Hay una profecía: "cuándo el hijo de Adán en carne y hueso, en el trono de Cair Paravel esté sentado, los malos tiempos se habrán ido...
"Una antigua leyenda dice que dos hijos de Adán y tres hijas de Eva van a derrotar a la reina blanca y a restau...
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El funeral de la hermana Elizabeth Ann se llevó a cabo dos días después de su muerte en uno de los jardines del recinto.
El día era soleado y extrañamente cálido para estar en Londres, las niñas, jóvenes y monjas se iban retirando poco a poco de la tumba recién sellada de la antigua monja dejando sola a una triste Amelia mirando fijamente la lápida.
Mary Elizabeth Ann
1845 - 1940
Amada maestra, madre y amiga.
El pastor se despidió de la hermana Dorothea para finalmente dirigirse a la salida acompañado de la hermana Cally. Dorothea le dió una última mirada a Lía antes de dirigirse al interior de la antigua abadía.
Amelia seguía parada justo en frente de la lápida, con una pequeña rosa blanca entre los dedos tratando de asimilar que hace diez minutos acababan de sepultar a la mujer que estuvo con ella toda su vida, aquella mujer que pudo solo recibirla en aquel lugar y tratarla como una más, pero que en lugar de eso, la amó y se encargó ella misma de criarla y protegerla de todo y de todos.
Se escuchó el leve crujido del pasto al caminar sobre el y Amelia pudo visualizar tres sombras de unas personas detrás de ella, pero siguió con la mirada fija en el nombre de la que consideraba su madre.
-Ahora no habrá nadie que te proteja, Amelia -escuchó esa irritable voz detrás de ella.
Celia Woods, una chica pelirroja de piel bronceada se hallaba detrás de ella junto a Olivia y Rosalind Scott, un par de hermanas gemelas pelinegras que se rehusaban a ser adoptadas a no ser que se llevaran a ambas.
-Te creías la dueña del lugar solo porque la monja principal te crío -Celia volvió a hablar acercándose a ella para hablarle cerca del oído, pero Amelia ni se inmutó-. Pero ahora no está y no habrá nadie quien te defienda de la hermana Dorothea, quien te aseguro, hará de tu vida un infierno... Al igual que nosotras. ¿Recuerdas que nos llamaste perras hipócritas? -rió maliciosamente-. No tienes ni idea de lo que somos capaces de hacer con tal de que te tragues esa estúpida actitud de mierda que tienes.
