La ciudad oscura. (terror).

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El sol comenzaba a deslizarse lentamente hacia el horizonte, esparciendo su cálida luz dorada sobre la ciudad que se envolvía en un manto anaranjado y dorado. Los reflejos de los edificios de cristal parecían destellos fugaces, mientras las calles se llenaban de una multitud apresurada, inmersa en sus pensamientos más profundos.

Juan, un hombre desdichado por su vida, deambulaba entre el bullicio con los hombros caídos, su mirada perdida en la lejanía. Cada uno de sus pasos era lento, carente de ánimo, vencido por el peso invisible de la rutina diaria que lo abrumaba.

Cuando llegó a la carretera, un exceso de personas se aglomeró, creando un caos de movimiento y sonidos. En medio de la confusión, Juan cerró sus ojos por un instante. Y al abrirlos, se halló en un lugar completamente diferente.

La ciudad en la que se encontraba era sombría y opresiva. Los edificios, altos y oscuros, parecían apilar sus sombras. Las ventanas estaban tapiadas, las puertas cerradas con gruesas cadenas. En la multitud, no había rostros, solo siluetas que se desplazaban con una lentitud sobrenatural, arrastrando los pies por las calles empedradas.

Los sonidos que llenaban el aire eran grotescos, perturbadores. Gritos desgarradores resonaban en la lejanía, mezclados con susurros ininteligibles que helaban la sangre. El cielo mismo estaba cubierto por un velo grisáceo, totalmente desprovisto de cualquier otro atisbo de color.

Juan se aventuró a adentrarse en la ciudad oscura, explorando sus calles estrechas y sus callejones misteriosos. Descubrió tiendas abandonadas con extraños artefactos en sus escaparates, parques desolados donde las estatuas parecían observarlo fijamente con sus ojos de piedra, y una iglesia cuyas campanas repicaban sin que nadie las tocara.

Después de recorrer la ciudad durante lo que le pareció una eternidad, Juan se encontró parado en medio de una plaza vacía, su corazón latiendo con fuerza, su mente llena de preguntas sin respuesta. En un instante, volvió en sí, hallándose nuevamente en el paso peatonal cruzando la carretera.

Confundido y aturdido, continuó su camino hacia el trabajo. No obstante, algo había cambiado en su interior. La experiencia en la ciudad oscura lo dejó con una sensación de inquietud y desconcierto que no lograba sacudirse de encima. Y mientras el sol se ocultaba lentamente en el horizonte, Juan se preguntaba si aquella ciudad sombría había sido real o solo una invención surgida de su torturada imaginación.

 Y mientras el sol se ocultaba lentamente en el horizonte, Juan se preguntaba si aquella ciudad sombría había sido real o solo una invención surgida de su torturada imaginación

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