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Después de la reunión, Elsa había seleccionado a las personas que la acompañarían en este viaje: Astrid, Harald y Matías

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Después de la reunión, Elsa había seleccionado a las personas que la acompañarían en este viaje: Astrid, Harald y Matías.

Los demás estuvieron de acuerdo con las decisiones tomadas, a excepción de Hiccup, quien aún no se veía complacido con todo lo que estaba pasando.

No quería que su amada se fuera y expusiera su vida al peligro, como todas las veces que emprendió vuelo y regresaba con dolorosas huellas de batalla. Pero tampoco quería ser la sombra que le impidiera cumplir con su destino, porque lo sabía. Sabía que había grandeza en su persona, lo saboreaba cada vez que liberaba islas de la esclavitud y rescataba parvadas abandonadas de dragones, cuando la probaba bajo una lluvia de estrellas, al dormir encima del suave manto frío que emanaba su piel. 

Aún así, su corazón era tremendamente egoísta cuando se trataba de Elsa. No sabía si podría seguir existiendo sin ella a su lado, se daba cuenta de ello cada noche antes de dormir. 

—¿Tienes algo que decir? —susurró la platinada, comiendo un bocado de la comida que descansaba sobre la mesa.

El ojiverde salió de su ensimismamiento, parpadeando varias veces antes de pedir que le repitieran la pregunta.

—Estás muy distraído, ¿es por lo de hoy? —preguntó Elsa, tomando con suavidad la mano tendida de su esposo.

—¿Es necesario que te vayas? —decidió ser directo, la chica notó de inmediato el atisbo de miedo en su timbre de voz.

—Mi madre apareció en mis sueños —luego de unos segundos sin evocar una palabra, Elsa declaró—. Fue una especie de recuerdo, una visión del pasado, no lo sé. Pero fue suficiente para convencerme de hacerlo. Se lo debo a mis padres.

—Sabes que no les debes nada, ellos hicieron lo que tenían que hacer para protegerse y protegerte a ti —el castaño aclaró, pues no le gustaba que ella quisiera hacer todo esto para "devolverles el favor" a sus progenitores.

—Lo sé pero... No puedo evitar pensarlo de esa forma.

El silencio se instaló sobre ellos, no había más que decir, por lo que se enfocaron en terminar su cena.

Al terminar de lavar y enjuagar los platos, Elsa secó sus manos en una toalla rasposa y subió a la segunda planta de su casa, lista para ir a dormir. Le esperaba un día agotador, donde planearía a detalle su misión alado de las personas que confió para enfrentar este desafío.

Desafortunadamente para ella, la noche no sería tranquila. Una fiera de ojos esmeraldas atacó su cuello sin darle tregua para oponerse. 

[...]

Ya en su despacho, todos empezaron a discutir sobre cómo iniciarían su entrada a la élite. Sobre todo el hombre de ojos cafés, puesto que era la persona indicada para explicar la monarquía de Arendelle.

—Para acercarte a la realeza, debes ser una noble con enorme fortuna o poseer una característica única por encima del promedio. Tu físico nos ayudará a darte a conocer —Matías señaló.

Si algo le había quedado claro a Matías fue que la apariencia importaba demasiado dentro del castillo. Ser agraciado y simpático podía ser tu mejor y efectiva arma.

Harald no pudo evitar reír por lo dicho, así que Astrid se encargó de él propinándole un codazo en las costillas, la ojiazul agradeció asintiendo con la cabeza.

—Debemos tomar en cuenta qué quieres hacer, para guiar el camino sobre tus decisiones. Sólo hay dos herederos para la corona: el príncipe Dustin y tú. ¿Qué haremos para no dejar desamparado al pueblo sin un líder?

El peso del mundo se cernió sobre su estómago de sólo imaginar que era la primogénita de un posible monarca. No quería cargar con tal responsabilidad, tenía suficiente con ser la jefa consorte de Berk.

—No estoy dispuesta a quedarme en Arendelle. Así que lo mejor será conseguir alguien digno para el puesto —advirtió, tajando de raíz las esperanzas que el moreno tenía sobre ponerla bajo la corona. 

—¿Por qué no consideran al tal Dustin? ¿Es un inepto? —Harald preguntó.

—Como habrás escuchado, sus antecesores no han sido buenas personas, y en el tiempo que estuve en el castillo me di cuenta de las personalidades que tienen los integrantes de la realeza. El antigüo rey Soren solía ser calmado pero calculador, alguien que tenía objetivos secretos en cada movimiento que realizaba. Vidar era explosivo y fúrico, todos le tenían miedo cuando sufría sus rabietas. Pero Dustin... —Matías se mantuvo callado, buscando las palabras exactas para describir a tan distinguido (y despiadado) caballero—... Es una persona del cual jamás sabes sus intenciones, su aura es tan pesada que puedes sentir sus ojos clavados en ti, buscando cualquier debilidad que tengas. Aún y con mis años de experiencia, no pude evitar sentirme agobiado ante su presencia —de tan solo recordarlo, un escalofrío recorrió su espina dorsal. 

Esos orbes dorados lo perseguían incluso en sus pesadillas. 

Cuando lo vio por primera vez, estaba siendo presentado ante la sociedad en un extravagante banquete, a los brazos de una nodriza.

—Entonces es una persona impredecible, hay que tener cuidado con él. No podemos vernos vulnerables cuando lo encontremos de frente —afirmó Astrid, sentada en uno de los sofás, cruzada de brazos intentando mantener una expresión fría. Sin embargo, estaba preocupada sobre el futuro incierto que les esperaba.

Pudo negarse, Elsa se lo habría permitido. Pero no quería dejarla sola en esta travesía, no se sentiría bien sabiendo que podría pasarle algo y no tendría en quién apoyarse. 

Después del ataque de los sujetos, lograron resolver sus diferencias. Ambas cambiaron y mejoraron sus actitudes. Se habían vuelto buenas colegas. 

—No es diferente a cualquier mafioso que hemos enfrentado en el pasado, no hay que estimarlo demasiado —sugirió la platinada, escribiendo las observaciones sobre su cuaderno.

—Lo importante aquí es si llevaremos a los dragones con nosotros —ambas vikingas voltearon a ver al pelirrojo con una cara de consternación. 

—¿Estás loco? Queremos pasar desapercibidos, no traeremos un maldito dragón a la boca del lobo —gritó Astrid, lanzándole un cojín directo a la cabeza.

—¡El dragón le gana al lobo! Además, también lo digo por la distancia —respondió Harald, esquivando con éxito el objeto.

—Es cierto. Arendelle está sumamente lejos de aquí. Tardaríamos demasiado si nos marcháramos en un barco, sin contar que sería costoso.

Elsa no sabía si sería buena idea incluir a Temperance en el plan. Incontables cantidades de veces la había salvado de último minuto en sus redadas. Pero esta vez no se expondrían al enemigo, ¿sería prudente llevarla a un lugar donde no tendría la misma facilidad de defenderse si lo necesitara?

De sólo pensar en ello le propiciaba un fuerte dolor de cabeza.

Touching the sun | PARTE IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora