Bonnibel odiaba llegar tarde a clases, en especial si sería durante su clase favorita, la de Química. No había dormido muy bien ayer, le costaba pegar ojo en la noche y terminó leyendo sentada en su cama, despertándose más tarde de lo acostumbrado. Cruzó la entrada, esquivando ágilmente a los estudiantes en el pasillo para llegar al salón. Un pequeño pensamiento le llegó.
¿Dónde estaría Marceline Abadeer?
Hizo una mueca, sin entender muy bien el por qué debía pensar en ella. Desde el inicio de clases le sucedía, de vez en cuando, la pelinegra de ojos verdes acudía a sus pensamientos. Era absurdo, ella no se implicaba directamente con la chica, simplemente observaba a Phoebe fastidiarla a ella y sus amigas. Nunca intervenía, solo sonreía a su mejor amiga. Además, Abadeer era de cierta manera... irritante para Bonnibel, su presencia la alteraba. Por ello no la defendía de las constantes burlas que recibía, igual la ojiverde podía defenderse. Y también no quería perderse el adorable rostro que hacía Marceline cada vez que peleaba con Phoebe.
Se detuvo en pleno pasillo.
¿Qué acababa de pensar?
Sacudió la cabeza, debía de ser el sueño. Fue nuevamente en camino a su clase, ahora rezando para no cruzarse a la perdedora de Abadeer en todo el día. Pero, la mala suerte le dio una patada mental, al entrar por la puerta y pedir disculpas por su retraso, allí estaba. Suspiró fastidiada, no entendía el por qué, pero en verdad no quería ver a Marceline. El único asiento libre era uno junto a la ojiverde, la pelirosa estaba pensando en simplemente dejarlo ser, ni que fuera a hablarle. Solo la tendría que soportar esta clase, era al parecer la única que compartirían hoy.
Mientras caminaba, varios chicos la miraban embobados, ella sonrió coquetamente, ya que en secreto disfrutaba un poco al saber que la encontraban linda. Se fijó brevemente, no quería darle importancia, la ojiverde estaba con el rostro escondido tras un libro alzado. Bonnibel arqueó una ceja, ¿qué pretendía? Tomó asiento mirando al frente, captando todas las explicaciones de la profesora Caledonius. Anotaba los apuntes limpiamente en su cuaderno.
Después de unos veinte minutos, por la vista periférica, observó un pequeño movimiento a su izquierda. El asiento donde estaba Marceline. Sin querer parecer interesada, le lanzó una mirada de reojo, abrió los labios sorpresivamente al verla. El libro que cubría el rostro de Marceline había resbalado en la mesa, dejando ver a una ojiverde dormida. Bonnibel se sorprendía, ¿quién podría dormir en Química? Si la materia era maravillosa, Bonnibel no podría.
Aún sabiendo que Marceline no le veía, le lanzó una mirada de reproche, se sentía indignada, lo demostró apartando el rostro y mirando la clase. Pero una pequeña curiosidad le hizo volver a verla, quería asegurarse que en verdad la chica dormía.
La ojiverde había cambiado de posición entre sueños, estaba con los brazos cruzados sobre la mesa y la cabeza recostada en ellos, con el rostro hacia Bonnibel. La pelirosa la observaba sin darse cuenta, aún con parte de su atención en la clase. Marceline dormía con los labios entreabiertos y su cabello ligeramente revuelto por el movimiento, un mechón negro cubría su frente. Respiraba lentamente y parecía muy tranquila.
Después de una hora, toda la atención de Bonnibel se la había ganado la imagen durmiente de la ojiverde, ni ella misma se había percatado de aquello. De lanzarle miradas fugaces había pasado a observarla fijamente, con la barbilla apoyada en su mano.
Un pensamiento tonto llegó a la pelirosa: Marceline Abadeer era muy linda. Al menos al dormir, Bonnibel se justificó. La observaba descaradamente, su rostro, cejas, labios y ese adorable mechón de pelo cruzándole el rostro.
Detuvo su respiración rápidamente al ver a Marceline arrugando la nariz, sintió un incómodo cosquilleo en su estómago al pensar que la ojiverde la pillaría mirándola, pero se removió un poco hasta que finalmente cambió de posición, escondiendo la cara entre sus brazos. Inconscientemente, la pelirosa frunció el ceño, rápidamente frustrada por no tener más la visión del rostro de Marceline dormido.
Después se dio cuenta de lo tonto que era aquello y decidió volver a ver la clase, un poco confundida por su actitud. Abrió los ojos al ver la pizarra repleta de ecuaciones y fórmulas que no entendía muy bien, había perdido el hilo de la clase y por ello no comprendía qué tema estaban viendo. Maldijo interiormente e intentó guiarse por su libro de texto.
-Señorita Bubblegum. -le llamó la profesora, sonriendo. Bonnibel era una de sus mejores estudiantes y necesitaba que diera el ejemplo-. ¿Podría pasar a la pizarra para completar la siguiente fórmula?
Bonnibel tragó fuertemente, mirando lo que decía en el pizarrón sin tener idea alguna.
-Yo... disculpe, profesora. No... entendí muy bien, no sabría cómo, ¿podría volver a explicarlo, por favor? -dijo, con el rostro ardiendo, todos la observaban sorprendidos y la profesora Caledonius se mostraba igual.
-Por supuesto, veamos si esta vez puede lograr comprender, señorita Bubblegum -dijo, amablemente, dirigiéndose a explicar la fórmula en el pizarrón nuevamente.
Bonnibel asintió, copiando todo y queriendo dejar de sentir vergüenza por lo ocurrido. A su lado, Marceline hizo un pequeño ruidito entre sueños, Bonnibel se obligó a sí misma a no voltear a verla. Ya a pocos minutos de terminar la hora de Química, la peor clase que había tenido hasta ahora, volvió a ver a Marceline que, increíblemente, seguía dormida. Bonnibel le fulminó con los ojos, recogiendo sus cosas y queriendo salir lo más pronto posible. Culpando a Marceline de lo sucedido en clases, todo era culpa de ella, por ello la ojiverde le caía tan mal.
Al escucharse la campana salió de primera, sin importarle ver si la ojiverde despertó, estaba enojadísima con ella. Todo era su culpa, idiota Abadeer. Aquel pensamiento la acompañó todo el día, incluso aquella noche minutos antes de dormir. Le fue mal en su clase de Química, todo por culpa de Marceline Abadeer y su tierna forma de dormir, arrugando la nariz y haciendo ruiditos adorables, ¿qué estudiante dormía durante clases? (Muchos...)
Si la ojiverde hubiera estado despierta en la clase, nada de eso hubiera sucedido. Sí, todo era culpa de ella. Lo que Bonnibel no comprendía era que no tenía sentido echarle la culpa a Marceline. Era de ella misma por lo que, sin ser consciente, comenzaba a sentir por la ojiverde. De todas formas, Bonnibel empeoraría con el pasar de los días, solo quedaba desearle suerte.
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Rivales | Bubbline | Adaptación
RomanceMarceline Abadeer comienza la secundaria sintiendo las burlas del grupo de los populares, entre un grupito de chicas que la fastidian conocerá a la porrista Bonnibel Bubblegum. Desde el primer encuentro entre ellas se desatará una gran rivalidad y g...