7. Killian. Bad liar

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La primera vez que vi a Leah, estaba en ese pequeño bar del centro de Longview. La verdad es que no tenía intenciones de acercarme a ella; simplemente, estaba allí disfrutando de mi tiempo. Leah era la típica chica que parecía llevar el peso del mundo sobre sus hombros. No pude evitar notar la melancolía en sus ojos, como si guardara secretos oscuros detrás de esa mirada penetrante.

La conocí oficialmente en esa cena con Taylor y Walter. Leah no parecía muy entusiasmada con la idea de salir con extraños, y honestamente, tampoco yo. Pero, de alguna manera, nuestras vidas se entrelazaron esa noche, y no precisamente de la manera que esperábamos.

Desde aquel momento, he visto a Leah lidiar con demonios internos que ni siquiera conozco por completo. Ha habido noches en las que llama a mi habitación a altas horas de la madrugada, sumida en llanto y desesperación. No me cuenta detalles, pero puedo percibir la tormenta en su voz. Descubrí que Leah lleva consigo una carga pesada de experiencias pasadas. Un exnovio abusivo que la maltrató física y emocionalmente, dejando cicatrices invisibles en su alma. Las lágrimas que vi reflejadas en sus ojos no solo eran por el presente, sino por un pasado que la persigue como una sombra.

Desde entonces, hemos compartido noches hablando de todo y de nada. Leah ha abierto su corazón poco a poco, y yo, a su lado, he sentido la urgencia de protegerla de cualquier mal que pueda acecharla. No solo porque ella me importa, sino porque nadie debería enfrentar la oscuridad sola. Tal vez no pueda borrar su pasado, pero estoy decidido a ser una luz en su presente y, si ella me lo permite, en su futuro.


Leah estaba en la cocina, haciendo algo que, honestamente, no sabía si era comida o un experimento culinario. Me acerqué, mirando lo que estaba haciendo con una ceja alzada.

—¿Se supone que eso es comestible, Leah? —pregunté, tratando de contener una risa.

Ella me lanzó una mirada de reojo y sonrió de manera desafiante.

—Por supuesto, Killian. Siempre estoy innovando en la cocina. ¿Quieres probar?

—No gracias, prefiero no poner en riesgo mi sistema digestivo —respondí con una sonrisa burlona.

Leah se acercó con una cuchara y me amenazó con darme a probar su... no se ni lo que era eso. La observé con diversión, sabiendo que aquello era solo una muestra de su peculiar sentido del humor.

—Si no pruebas, no podrás apreciar mi genialidad culinaria —dijo con una sonrisa traviesa.

—Lo siento, pero no estoy preparado para enfrentarme a esa genialidad. Tal vez en otra vida —respondí, retrocediendo un paso.

Leah fingió un suspiro dramático y se llevó la mano al pecho.

—Oh, Killian, estás perdiendo la oportunidad de tu vida.

—Creo que puedo vivir con esa pérdida —contesté con una risa.

La verdad es que me encantaba esa dinámica entre nosotros. Siempre había una chispa en el aire, una mezcla de humor y complicidad. Aunque nuestros encuentros podían ser un caos a veces, siempre encontrábamos la manera de reírnos y disfrutar el uno del otro.

—Sabes que te encanta mi compañía —dijo Leah con una sonrisa juguetona.

—Bueno, tolero tu presencia, eso es suficiente —respondí con un guiño.

Leah soltó una risa contagiosa, y supe que, a pesar de nuestras diferencias y altibajos, había algo especial entre nosotros. Algo que iba más allá de las bromas y los roces cotidianos. Y por primera vez en mucho tiempo, me di cuenta de que no me importaba en absoluto.

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