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Para la mañana siguiente todos los habitantes de la isla ya sabían de la muerte del pequeño Ramón

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Para la mañana siguiente todos los habitantes de la isla ya sabían de la muerte del pequeño Ramón.

Vegetta había curado y cuidado a su hijo, no se separó de el hasta que este despertó.

Fit construyo la tumba de su hijo él solo, Roier y Pac quisieron ayudarlo, pero Fit no los dejo.

Para cuando Spreen despertó ya estaba cayendo la noche, se levantó exaltado, su padre tuvo que calmarlo y como si volviera a ser un niño pequeño, el omega lloro en el hombro de su padre. Vegetta solo lo consoló lo mejor que pudo, era la segunda vez que venía a su hijo de aquella manera, la primera fue cuando Rubius falleció.

Foolish le llevo algo de comer a Spreen, después de que terminara de comer el omega preguntó por Fit.

Su padre le explico lo que había pasado después de que colapsara.

Spreen pidió que lo dejara ir a la tumba de su hijo. Vegetta cumplió su petición.

Una vez fuera se encontró con todos, tanto franceses como brasileños, pasando de largo de ellos solo concentrado en llegar donde estaba el cuerpo de su pequeño.

Su padre lo ayudo a bajar las escaleras, a pesar de que ya no tenía ni una herida su cuerpo lo sentía tan débil aún.

Fit al verlo se acercó a él para abrazarlo. Para después juntos acercarse hacia la cama donde se encontraba el cuerpo de su hijo protegido por una capa de cristal.

Se sentó junto a aquella cama recargándose sobre el cristal observando a su hijo.

Vegetta entendió que su hijo no se movería de ahí en un largo rato. Fit ya lo había hecho así que prefirió darle su espacio y tiempo ahora a Spreen.

Con un apretón en su hombro por parte de su padre y un beso entre sus orejitas por parte de Fit, los alfas se despidieron para dejarlo solo.

El rostro de Ramón aún tenía la última sonrisa que le dedico, su corazón se apretó sintiendo que la culpa lo invadía nuevamente. Su razonamiento sabía que no lo era, pero su tristeza le ganaba.

Su lagrimas volvían a acumularse en sus ojos hinchados y rojos.

— Ramón Lo siento... por no quererte más... lo siento... por no cuidarte más... lo siento... por no pensar más en ti... lo siento mucho mi pequeño —

Las lágrimas goteaban de sus ojos silenciosamente hasta caer contra el cristal, mientas apretaba aquel bigote falso que Ramón siempre llevaba. Su padre se lo había dado antes de bajar. Roier había sido el que lo encontró entre los ecombros.

Se quedó por horas junto a su hijo. En algún momento sus lágrimas dejaron de caer.

Sabía que en cualquier momento alguien bajaría por él, así que se paró sintiendo sus piernas un tanto entumecidas. Se quedó unos momentos solo mirando a su hijo, sus ojos habían perdido su brillo, se veían vacíos.

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