FANTASMAS PASADOS

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14 de febrero del 2022

–¿Has pensado en lo que te dije?

–No, tío, te dije que no.

–¿Por qué no? No seas así, Daniel, yo solo quiero...

–Cállate ya y acelera, que a este paso no llegamos hoy a la fiesta.

–Claro que llegamos. Y apuesto a que ella seguirá ahí cuando lleguemos...

–Ella me da igual.

–Ya, claro...

–¡¡MIKE, CUIDADO, JODER!! –mi grito ahogado se pierde entre las luces.




25 de noviembre del 2022, 06:02 a.m. hora continental.

Cuando toqué ese pomo, volví a verle, creí que jamás volvería a escuchar su voz, pero los susurros parecían tan reales. Todos tenemos fantasmas, todos deseamos cambiar algún detalle de nuestro pasado, pero el tiempo no funciona como queremos. Últimamente he estado pensando mucho en el tiempo; aquí dentro no funciona como debería. Siento que el tiempo pasa más lento, que todo ocurre más despacio.

Los primeros rayos del sol eclipsan mi mirada, deteniendo el mismo pensamiento de siempre: el tiempo me persigue. Y cada vez siento que corre más rápido que yo.

Pum, pum.

La puerta rugiendo a primera hora.

–Daniel, soy yo, Sam. ¿Vienes ya a desayunar o prefieres que te lo lleve a la cama?

Me levanto corriendo, arrugando cada músculo de mi cara en señal de frustración y expulsando prácticamente todo el aire que me queda en los pulmones.

–¿Qué coño dices Sam?

–¿He conseguido que me abras la puerta, no? Creo que esta vez he ganado yo. –me dice, sonriendo y apoyándose en la pared del pasillo, justo enfrente de mi puerta. –Vamos anda, que al final se acabará toda la comida buena.

No espera mi respuesta, se gira y comienza a caminar por el pasillo entre silbidos, sin prisa alguna.

–Pfff, vaya mañana me espera. –me llevo las manos a la cabeza. No he dormido nada, no tengo hambre y no me apetece ver a nadie...

Entro a la cafetería detrás de Sam y veo que es una sala amplia y larga, dividida en dos zonas: la barra y las mesas. En la barra no hay nadie atendiendo, solo comida expuesta y bebidas. Agua, leche, café, incluso zumo de naranja recién exprimido. En cambio, las mesas están llenas de gente hablando y riendo, gente despierta, gente que no parece estar huyendo de sus fantasmas.

–¿Qué te gusta comer, Daniel? –me pregunta Sam, sosteniendo dos bandejas sobre sus finas manos. –¿Café, huevos, pan?

–No tengo hambre, gracias.

–¿Con leche o sin leche?

–¿El qué?

–El café, ¿qué va a ser si no?

–Que no quiero nada, te digo. –trato de calmar como puedo mi carácter poco mañanero.

–Vale, vale, no hace falta ponerse así. –sonríe, asintiendo con la cabeza. –Que sea con leche y azúcar entonces, a ver si así...

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