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Habían pasado cinco desde que Jennie se enteró que estaba embarazada. Ahora mismo, la castaña tenía seis meses de embarazo.

No estaba tan mal pero ella creía no poder aguantar más.
Le dolían los pies, quería vomitar todo el tiempo, le daba mucha hambre, mucho sueño, lloraba y se enojaba todo el día.

Su vientre ya era notable.

Ahora mismo, era de noche y su esposa ya había tardado más de lo necesario. Jennie estaba que ardía en rabia. Cuando Lisa llegara, no se iba a salvar de su furia.

Jennie se sentó en el sofá a esperar a su esposa. Para este entonces, Sana ya se había mudado a un departamento de por ahí cerca con la excusa de que así podía estar más cerca de Jennie en caso de ella necesitar algo o al revés.

La castaña usó su teléfono ya harta de esperar y comenzó a llamar a su esposa, la cuál contestó después de tres timbres.

—Jennie… Amor… ¿Te pasó algo? ¿Estás bi—?

—¡Lalisa Manobal! ¡¿Se puede saber dónde mierda estás?! ¡Ya pasaron tres horas que tenías que haber llegado!— le reclamó, furiosa.

—Pero si hoy en la mañana te dije qué—

—¡Me vale un comino lo que me hayas dicho! ¡Estoy embarazada! ¡Y me dejas tirada en la casa por más de doce horas!— le gritó ahora sí.

—Jennie, no te alteres. En media hora voy. Por favor, no te alteres. Cuida tu salud y la de nuestro bebé— le rogó Lisa algo extraña.

Apenas dijo eso, la pelinegra cortó la llamada. Esto enojó aún más a Jennie.

—Oh, Lalisa. Ni creas que dejaré que te me acerques hoy— le dijo, cerrando la puerta de la casa con llave.

Jennie sonrió con malicia y entró a su habitación con Lisa y también la cerró con llave, se acostó en la cama y, el cansancio de llevar a un bebé en su vientre, la hizo dormirse rápidamente.

La castaña estaba tan cansada que se despertó a la mañana siguiente. Sonriendo, se bañó, se puso ropa interior, un vestido blanco que le llegaba hasta el muslo y se maquilló ligeramente.

Jennie iba directo a la cocina a cocinarse algo de desayuno pero rodó los ojos al escuchar el timbre de la casa sonar.

La castaña abrió la puerta y bufó. Ahí estaba su esposa. La pelinegra tenía puesto su traje de mujer empresaria multimillonaria, con una corbata mal puesta, su cabello desordenado y parecía que tuvo una muy mala noche.

—Jennie…

—Ni me hables, Manobal— la cortó, ignorando por completo lo que iba a decir su esposa. La castaña caminó hacia la cocina y comenzó a cocinar algo para ella.

Sintió el cuerpo de su esposa pegarse al de ella y las manos de Lisa acariciar su vientre abultado. —Estas hermosa hoy— le susurró. —Siento mucho no avisarte que llegaría tarde...

—Aleja tus manos de mí, Lalisa— la empujó enojada. —Te dije que no quería estar sola en casa por mucho tiempo. Prometiste trabajar desde las nueve de la mañana hasta las tres de la tarde. ¡Pero te vas a las siete y llegas a las diez! ¡Eres una idiota!— le gritó llorando.

—Jen, no te alteres, por favor— pidió desesperada.

—¡Vete a la mierda! ¡Sí quieres no divorciamos ahora mismo para que te cases con tu maldito trabajo!— Jennie ya no sabía lo que decía, estaba cegada por la ira. —O mejor haz cómo hacías antes. Lárgate y llega en la madrugada apestando a alcohol— Jennie soltó una risa amarga, tirando el trapo de cocina al suelo y pasando por a lado de Lisa. —Mejor pídeme el puto divorcio si así de poco te importamos.

La expresión de Lisa cambió a una culpable totalmente.

La castaña desapareció por la puerta de la cocina y Lisa se sentó en una silla del comedor. —Dios mío. Soy una idiota.

Su teléfono comenzó a sonar y Lisa contestó sin ver quién era. —Hola, preciosa— saludó la mujer desde la otra línea.

—Prometiste que solo sería una vez más y me dejarías en paz— ni saludó, Lisa atacó inmediatamente. —Quiero que me dejes en paz.

—No. Tienes que hacer algunas cosas más, si no quieres que Jennie se entere de tu hermosa aventura. O que en el peor de los casos, se entere y sufra tanto que pierda a su hijo— le dijo. —Ella no te lo perdonaría nunca…

—Solo dime qué mierda tengo que hacer ahora y déjame en paz— se apuró.

—A las siete de la noche. En mí casa. Mí hija se fue a una pijamada y mí esposo está fuera por trabajo— explicó. —Ni un minuto más, ni un minuto menos. Tic Tac, Lisa...

Lisa cortó la llamada enojada consigo misma.

La pelinegra se levantó de la silla y fue en busca de su esposa. La encontró acostada en su cama acariciando su vientre y comenzó a sentirse culpable.

Tenía que decirle todo a Jennie, pero no ahora. No ahora que tenía a su bebé en su vientre. Además, dentro de dos días tenían la cita para saber el sexo de su bebé. No podía decirle nada.

Cuando él bebé naciera, Lisa confesaría todo. Y sí Jennie decidiera divorciarse, ella lo aceptaría sin refutar sin mandarle la contraria. Se lo merecía después de todo.

Lisa entró a la habitación y se sentó en la cama.

—Lárgate.

Fue el susurró de Jennie.

—Jennie, preciosa. Lo siento mucho— dijo con la voz suave. —Estoy trabajando mucho en un proyecto nuevo de la empresa— era mentira, pero algo de verdad había. —No era mi intención mentirte. Yo de verdad creía que llegaría temprano a casa. También, perdón por no avisarte que llegaría tarde.

Jennie se giró y la miró a los ojos. —No debí haberte gritado. Perdón también— le dijo seca. —Estoy triste. Hace días llegas muy tarde. Y hace un mes que no me tocas.

—Tengo miedo de hacerles daño. A veces soy muy brusca— Era algo cierto, también era que la culpa no la dejaba en paz.

Jennie Asintió comprensiva. —Pero, al menos tenías que decirme.

—Lo sé y lo siento. Perdóname, Jennie. Prometo no volverlo a hacer— Lisa se subió a la cama y le tomó las manos entre las suyas y las besó con cariño.

Cómo amaba a su esposa.

La castaña suspiró. —Está bien. Sí vuelves a hacerlo no te quiero ver en mí casa jamás.

Lisa sonrió de lado. —No pasará. Te amo— le besó.

—Yo también te amo.



"¿De que sirve amarla, si no le dices la verdad?"

"¿Solamente le estoy viendo la cara?"

Tired Of Loving You - JenLisa G!P Donde viven las historias. Descúbrelo ahora