DIECISIETE HABITACIONES Y NINGUNA MÁS

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En la mente de Daniel.


–Cada vez falta menos Daniel.

Una voz entre la nada absoluta, resuena en mi cabeza.

–Tu y yo sabemos que son pocos los soles que te quedan por ver salir de nuevo.

La voz de Mike causa estragos en mi cuerpo, haciéndome hablar solo.

–¿Qué quieres de mi Mike?, ¿dónde estás?

–¿De qué tienes tanto miedo Daniel?

–De él. –mi fría voz se apaga entre las cuatro paredes de la habitación en la que se halla mi cuerpo herido.

–Es tu padre Daniel, no le puedes tener miedo a tu padre.

–Tu lo conoces, no sabes como es.

–Tu tampoco lo conoces. Él se fue antes de que yo te conociera. Nunca le diste una oportunidad.

Mi cuerpo retorciéndose levemente.

–Pero tú nunca has querido escucharle; El sabe cosas que tu deberías saber antes de que nos encontremos. –y con eso la voz de Mike se disipa, dando así paso a un nuevo día en la enorme mansión.

Una fria y blanca habitación.

–¿Por qué no se despierta?

–Lleva ya dos días dormido, no es normal.

–Se ha roto la columna, su cuerpo necesita tiempo para curarse.

–Pero si no está en coma, ¿por qué no se levanta?

–Es imposible saber cuánto tiempo estará así. Le hemos dado un suero que le curara todo mal que tenga, pero necesita tiempo.

–Tiempo es lo que no tenemos.

–¿Cómo es eso posible?, ¿cómo un suero va a curarle la espalda?

–Nada es imposible en este lugar niña, ahora dejadme trabajar.

Voces resuenan en mi cabeza. Un líquido espeso calienta mis venas, mientras todo me da vueltas.

¿Val estás ahí?

¿Sam?

–Váyase usted doctor, Sam y yo nos quedaremos con él.

–¿Cómo dices?

–Que se vaya.

–Como querías, pero que sepáis que si no se despierta será vuestra la culpa...

–Daniel, soy yo Val, Sam también está aquí. Estamos los dos a tu lado, pero necesitamos que te despiertes ya. Por favor. No podemos perderte, no puedo perderte. –la voz de Val susurrando, calma por unos instantes mi cabeza, pero no es suficiente para despertarme de este estado catatónico.

No se que líquido me habrán puesto, pero no está solo curando mi cuerpo, está también hundiendo mi mente.



VALERIA


¿Qué hacemos ahora Sam? –no puedo más con esta agonía, son ya dos días los que llevamos aquí encerrados.

Mi padre no se ha molestado siquiera en saludarme, lo vi de reojo en la puerta cuando llegamos, pero no se ha vuelto a dejar ver. Veo que sigue sin perdonarme lo de la expulsión.

TE QUEDAS SIN TIEMPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora