CAPÍTULO IV

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CAPÍTULO IV: Dulce Juno
"El hombre nacido de mujer, corto de días, y harto de sinsabores. Que sale como una flor y es cortado; y huye como la sombra y no permanece. ¿Y sobre éste abres tus ojos, y me traes a juicio contigo? ¿Quién hará limpio de inmundo?"



Lunes 8 de Septiembre, 1976


   Ese día se completaba la detención de McGonagall. Seis largos días de limpieza de los calderones más viejos del colegio, que solían ser utilizados para transfiguraciones. Varios de los calderones terminaban convirtiéndose en ratas al tocarlos, a lo que la profesora McGonagall le había advertido que debía buscarlas y devolverlas a su forma inicial. Por lo tanto, no sólo había estado Daphne limpiando calderones engrasados, frágiles y con líquidos de dudosa procedencia, sino que también había estado practicando Transfiguraciones. Daphne debía cederle el mérito a McGonagall, esta vez se había lucido. Se preguntaba si era un castigo premeditado que estaba esperando la chance perfecta para utilizarlo con ella, si tal vez tenía una lista escondida de castigos ingeniosos que usar en alumnos revoltosos —por supuesto que allí no entraba James Potter—, o simplemente tenía la magnífica habilidad espontánea de pensarlos.
Tal vez era una especie de talento natural en los profesores de Hogwarts o tal vez, era un rasgo adquirido luego de que te volvías uno.

Lo cierto era, Daphne detestaba a Minerva McGonagall, y Minerva, odiaba injustificadamente a Daphne Bell.

Así que eso era eso. Por otro lado, los días de Daphne en el castillo se habían vuelto notoriamente más tranquilos desde que Juno Sayre había decido ignorarla por completo. El primer día —eso era, el día que el caos se desató por completo trayendo a luz varios traumas que antes habían estado bien resguardado—, Daphne pensó hey, está bien. Se siente avergonzada, dale su tiempo. Al día siguiente, la paciencia de la rubia comenzaba a tener tics nerviosos indeseados. Una persona podía ser paciente hasta cierto tiempo; luego, era tan sólo justo arrebatar contra la persona que abusaba de su paciencia. Entonces Daphne hizo lo justo.

Esperó pacientemente a que su tan querida amiga saliese de su clase de Estudios Muggles luego de haber analizado meticulosamente sus horarios, y encontrado un pequeño puente temporal entre su próxima clase y la finalización de ésta, y la acorraló apenas ella pisara fuera del aula.

Siendo honesta, Daphne no creyó que fuera realmente necesario gritar de la manera que Juno lo hizo. En su opinión, había sido exagerado; pero Daphne era una persona razonable, abierta de mente incluso, por lo que entendió —en cierta forma— cuando la profesor McGonagall le volvió a repetir las pautas que esperaban ser seguidas de una alumna de su curso. Al igual que entendió cuando fue sermoneada por los posibles peligros de tomar por sorpresa a una persona, aprisionandola contra una pared, a la vez que se tenía una capa encima de la cabeza.

Ahora, acerca de ese último detalle, Daphne no podía ser más insistente de cuán necesario había sido la capa sobre la cabeza. ¡Era un día nublado! Lo único peligroso era el alto porcentaje de humedad, no sus aparentes "tendencias antipáticas". En la juventud de Daphne, no existían tales términos, pero de nuevo, ella era una persona abierta de mente. Si sus profesores decían que Daphne debía cuidar sus acciones, ella lo pensaría.

  Por supuesto, sabía que no había nada que cambiar. En todo caso, era Juno quien necesitaba una intervención urgente, y explicarle de la importancia de estar atenta a sus alrededores en cada momento —¿Quién olvida un pergamino con sus horarios en un libro prestado de la biblioteca? Vamos, prácticamente estaba rogando que algo por el estilo le pasase. Esa experiencia serviría de aprendizaje—, especialmente con lo jodidas que estaban las cosas en contextos bélicos.

𝐮𝐧𝐭𝐢𝐭𝐥𝐞𝐝 ➵ j.potterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora