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Hanako


Un nudo de ansiedad me estrujaba el pecho y tenía dificultad para respirar. Algo frío rodaba por mis mejillas. Fue entonces que me di cuenta que estaba llorando. Iba a limpiarlas con el dorso de mis manos, pero se adelantó y limpió mis lágrimas por mí. 

El sol se asomaba tímidamente tras los edificios, dándole a la calle una luz suave y dorada. Yo estaba ahí, con los ojos fijos en la puerta que se alzaba frente a mí, sin saber cómo había llegado a ese lugar. Mis piernas se habían movido por sí solas, como guiadas por una fuerza misteriosa que yo no podía controlar. 

La mano temblorosa sobre la perilla de la puerta, sentía el miedo correr por mis venas como una corriente fría y ardiente a la vez. No sabía qué encontraría al otro lado, pero sabía que tenía que abrir esa puerta. Tenía que enfrentar lo que sea que hubiera allí. 

Con un suspiro profundo, cerré los ojos y giré la perilla. La puerta se abrió con un crujido y mi corazón latió con fuerza. No podía retroceder ahora, no después de haber llegado hasta ahí. 

No sabía qué me esperaba, pero estaba lista para enfrentarlo. Había llegado hasta ahí y no iba a retroceder.

Mientras la miraba por la ventana, su belleza me cautivó y me envolvió en una sensación de paz. 

"Mamá..." susurré, sin saber si quería que me oyera o no.

Se giró en su silla, buscando el origen de mi voz. Nuestros ojos se encontraron y en ese instante, supe que algo estaba mal. No me reconocía.

— Lo siento, me equivoqué de habitación —me apresuré a decir, notando la confusión en su rostro

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— Lo siento, me equivoqué de habitación —me apresuré a decir, notando la confusión en su rostro. Sabía que no me parecía en nada a mis hermanos y hermanas, con mi cabello corto y morado, y mis ojos oscuros como el azabache.

Pero entonces, cuando me llamó "cariño", sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas y mis propias emociones se desbordaron en un torbellino de sentimientos.

Le dediqué una sonrisa a medias.

«Me reconoció»

 Hanako nena, ¿eres tú? 

 He vuelto mamá... 

Se levantó de la silla y corrió hacia mí con sus brazos abiertos

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Se levantó de la silla y corrió hacia mí con sus brazos abiertos. Sus lágrimas fluían como río desbordado mientras me abrazaba con fuerza. Fue un momento de reencuentro, de amor y de nostalgia, como si todo el tiempo que habíamos estado separadas desapareciera en un solo abrazo.

Mi amor, mi niña, mi bebé, mi flor, mi luz...

Ella me llamaba por todos los apodos cariñosos que solía ponerme cuando era niña. Cada uno de sus besos era como un bálsamo que curaba todas las heridas que había sufrido en mi ausencia. Pero al reparar su rostro, me di cuenta de que algo había cambiado. El brillo de sus ojos se había desvanecido, como si la vida hubiera sido demasiado dura para ella después de mi partida. 

Cuando intenté hablar, mi voz se quebró y no fui capaz de decir algo más. Cuando me percaté de mis lágrimas, ella secó mis lágrimas con ternura. Pero el sonido de algo rompiéndose detrás de mí me hizo girar en seco. Shoto estaba allí, serio, sin saber qué ocurria.

Mamá aléjate de ella. 

Le miré con tristeza, sin poder explicarle lo que estaba sucediendo, y sin pensarlo dos veces, rompí la ventana y escapé. A pesar del reencuentro, la sensación de dolor y soledad me acompañó todo el camino de regreso.


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