꧁༺ 19 ༻꧂

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Narrador


Hanako buscaba con desesperación al hombre que la había salvado hace años, pero no había rastro de él. Una gran edificación se derrumbó sobre el lugar en donde se suponía que él estaba. Ella no fue capaz de llegar a tiempo y verificarlo. Aizawa Shota había desaparecido, pero no podía perder la cordura. 

Con el corazón lleno de desesperación, buscaba sin cesar a Aizawa entre los escombros humeantes. El estruendo de la batalla continuaba a su alrededor, pero su mente estaba completamente enfocada en encontrar al hombre que, de alguna manera, había logrado impactarla de manera tan profunda.  

Mientras revolvía los escombros, una sensación de desesperación comenzó a envolver a Hanako. La realidad de la situación se asentó con fuerza: Aizawa, quien la había protegido cuando más lo necesitaba, ya no estaba. Reconocía su vestimenta. Era su pie que yacía a un lado de los escombros y en cuanto lo tocó este se desintegró al instante. 

El contacto con el pie desintegrado de Aizawa hizo que Hanako se tambaleara hacia atrás, y una risa histérica escapó de sus labios. La realidad de la pérdida y la destrucción se apoderó de ella, desgarrando la fina línea que mantenía su cordura. 

— ¡No! — exclamó, con un tono que resonaba entre la desesperación y la locura. Las llamas moradas que solían danzar con elegancia ahora se retorcían de manera frenética a su alrededor.

Toga, quien peleaba contra un héroe a pocos metros de distancia, notó el cambio en la energía de su jefa. Se giró hacia ella con preocupación mientras se esforzaba por contener al héroe contra el que peleaba. 

— Hanako... — Intentó acercarse a ella, pero Hanako la repelió con una onda de energía oscura. 

— ¡Lo perdí! — gritó Hanako, con los ojos desorbitados y la risa maníaca aún resonando. La tristeza se había transformado en una furia desenfrenada. — ¡Aizawa! ¡Lo perdí! 

La batalla a su alrededor continuaba, pero para Hanako, el mundo se desvanecía en un torbellino de emociones incontrolables. Shigaraki, notando la vulnerabilidad de Hanako, sonrió con malicia y se aproximó a ella. 

— ¿Te duele, pequeña Todoroki? — dijo Shigaraki, disfrutando del caos que se desataba en el corazón de Hanako. 

De repente, la risa de Hanako se detuvo abruptamente, y sus ojos se clavaron en Shigaraki con una intensidad helada. Las llamas moradas que la rodeaban ahora se transformaron en hielo oscuro, creando una atmósfera gélida a su alrededor. 

— Te arrepentirás de haberlo matado —susurró Hanako, mientras su mirada se volvía más fría y calculadora.  



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