Aroma | 26 años

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Un mes ha pasado desde que nació nuestra pequeña Joanne. Un mes en el que si bien he podido disfrutar bastante de la compañía no sólo de ella sino también de tuya y del bien parecido Eric, sin embargo sólo pude pasar un buen tiempo con mi adorada familia durante alrededor de una semana y media después del nacimiento de Joanne, pues también tenía otras exigencias como mi trabajo.

Mientras yo salía a trabajar tú te quedabas en casa cuidando a nuestros bebés, querías esperar un poco más para trabajar nuevamente así que mientras eso pasaba me esperabas em casa y cuidabas de nuestros pequeños. Y como supuse, no tardaste ni una semana en decirme que sentías la necesidad de tener mi aroma cerca de ti o de lo contrario te sentías irritable. No te culpo, es el instinto normal de un omega.

Para solucionar ese problema comencé a dejarte siempre sobre la cama una camisa mía que haya usado el día anterior, además de una frazada que me encargaba de impregnar con mis feromonas antes de irme al trabajo.

Supuse que comenzó a funcionar a partir de qué yo comencé a hacer eso, el problema ahora era que también comencé a sentirme irritable en el trabajo a falta de sentir tu aroma cerca así que también me aseguraba de llevar conmigo algo tuyo como una bufanda. El tener cerca mío tu dulce aroma a frutos rojos me tranquilizaba bastante y en general hacía de mis días mejores, al menos ya no me irritaba con facilidad (además de que ayudaba bastante en esos momentos en los que tenía ganas de tener sexo contigo y lo único que me quedaba era encerrarme en uno de los baños de la oficina y satisfacerme a mi mismo para poder aguantar hasta llegar a casa).

Tenía tu aroma cerca y tú también tenías tan cerca el mío, pero al parecer no eras el único al que le beneficiaba sentirme tan cerca y lo supe ese día. Había llegado temprano de trabajar, esperaba verte haciendo algo en la computadora o leyendo un libro mientras Eric y Joanne jugaban delante tuyo como ya era costumbre, sin embargo y para mi sorpresa cuando entré vi a nuestros dos pequeños durmiendo sobre el sofá y cubriéndose con una camisa mía, además de que Eric abrazaba a la vieja rana Clyde.

- Bienvenido a casa - una voz se escuchó detrás mío y me hizo voltear la mirada, tu linda voz - ¿tienes hambre? Te preparé algo de cenar.

En ese momento sólo asentí y seguí mirando a Eric y Joanne durmiendo. Rápido te diste cuenta y comenzaste a explicar que ellos también estaban inquietos y fué la solución más rápida que se te ocurrió para calmarlos. Yo sólo sonreí y te llevé conmigo de la mano a la cocina, me alegraba saber que mi aroma además de ayudarte a ti a mantenerte en calma también hacía lo mismo con mis pequeños, funcionaba con mis tres personas favoritas en todo el mundo.








































The story that won't end | omegacember 2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora