12. Que sea lo que Dios quiera

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Al día siguiente de lo sucedido,  día de Navidad, me despierto con el suave zarandeo de Killian. -

-Leah, oye, despierta- me susurra con ternura.

-Joder, Killian, con lo a gusto que estaba- le respondo dándome la vuelta entre las sábanas. La realidad de lo ocurrido la noche anterior pesa sobre mí, pero la voz de Killian parece ser un bálsamo.

-Es que son las 12:00 del mediodía y en un rato tengo que salir camino a casa de mis padres... Quería preguntarte si te querías venir a comer- me propone Killian. Me quedo en silencio, procesando sus palabras. -Si no quieres, no importa. Vendré pronto para estar contigo- añade él.

 Lo pienso por un momento. No me apetece estar sola en estos momentos, no después de lo de ayer. Un poco de normalidad me vendría muy bien.

-Vale, sí, voy- le digo, mirándolo a esos ojos tan claros como el cielo. -Deja que me ducho y vamos- anuncio, y al levantarme, Killian se acerca y me abraza inesperadamente.

-Eres más fuerte de lo que crees. Venga, no te entretengas- me sonríe, y le devuelvo el gesto.

Escojo mi ropa, optando por un conjunto cómodo pero cuidado, y me dirijo a la ducha. No tardo más de 10 minutos porque no necesito lavar el pelo, y luego me visto rápidamente. Al salir del baño, Killian está en el sofá esperándome.

-Ya estoy lista- digo con una sonrisa, dando una vuelta completa para que vea el outfit. 

-Estás tan guapa como siempre- me dice con una mirada que no reconozco, y yo me sonrojo.

Cogemos el coche y nos dirigimos a su casa. Estoy nerviosa y no sé por qué. La mezcla de emociones tras lo sucedido y la incertidumbre del encuentro con su familia me generan un cosquilleo en el estómago. El camino se hace corto, vamos los dos cantando canciones de los Beatles, se convierte en un momento muy agradable.

Cuando llegamos a su calle, me quedo completamente alucinada. Ante nosotros se erige una casa imponente, majestuosa, con una arquitectura que parece sacada de un cuento de hadas. La fachada, revestida de piedra, destaca por la elegancia de sus detalles y el impecable diseño. Enmarcada por altos árboles que parecen acariciar el cielo, la casa tiene un jardín exuberante y cuidado que se extiende en armonía con la magnificencia del lugar.

Las luces suaves que adornan el exterior resaltan la belleza de la entrada principal. Un camino empedrado conduce a una puerta doble de madera tallada, con detalles intrincados que cuentan historias silenciosas. La casa, rodeada por una verja de hierro forjado artísticamente, emana un aura de serenidad y bienestar.

El jardín, un vergel lleno de colores y fragancias, parece un rincón mágico. Flores de todas las variedades se despliegan en arreglos cuidados, y en el centro destaca una fuente rodeada de bancos de piedra. La luz del sol se refleja en el agua, creando destellos dorados que danzan.

Estoy asombrada por la belleza de la casa y su entorno. Es como si hubiera cruzado el umbral de un mundo encantado, y siento la afortunada oportunidad de explorar este rincón de ensueño junto a Killian. La magnificencia de su hogar refleja la vida que él lleva, y me pregunto qué secretos y maravillas aguardan tras esas puertas que ahora se presentan ante nosotros.

Entramos en la casa con las llaves de Killian, y ante mí se despliega un interior que parece sacado de un sueño. Un recibidor espacioso con suelos de mármol pulido nos da la bienvenida, iluminado por una lámpara de araña que cuelga majestuosamente desde lo alto. Las paredes están adornadas con cuadros impresionantes y detalles arquitectónicos que denotan un gusto refinado.

Frente a nosotros, unas escaleras enormes y preciosas se elevan con elegancia, invitándonos a explorar los misterios que aguardan en los niveles superiores. La barandilla de hierro forjado, decorada con detalles intrincados, añade un toque clásico a la majestuosidad del espacio.

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