CAPÍTULO I

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CAPÍTULO I: Lealtad sobre amistad

"En el principio Dios creó los cielos y la tierra, y la tierra estaba desordenada y vacía"







Lunes 1 de Septiembre, 1975


  Daphne había pasado cosas peores.

  Una discusión con su madre no cambiaría nada, ni alteraría realmente el transcurso de su vida, mucho menos su destino. Solo era eso, una discusión. Incluso llamarlo discusión era exagerado, el término correcto era un intercambio de palabras hirientes. Principalmente de parte de Daphne, por supuesto. ¿Cuándo había su madre hecho un insulto hacia ella antes? Jamás —hasta ese día—pero Daphne no sabía controlar su lengua y el tono en que se expresaba. Normalmente luego de que el fuego de su interior se apagaba, lejos de hacerse cenizas, quedaba el carbón aún hirviendo en su estómago. Sentía ganas de vomitar de la humillación, o arrepentimiento. ¿Ambas? Era difícil de diferenciar. No era su primera discusión, por supuesto. Daphne siendo la única hija adolescente de su madre muggle relativamente joven, era solo inteligente suponer que discutían muy a menudo. Sin embargo, era la primera vez que habían tenido una discusión tan acalorada y que su madre había decidido plantarse firme frente a su rebelde e irrespetuosa hija. Dejando sus sentimientos de lado, Daphne no podía realmente culparla.

  La ira siempre había sido el pecado por el que Daphne creía que sería al día de su muerte alguien la esperaría con un viaje de ida al infierno. La tentaba constantemente y ella se dejaba usar por ella como un muñeco de tela. Era difícil controlarla. Normalmente comenzaba como como un cosquilleo en su abdomen molesto pero soportable, pero que luego subía hasta su garganta donde empezaba a picar. Avanzaba como veneno hasta su boca donde se le hacía imposible contenerlo, hasta que finalmente lo vomitaba en forma de insultos. Daphne siempre había creído ser una persona que se apoyaba en la lógica, pero la manera en la que se dejaba llevar por sus emociones de frustración y enojo, decían otra.

  Su madre solía ser la víctima de sus palabras hirientes a menudo, tal vez debido a que era la única persona que no tenía otra escapatoria pero que convivir con ella. Era su madre después de todo, ¿qué otra opción tenía? Por lo que las discusiones eran la moneda corriente del hogar de las Bell, siempre lo había sido. Era como una maldición que traspasaba generación en generación, y no parecía sacudirse del linaje de ninguna forma.

  Aún con cierto enojo residuo en su sistema, Daphne Bell suspiró pesadamente mientras arrastraba su carrito a través de la pared de piedras, ni siquiera se forzó en cerrar los ojos, ni en apresurar su paso. Estaba agotada, y el bullicio de los niños, las aves, el aleteo constante, los chicos de su edad riendo escandalosamente que le había recibido del otro lado era demasiado. Su nariz instantáneamente se arrugó en disgusto. En su primer año pisando Hogwarts, recordó que un pintoresca muchachita de tal vez la edad que Daphne tenía ahora, le había dicho que con los años aquel ritual se volvería más fácil. Daphne, cinco años más tarde, afirmaba que eso era una gran mentira. No se había vuelto más fácil, sino todo lo contrario.

Aún era temprano pero la estación 9¾ estaba repleta. No se tomó el estrés de buscar a su amiga —no sabía si era la descripción correcta de su amistad, más bien... ¿una conocida cercana?—. De todas formas solo podía ver espaldas y sacos enormes, sombreros en pico y tampoco veía ninguna cara que reconociera entre la multitud.
Se hizo a un lado previniendo que nadie chocara con ella al atravesar la pared de ladrillos, mientras movía con fuerza y brusquedad su carro. El piso de la estación era más rocoso y difícil de manejar. Resultaba imposible evitar el contacto físico por completo dado el amontonamiento de gente, pero en un movimiento inesperado (al menos para ella), las ruedas del carro se deslizaron en zigzag en un mismo lugar, hasta quedar sin movimiento.

𝐮𝐧𝐭𝐢𝐭𝐥𝐞𝐝 ➵ j.potterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora