se permitió observar la interacción de las mujeres mientras le pedían a David, como si le hubiesen dado otra opción, encargarse de Gale y de sus propios hijos mientras ellas cuatro se iban a recorrer las tiendas de Portland.

David asintió, aparentemente gustoso. Emma se había dado cuenta de que le encantaban los niños, de hecho, se había pasado toda la noche contándoles historias de caballeros y ogros a Neal y a Gale. Así que estos celebraron efusivamente el hecho de tener un día de chicos.

Cuando iban a comenzar a comer el postre, Leo empezó a llorar en su carrito, así que Regina lo cogió y se volvió a sentar en la mesa con él en los brazos.

Emma no podía despegar la vista de Regina, la manera que esta tenía de interactuar con el pequeño estaba haciendo que le latiera el corazón más rápido de lo habitual; la morena, que estaba sentada a su lado, le susurraba cosas con ternura al bebé que no dejaba de intentar agarrarle el pelo y pellizcarle los labios.

De pronto los ojos marrones encontraron los suyos y no pudo hacer otra cosa que sonreír como una idiota, porque la alcaldesa la había pillado mirándola totalmente embelesada. Regina le sonrió a su vez.

El momento entre las dos fue roto por Mary Margareth:

-Madre mía, Regina. ¡Te has salido con este hojaldre!

-Está delicioso- dijo Dorothy dándole la razón a la profesora.

-Yo apenas he hecho nada, casi todo ha sido obra de Emma.

-¿Qué dices? Si solo he cortado unas manzanas como tú me has indicado.

-¿Has ayudado en la cocina, Emma?- preguntó Ruby sin ocultar ni un ápice las segundas intenciones que acompañaban a su tono socarrón.

-Sí, me estuvo echando una mano esta tarde- Regina contestó por ella sin caer en las provocaciones de Ruby, de hecho se puso a acunar al pequeño Leo mientras este sonreía sin parar.

Emma pensó que ese bebé era un suertudo por la cantidad de arrumacos que estaba recibiendo de la alcaldesa.

-Por cierto- continuó hablando Regina-, volviendo al tema de antes. ¿Por qué tenemos que ir todos los años a Portland de compras? ¿No podemos elegir otro destino?