ᴄᴀᴘíᴛᴜʟᴏ 24: ᴄʟᴀʀɪᴅᴀᴅ

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Amelia salió jadeando de la habitación de Caspian y recargó su espalda en la puerta mientras el dolor de cabeza de aquel golpe se despejaba; cerró los ojos mientras intentaba controlar sus nervios y sacudió lentamente la cabeza.

- ¿Que haces ahí? -Lía se sobresaltó y se aferró al marco de la puerta al ver a Edmund junto a ella.

- ¡Joder, Ed! No te escuché. ¿Que haces aquí?

- ¿Que haces tu aquí? ¿Estabas con Caspian?

- Ah, si... Me estaba ayudando con algo.

- ¿Estás bien?

- Si, si, claro.

- Es solo que estás un poco pálida, y estás temblado.

- Oh, es que me golpeé la cabeza hace un momento, debe ser por eso.

- ¿Con la sacudida que dió el barco? -Lía asintió-. ¿Pero ya estás bien? Aún te noto un poco mal.

- Estoy bien... Creo que solo necesito descansar un momento para estar mejor.

- ¿Segura?

- Si, descuida. Gracias por preocuparte.

- Claro que me preocupas. Siempre ha sido así.

- Y lo agradezco. Te veo mañana, ¿De acuerdo?

Edmund asintió y se acercó a ella para darle un suave beso en la mejilla y se alejó con dirección a su camarote.

Amelia entró al suyo e intentó despejar su mente de cualquier rastro que tuviera de Caspian; pero como hace mucho descubrió, a su mente le gusta jugarle sucio y entonces pudo recordar la sensación de los labios de Caspian sobre su cuello, como eso causó un placentero cosquilleo en ella, como la hizo temblar, como la hizo desear tener más de él...

Amelia no era ninguna ignorante, sabía acerca del sexo, vió a la hermana Dorothea haciéndolo. Un escalofrío nada placentero se instaló en ella al recordarlo.

I Choose To Believe (Principe Caspian) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora