La niña de porcelana y el limbo del bosque.

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La niña de porcelana yacía en un sueño profundo, su figura delicada reposaba sobre un lecho de flores de cristal en un mundo etéreo. Sus ojos cerrados parecían ocultar la sabiduría que solo los años pueden otorgar. Pero algo en su interior comenzó a vibrar, una pulsación que rompía el silencio de aquella ensoñación.

Sus párpados de porcelana se alzaron lentamente, revelando dos orbes de un azul resplandeciente. Al abrirse, la niña se encontró en medio de un bosque inquietante, donde la oscuridad y la melancolía se entrelazaban como ramas retorcidas. La luz de la luna se filtraba tímidamente entre los árboles, pintando sombras siniestras sobre el suelo cubierto de hojas secas.

Paso a paso, la niña de porcelana avanzaba con cautela, dejando una estela de fragilidad a su paso. El viento susurraba melodías tristes mientras sus cabellos de porcelana flotaban al compás de la brisa, susurros que solo ella podía oír. Fue entonces cuando surgió el eco de una risa, una risa grotesca que se entremezcló con el siseo de ramas retorcidas.

De entre las sombras se alzaron los demonios, seres deformes y monstruosos. Sus cuerpos grotescos se retorcían en una danza infernal, sus ojos brillaban con una maldad indescriptible. Pero la niña de porcelana no sintió miedo, su fragilidad se convertía en fuerza en aquel lugar oscuro como si un espíritu valiente la habitara.

Con mirada decidida, la niña de porcelana se adentró en el baile caótico de los demonios. Su vestido blanco brillaba como una estrella en medio de la penumbra, irradiando esperanza y pureza. Los demonios, al verla, se detuvieron sorprendidos por su aparición divina.

La niña extendió sus brazos de porcelana, liberando un halo de luz suave y cálida. Los rostros grotescos se desvanecieron en la esencia de la verdad. Ya no eran demonios, solo almas atormentadas por sus propias sombras. Uno a uno volvieron a su forma humana, liberados de aquel limbo oscuro.

El bosque dejó de ser un lugar lúgubre y se transformó en una sinfonía de colores. Las flores, antes marchitas, resurgieron con esplendor. La niña de porcelana sonrió con ternura y los rodeó con su amor incondicional. Este bosque encantado fue su hogar, donde los corazones rotos sanaban y las almas perdidas encontraban refugio.

Y así, la niña de porcelana se convirtió en el faro de aquel lugar, un faro de luz en medio de la oscuridad. Su delicadeza no era fragilidad, sino fortaleza. Sus ojos de azul resplandeciente eran la ventana hacia un mundo de amor y esperanza. La niña de porcelana, despertada en el bosque oscuro, se convirtió en la poesía viva de aquel limbo

Relatos De Una Antología-Los Cuentos Poema.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora