-¿Cómo que compi de piso?- Mi expresión debió reflejar mi total sorpresa.-Estaba buscando piso donde mudarme y esta es la oportunidad perfecta. Tú necesitas compañero de piso, y yo un piso. Así que todos contentos- explicó Killian con una sonrisa mientras pasaba el umbral de la puerta. Cerré la puerta a mis espaldas, observándolo recorrer mi pequeño salón. Luego señaló la puerta de la habitación. -¿Es esta mi habitación?- Preguntó antes de abrirla y entrar como si estuviera en su propia casa.
-¡Espera, espera, espera! Nadie te ha dicho que sí. Esto es una locura. ¿Cómo voy a vivir contigo si ni siquiera te conozco?- Exclamé, pero Killian ya estaba a medio camino dentro de mi espacio personal.
-Ya nos conoceremos. Ahora voy a hacer la compra, porque veo que no tienes nada, ¿verdad? En un momento vuelvo- Sin darme tiempo a procesarlo todo o a contestarle, ya se había ido a comprar. ¿Qué le pasaba a la gente? ¿Por qué todos parecían decidir sobre mi vida de repente? Bien, que se quedara, pero que me dejara tranquila.
Permanecí unos minutos en el salón, procesando la surrealista situación. Luego, suspiré y me dirigí a la ventana. Vi a Killian en la calle, desapareciendo en la distancia. ¿Cómo había llegado a esto? ¿En qué momento mi vida se volvió tan caótica?
Unos largos minutos más tarde, estaba abriendo la puerta y Killian entraba cargado de bolsas.
-Deberías darme una copia de las llaves, no siempre estarás aquí para abrirme- sugirió mientras yo le daba acceso.
-Sí, claro- Fui detrás de él hasta la cocina, donde comenzó a sacar cosas de las bolsas. Noté que todo era fresco, ingredientes y productos para cocinar casero, nada de comidas precocinadas que solían llenar mi nevera.
-Eh, Killian, yo no cocino. Así que si has comprado todo esto para cocinarte tú, perfecto. Pero si es para los dos, es más probable que la casa salga en llamas a que yo haga algo bien.
-Tranquila, me gusta cocinar, y hacer algo para uno es lo mismo que para dos. Y si algún día quieres que pidamos una pizza, sin problemas.
-Vale.- Fui a coger el juego de llaves que había dejado Taylor y se lo tendí. -Toma tus llaves, puedes quedarte aquí a vivir pero tenemos que poner unas normas en esta casa-
-Me parece perfecto. Me encantan las normal, sobre todo romperlas - Killian sonrió mientras yo ponía los ojos en blanco y nos sentamos en los taburetes de la cocina con papel y bolígrafo en mano, dispuestos a establecer esas reglas.
1. Cumplir con el calendario de limpieza, y si la lías lo limpias.
2. No molestar las horas de sueño de tu compañero/a.
3. Siempre llamar al baño antes de entrar. (No tiene pestillo ni se puede poner)
4. Avisar antes de traer a alguien a casa.
Killian asintió mientras escribíamos en el papel.
-Claro, nada de fiestas- repetí para asegurarme de que quedara claro.
-A mí tampoco me gustan las fiestas-comentó Killian, -así que estamos de acuerdo en eso.-
-Perfecto.- Continuamos con las normas, dejando claro que cada uno se encargaría de sus cosas y que mantendríamos limpio el espacio común. -Y hablando de cosas personales- mencioné, -cada uno tiene su privacidad. No entraremos en las habitaciones del otro sin permiso-
-Por supuesto- acordó Killian. -Respeto a la privacidad, entendido.
-Y algo importante- añadí -la música. Nada de música a todo volumen a altas horas de la noche. Cada uno tiene sus propios auriculares.
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Thunder
RomanceLeah Cross, una joven única y rara con mal comportamiento con el mundo en general, pasado oscuro que le persigue, tiene una rutina establecida y se siente cómoda en su zona de confort. Killian Jones, un hombre adinerado con una personalidad fuerte...