3. Enemigo

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-¡¿Qué has hecho que?!- le grité a Taylor, flipando.

-Pues que le he pagado al casero este mes por ti, pero me voy del piso. He encontrado algo más moderno y, seamos sinceras, no necesito vivir acompañada. Yo lo hacía por ti, pero el otro está más cerca de las oficinas y es mas... cómodo- Soltó como si nada.

-¿Te das cuenta de que yo sola no puedo pagar esto? Podrías haberme avisado hace tiempo- Casi me pongo a llorar pensando qué hacer. No puedo pagarlo, pero tampoco puedo irme porque no hay nada más barato que esto.

-Te tocará buscarte otra compañera de piso- me dice tan pancha la tía.

 -Pero ¿Qué clase de amiga eres tú?- le espeto sin pensar. 

-Leah, no vayas por ahí, llevo mucho tiempo diciéndotelo y ahora ha pasado.- Todo esto lo decía mientras Walter, que ahora era su rollo, le ayudaba a bajar maletas. Dios, las había preparado a escondidas para decírmelo e irse enseguida. Me lo comentaba de vez en cuando pero no sabia que estaba buscando algo. Tendré que pagar el siguiente mes con los ahorros para la universidad, con lo poco que me quedaba para poder ir... Dios mío, me pasaré toda la vida sirviendo copas y acabaré durmiendo en el banco de cualquier parque. Tengo que anunciar el alquiler de la habitación de Taylor, pero ya.

-Tía, he dejado este mes pagado, para que tengas tiempo a encontrar a alguien. Nos seguiremos viendo. Te voy a echar de menos- Yo a ella no, traidora.

-Para ser mi amiga eres una amiga un poquito hija de puta-Le dije mientras se despedía de mí con un abrazo y me puse a llorar cuando se fue, no por ella, por mí. ¿Qué iba a hacer ahora? Me quedaba sola, literalmente, no tenía a nadie más. Me había cerrado tanto a todo el mundo que no me hablaba ni con mi familia. Me encerré en mi habitación y me puse a pensar en todas mis malas decisiones, autodestrucción lo llaman algunos, para mi es mi día a día. 

Estuve como dos horas mirando mis contactos del móvil y no había nadie con quien poder contar. Necesitaba hablar con alguien, la desesperación de estar siempre sola ya me estaba matando, el no tener a nadie con quien hablar a nadie con quien contar era solo culpa mía. Había apartado a todo el mundo de mi o mas bien ellos se habían ido al cansarse de mis desastres emocionales. Y Taylor, ella ni si quiera sabia nada de mi pasado, solo sabia lo que yo quería que supiera, solo para que no me dejara sola como todos, pero lo ha echo igual.

Entonces, encontré el chat de Killian con un mensaje de hace dos semanas después de la cena, el cual ni había leído, que decía "No era broma, cualquier cosa me llamas". Nos habíamos visto unas 5 veces mas pero solo porque se pasaba por mi puesto de trabajo y charlábamos de cosas sin sentido. Sin pensarlo mucho, lo llamé. Necesitaba desahogarme con alguien. Cogió el teléfono al segundo.

-Hombre, la chica borde- estaba sorprendentemente alegre. 

-Hola, no quería molestarte, pero no sabia a quien llamar- empecé a morderme las uñas con los ojos llorosos.

-Tú nunca molestas, mujer. ¿Cómo va todo? ¿Estás bien?- No sé si fue el hecho de que alguien me lo preguntara porque hacía años que nadie lo decía o porque no podía soportarlo más dentro de mí, pero empecé a llorar. Me costaba respirar. Otra vez.

-Oye, ¿Qué te pasa?- No contesté. -¿Estás en tu casa?- Parecía preocupado.

-Si- Logre decir con voz débil. 

-¿Necesitas hablar con alguien.?

¿-No... lo siento no debería haberte llamado...- sollocé sin querer.

-Voy para allá.- Y colgó.


A los 10 minutos, llamaron al timbre. Me arrastré hasta la puerta, limpiándome las lágrimas con el puño del pijama. Abrí la puerta y ahí estaba él, con el pelo negro despeinado, mirándome con pena con esos ojos azules que hasta el cielo tendría envidia.

-Como me mires así más tiempo, te juro que te cierro la puerta y te dejo fuera.- Dije con mala cara.

