CAPÍTULO II

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CAPÍTULO II: El amor todo lo espera
"Dijo Dios: «Sea la luz.» Y fue la luz. Vio Dios que la luz era buena, y separó la luz de las tinieblas"
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Lunes 1 de Septiembre, 1975

Peter había estado esperándolos en el compartimiento hasta que notó que no volverían por él, y decidió que lo mejor era que él lo buscase a ellos. Al menos eso había dicho él.

Estaban llegando al castillo, James no podía saber de eso más que siguiendo su intuición. Afuera todo estaba negro, no se veía absolutamente nada, sólo se escuchaba la tormenta desatarse encima de ellos. En todos los años que había cursado en Hogwarts, nunca antes había viajado en el tren con una tormenta que hacía parecer que el fin del mundo estaba cerca. Era bello de alguna manera.

Daphne había intercambiado lugares con Juno Sayre, y ahora se encontraba mirando hacia el gran vacío que podía apreciarse por la ventanilla. Las gotas golpeaban el vidrio con fuerza y se escuchaba un viento que amenazaba a romperlo todo a su paso. El rostro de la rubia se iluminaba con cada rayo y relámpago que rompía el firmamento y se abría en los cielos. Su semblante permanecía inexpresivo, inmutada a los sucesos meteorológicos.

James tenía que sostenerse en su asiento para no pedirle que se aleje de la ventana, recordarle que era peligroso estar cerca de una cuando habían tormentas. Suponía que sería extraño y que ella lo tomaría de mal gusto. No le gustaba que le digan qué hacer y qué no. A James eso le parecía justo porque a él tampoco le gustaba, sin embargo tenía un sentido de supervivencia el cual Daphne parecía no tener en lo más mínimo. En el tiempo que James tenía de conocerla, siempre había sentido que Daphne Bell no sólo era atraída inevitablemente hacia el peligro, sino que una parte de ella también lo buscaba.

Remus, Juno y Sirius platicaban acerca del viaje de ella a Escocia, Sirius era quien más aportaba y comentaba sus propios viajes por el mundo con su familia y del tiempo en el que él había viajado al verde país. Peter se había dormido en cuanto la lluvia empezó a caer con más fuerza, y Daphne giraba su cabeza cada tanto para escuchar algunas cosas que se mencionaban de su país. Sus amigos parecían olvidarlo, pero él no. Daphne era de Escocia, había vivido allá lo que James creía en toda su vida.

Las luces del vagón titileaban sin descanso. Mientras que él permanecía en silencio, atento a cada uno de sus amigos.

Había extrañado esto, suponía. Las vacaciones en Brasil habían sido entretenidas los primeros tres días luego había resultado una tortura con ciertos acontecimientos tristes. Sus padres se habían tomado todo el año escolar anterior de James para aprender portugués y de la cultura sudamericana; para ellos había sido un deleite viajar después de tanto esfuerzo, para él no. Su conocimiento del portugués era limitado, lo que había aprendido de niño cuando estudiaba en su casa, y al conocer varios magos que su padre en ocasiones traía de visita a cenar.
No podía culpar a sus padres, sabía que se aburrían mucho sin él. Era hijo único y ellos ya estaban envejeciendo, y si fuera de otra forma, tampoco habría chances de crear otro niño. Lo justo era que pudieran disfrutar de su vida, y no atarse a James.

Su madre no había parado de preguntar si no había una novia en el colegio que esperara a recibir sus cartas. Era incómodo cuando tocaban ese tema pero podía suponer, de nuevo, lo aburrido que debía ser tener una vida realizada, viviendo en Londres con un sólo hijo que pasara la mayor parte del año lejos. Su madre nunca había trabajado pero tenía estudios como sanadora, y su padre hasta que James empezó el colegio había renunciado a su puesto en el Ministerio para dedicarse a la elaboración de pociones y pomadas mágicas para diferentes usos. Eran tan asquerosamente ricos que ya no había necesidad que ellos, ni James, ni los hijos de James, ni siquiera los nietos de James, tengan que trabajar alguna vez en sus vidas.

𝐮𝐧𝐭𝐢𝐭𝐥𝐞𝐝 ➵ j.potterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora