CAPÍTULO X

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CAPÍTULO X: James sólo tiene la mente en el Quidditch... ¿Verdad?
"¿Quién es esta, que se muestra como el alba, hermosa como la luna, radiante como el sol, imponente como ejércitos en orden de batalla?"



Viernes 19 de Septiembre, 1975


  Había una baja probabilidad de que James estuviese evitando a Daphne Bell, una muy baja.
Y es su defensa —y si así fuera, que realmente no lo era—, Daphne era extremadamente intimidante cuando se lo proponía, y James no era exactamente un cobarde, sino que tenía un nítido sentido de supervivencia.

James había visto cómo Juno Sayre había salido de la enfermería días después de que un simple depulso de la varita de Daphne la había impactado.  Sería impertinente pasar por alto las habilidades —antes ocultas— de la rubia de duelo. Solo estaba siendo precavido.
Además, luego de tanto trabajo duro que había tenido con las prácticas de Quidditch y su irresponsable equipo, tampoco había tenido mucho tiempo para sentarse a hablar con Daphne. James ni siquiera quería pensar en la cantidad de tarea y proyectos que habían tenido entre clases en razón de los TIMO. Había sido, después de todo, mera coincidencia el que no se habían encontrado aún, luego de que él le había robado su poción. Simple y mera coincidencia, nada más.

  Era un inusual y soleado día de otoño, con el cielo del Gran Comedor resplandeciendo sobre su cabeza; nubes mágicas que parecían algodón se deslizaban a un ritmo lento, y detrás de ellas, el azul firmamento radiaba una calidez exquisita; en cada ocasión que alzaba la mirada para apreciar el clima, la magia ancestral del castillo parecía deslumbrarse ante él con picardía, haciendo del cielo un azul aún más intensificado. James estaba sentado en su respectiva mesa de Gryffindor con su pelo mojado que goteaba sobre su té y también en su plato de desayuno. Él leía El Profeta con el ceño fruncido en concentración, totalmente absorto en las palabras que estudiaba, produciendo un estado de calma que solo una rutina matutina podía ofrecer. Ayudaba el saber que Daphne Bell no bajaría de su recámara hasta que comenzara el primer periodo. Remus y Sirius, quienes lo habían divisado a lo lejos, se acercaron para unirse al joven de lentes.

—James, ¿hace cuánto estás aquí? Y con Sirius creíamos que habíamos madrugado—, le preguntó con incredulidad Remus. James levantó la mirada para observarlos.

   Había sido una cruda madrugada para ser ellos, en efecto. Especialmente para tratarse de Sirius, quien era difícil despertarlo por la mañana y tenía la costumbre de no despertarse por completo hasta luego del almuerzo, pero en horarios escolares, eso dejaba de ser una posibilidad. El joven de cabello azabache apenas tenía los ojos abiertos cuando se derrumbó en el asiento cercano a Remus. La corbata de Sirius yacía sobre sus hombros sin atar, y su camisa tenía gotas de agua como si hubieran caído de su rostro y cabello sobre ella. James no dudaba que exactamente así había sido, posiblemente vistió su uniforme dormido y se lavó el rostro de igual forma. Remus, por su parte, se veía un poco más prolijo, aunque dentro de su desaliñado orden cotidiano. Ninguno de los dos llevaban puestas sus túnicas, Sirius ni siquiera su suéter y Remus lo estilizaba arrugado por encima de sus antebrazos.

—No hace mucho. La práctica terminó hace una hora y media, por lo menos. Logré ducharme y en cuanto terminé, vine a disfrutar de un nutritivo desayuno—, respondió en tono calmado. Dejó un segundo su periódico sobre la mesa para buscar algo en su maletín—. En el camino me encontré a Slughorn, quien amablemente me entregó las notas del proyecto de la Poción Fortalecedora...

𝐮𝐧𝐭𝐢𝐭𝐥𝐞𝐝 ➵ j.potterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora