[anton] autumn

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En el campus de Yale, las hojas caían lentamente de los árboles, llenando de color las aceras de la prestigiosa universidad. Anton caminaba por uno de los senderos hacia su próxima clase, una mano metida en el bolsillo de su abrigo caro y la otra sosteniendo su portátil. Venía de una familia influyente en Nueva York, de aquellas familias con apellidos que abrían puertas y cerraban tratos sin necesidad de palabras. Sin embargo, algo lo mantenía inquieto últimamente, algo que no tenía que ver con las expectativas de su familia o los futuros negocios que algún día heredaría. Ese "algo" era Danhee.

Danhee también venía de una familia poderosa, conocida en los círculos más exclusivos. En el campus, su presencia no pasaba desapercibida, pero había algo más que la distinguía de las demás chicas ricas: su inteligencia afilada y su risa despreocupada. Ella sabía manejarse en ese mundo de superficialidades, pero Anton sentía que había algo mucho más profundo en ella, algo que lo atraía sin remedio.

La había visto muchas veces en las clases de negocios que compartían. Ella siempre participaba activamente, haciendo preguntas incisivas que dejaban a los profesores pensativos. A Anton le gustaba su independencia, la forma en que no se dejaba intimidar ni por la élite de la universidad ni por las expectativas de su apellido.

Un día, después de una clase sobre estrategias corporativas, Anton decidió hablarle. Sabía que debía ser ahora o nunca. Se acercó mientras ella guardaba sus cosas en su bolso de diseñador, preparándose para salir del aula.

—Danhee, ¿verdad? —dijo Anton, tratando de sonar casual mientras su corazón latía un poco más rápido de lo normal.

Danhee levantó la vista, claramente sorprendida de que él le hablara. Sonrió con curiosidad.

—Sí, ¿Anton, cierto?

Él asintió, sintiéndose un poco más seguro ahora que había roto el hielo.

—Vi cómo manejaste ese debate sobre las fusiones. Fue impresionante, tienes una visión interesante sobre las empresas familiares.

Ella rió suavemente, sacudiendo la cabeza.

—Gracias, pero no fue nada. Solo digo lo que pienso.

Anton la miró fijamente por un momento, atrapado por la manera en que sus ojos brillaban cuando hablaba de algo que le apasionaba. Entonces, sin pensarlo demasiado, se decidió.

—¿Te gustaría tomar un café? —preguntó, esperando no sonar demasiado precipitado—. Hay un lugar cerca del campus que es... bueno, especial.

Danhee lo miró por un instante, claramente sopesando la invitación. No era la primera vez que un chico de familia poderosa le invitaba a salir, pero había algo en Anton que era diferente. Él parecía genuino, no arrogante como muchos de los chicos que conocía.

—Está bien —aceptó finalmente, con una sonrisa divertida—. Pero sorpréndeme con ese lugar especial.

Anton sonrió ampliamente, satisfecho de haber dado el primer paso.

Caminaron juntos por las calles adoquinadas hasta llegar a un pequeño café con un cartel discreto. Danhee lo miró, y su sorpresa fue evidente.

—¿Neo Caffee? —preguntó, sus ojos agrandados por la sorpresa—. ¿Hay uno aquí? Creí que solo estaba en Seúl.

Anton sonrió al ver su reacción.

—Es uno de los secretos mejor guardados de Yale. No mucha gente lo conoce. Siempre pensé que era perfecto para las conversaciones importantes.

Danhee soltó una carcajada.

—¡Impresionante! —exclamó—. Creí que lo había visto todo aquí, pero parece que aún me queda mucho por descubrir.

Ambos entraron al acogedor local, donde el aroma del café recién molido llenaba el aire. Se sentaron en una mesa cerca de la ventana, desde donde podían ver el ajetreo del campus, aunque dentro del café, todo parecía más tranquilo, como un pequeño refugio del bullicio universitario.

Mientras hablaban, Anton notó cómo Danhee se relajaba poco a poco. Sus conversaciones fluían de manera natural, tocando temas que iban desde el impacto de la globalización en los negocios familiares hasta las series de televisión que les gustaban. Ella era lista, divertida y segura de sí misma, pero también había una vulnerabilidad en su mirada que Anton apenas empezaba a descubrir.

—Entonces, ¿te gusta Yale hasta ahora? —preguntó Anton, tomando un sorbo de su café.

Danhee asintió, pero luego sonrió con cierta nostalgia.

—Sí, aunque a veces echo de menos la vida en la ciudad. Todo aquí es tan... contenido. Pero el otoño lo hace todo más llevadero, ¿no crees? —dijo, señalando con la mirada las hojas que caían fuera del café.

Anton la miró fijamente, con una sonrisa suave en los labios.

—Es verdad. Otoño tiene algo... especial. Como si todo se transformara y, de alguna manera, fuera un nuevo comienzo.

Danhee lo miró con curiosidad, captando el doble sentido en sus palabras. Sus miradas se cruzaron por un instante, y ambos se quedaron en silencio, como si las palabras no fueran necesarias.

Anton sabía que estaba empezando a sentir algo más profundo por ella. Cada conversación, cada risa compartida, lo acercaba más a ese momento en que tendría que decirle lo que sentía. Pero por ahora, solo quería disfrutar de su compañía, en ese pequeño rincón del campus, donde el tiempo parecía detenerse y el otoño cubría la ciudad con su suave melancolía.

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