-Vale, vale- me sonrió y levantó las manos a modo de rendición mientras pasaba, y yo cerraba la puerta. Le señalé el sofá para que se sentara, y me senté a su lado, no muy cerca, lo normal con una persona que apenas conoces.

-Bonito piso, es muy...- se quedó callado.

-Muy viejo-  contesté repasándolo con la mirada. Vale era viejo pero tampoco tanto, una pintadita y muebles nuevo y ya parecería otra cosa.- Se ve que ese era el problema- Le conté lo sucedido con Taylor, mi problema para pagar yo sola las facturas y mis ahorros de la universidad,  él escuchaba sin cortarme ni una vez, asintiendo con la cabeza.

-Así que ahora estoy sola- dije cuando terminé y suspiré.

-¿Cuál es el problema?- -dijo él, a lo que lo miré con mala cara ¿No había entendido nada? 

-Que yo sola con todo esto no puedo. Tampoco puedo decirle a ninguna amiga que venga porque estoy sola. No puedo hablarle a mis padres porque con ellos estoy aún más sola. No puedo hablar con nadie. Nadie me soporta, nadie me quiere, nadie... nada.- Lo solté de carrerilla y cerrando los ojos, noté una sensación extraña en el pecho. Comencé a hiperventilar, las pulsaciones se me aceleraron, sentía que iba a morir, y me lo merecía. -No merezco tener a nadie. Todos se van, y nadie es la excepción- Corté para respirar como pude, mientras lágrimas caían de mis mejillas. -No puedo más- Comencé a temblar y notaba que me ahogaba.

-Leah...- Llore mas- Ey, ey, respira- Killian me puso una mano en la espalda. -Coge aire, así, muy bien. Ahora, échalo, vuélvelo a hacer. Venga, me has dicho que quieres ir a la universidad, que por eso estabas ahorrando. Venga, dime, ¿Qué quieres estudiar?- Mientras me distraía con preguntas, me acariciaba la espalda. 

-Literatura- le dije y me eché a llorar como nunca, a lo que él reaccionó como si estuviera toda la vida haciendo eso y me puso la cabeza en su pecho mientras me acariciaba el pelo y me abrazaba por la espalda. Yo me dejé hacer, no podía pensar con racionalidad. Me aferre a el como a un salvavidas, sentía que me iba a morir.

-Venga Leah, esto que te esta pasando es normal, pero tenemos que controlarlo, respira otra vez como antes que lo has echo muy bien- Se le escuchaba preocupado y  hice lo que me pidió.  Estuvimos los dos haciendo ejercicios de respiraciones mientras me acariciaba la espalda.

Al final me calme pero no sé cuánto tiempo estuvimos en el sofá mientras seguía abrazándome, pero yo me dormí derrotada.

Cuando desperté, era ya el día siguiente, y no sé ni cómo acabé en mi habitación. Me levanté con los ojos doloridos de haber llorado tanto ayer y fui a la cocina, donde encontré una nota en el frigorífico. "Me tuve que ir, lo siento, espero que estés mejor", a lo que, sin saber por qué, sonreí un poco guardando la nota en un cajón. Miré por toda la cocina, nada, no me apetecía desayunar nada, tampoco había nada más que leche y galletas. Me puse a ver la tele pero no le hacia ni caso, seguía pensando en lo de ayer, como una persona sin conocerme estuvo ahí mas que nadie, le debía una. Hoy no iba a ir a trabajar, he llamado a mi jefe y le he dicho que estoy con la gripe, es mentira pero se lo ha creído. Quiero dormir 10 años mas. Me levante y volví a la cocina y nada, no había nada, que lastima que los estantes no se llenen solos de comida. Cerré todo y me dispuse a volver al salón cuando sonó el timbre, puse los ojos en blanco, a saber quién era. Por un segundo pensé en no abrir pero lo hice, abrí y vi ahí plantado al mismo chico que ayer, pero con una bolsa de cruasanes en una mano y una maleta en la otra.

-¡Buenos días! Adivina quien es tu nuevo compi de piso, venga enséñame mi habitación- Me dijo con una gran sonrisa mientras pasaba dentro de mi casa, a lo que yo me quede de piedra en el sitio.

ThunderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora