CALLE ANTONIO VIVALDI

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¿Sabéis eso que dicen de que para despertarte de un sueño has de pellizcarte?

Pues deberíais de saber también que en una pesadilla eso no funciona. Puedes matarte a pellizcos, que no te vas a despertar. La única forma de que lo hagas es por que esta llega a su fin o que tu cuerpo llegue al límite de quebrarse y no le quede más remedio que arrastrarte a la realidad.

Por eso sé que sigo aquí, soñando, porque abro los ojos y ya no veo la cabaña llena de celdas, veo una calle vacía. Una carretera iluminada por la luz de la luna, cubos de basura a los lados y un cruce de calles al frente. Giró la cabeza aun mareado, superado por tanta información. No se como salir de aquí, como despertarme. Pero no tengo tiempo para pensarlo. Un estridente chirrido de neumáticos, irradia mis oídos, centrando mi mirada en el cruce. Veo su coche y mi corazón se detiene.

Todo pasa a cámara lenta, el coche de Mike se salta una señal de Stop, un viejo coche azul viene distraídamente desde la otra calle, ambos comienzan a frenar en seco, los coches impactan y veo como el metal de los morros se rompe, moldeando trozos destrozados que vuelan por los aires. Las ventanillas de ambos se rompen, la música de la radio ambienta la catástrofe, mientras la silueta de su cuerpo sale despedida de ese maldito coche rojo. Mike vuela por los aires, con pequeños trozos de cristal a su alrededor, antes de chocar con la cabeza contra el bordillo de la acera de enfrente y morir en el acto. Sangre chorrea de su nuca, entrelazándose con restos de aceite y gasolina que bañan la mitad de la calle, como migas de pan hacia los coches estrellados.

Quiero correr hacia él, abrazarlo y llorar en su hombro. Oler una última vez su aroma tan único y pedirle perdón por obligarle a ir a esa maldita fiesta. Pero no puedo moverme, es como si solo fuera un espectador en esa secuencia trágica, digna de un Goya. Cierro mis sueños, derramando sangre del corte ocasionado por mis uñas. Me pellizco mil veces con la esperanza de abrir los ojos en otro lugar o no volver a abrirlos. Pero no pasa nada.

Desolado, escucho una voz en mi espalda y me giro dispuesto a aceptar lo que sea que venga ahora.

–Hijo mío, has vuelto.

La carretera se desvanece a cada palabra de mi padre, una tenue luz comienza a iluminar mi alrededor, dando paso a esos muebles que tanto conozco, ese salón que tanto me conoce, ese lugar donde puse fin a su vida. La casa de mi madre invade mi mente, acabando con el último trozo vivo que quedaba de mi corazón.

–Te dije que no quería volver a verte. –lágrimas y rabia se apoderan de la conversación.

–Tenemos una charla pendiente, ¿lo olvidabas?

–Estás muerto, yo te mate. –escupo a sus pies.

–Aun así, aquí estoy, enfrente de ti, en el salón donde me clavaste ese cuchillo. –señala mi mano, que sostiene con fuerza el mismo cuchillo, envuelto en una tela azul, que use para matarlo.

–¿Qué más quieres de mí?

–No quiero nada tuyo hijo mío; Al igual que tu amiga Sammy, de mi solo queda una pequeña parte dentro de ti, recuerdos.

Quiero llorar, gritar y dejar de sentir tanto dolor, pero no puedo hacer nada ante tal situación. No se que hacer para ponerle fin a todo esto, solo me queda escucharle, aunque cada palabra que pronuncie desgarre mi interior, como pequeñas cuchillas, mas afiladas que cualquier arma que conozca.

–La puerta quiere matarte hijo mio, déjame que te salve.

–¿Por qué ibas tú a querer salvarme? A mi, que te mate. ¿Además tu la reviviste, por qué ibas a querer matarla ahora?

–Una vez te dije que no todo somos ni buenos ni malos, no juzgues sin conocer toda la historia.

Latidos emanan de mi pecho.

¿Ese es mi corazón?

¿Sigo teniendo uno?

¿Sigue latiendo?

–Tienes un hermano Daniel...

–Una hermanastra, lo sé. Adoptaste a Val, cuando nos abandonaste a mamá y a mi.

–Tome un largo camino para encontrar la puerta, no quería estar solo y a vosotros ya os había perdido.

–Eres un...

–Pero no es de ella de quien te hablo.

Los latidos paran durante unos segundos.

–Tu madre y yo tuvimos dos hijos, pero sólo podíamos criar a uno y te escogimos a ti. Tu hermano salió de nuestras vidas, antes de ni siquiera acabar de nacer.

–No es verdad, no puede ser, eso no...

–No se ni como se llama ni donde estará, pero eso busqué la puerta. Pensaba que había muerto y que está me lo devolvería, pero nunca murió. Alguien lo salvó antes de todo. La puerta no podía traerme a nadie vivo y cuando quise acabar con ella, elimino mi mente, dejando lo que quedaba de mi aquí, dentro de ti. Dejando a tus amigos solos, encerrados para morir en lo que un día fue mi mansión.

–¡No! –el grito hace temblar todo el lugar.

–Pero aún puedes salvarlos.

Mi silencio no crea duda en sus palabras.

–Vuelve, despierta y podrás salvarlos. Hay un pasadizo oculto en la mansión, con el llegareis hasta el centro antes del alba. Está en la parte de abajo, la llave está en tu mano Daniel, tu huella abre la puerta. Solo tú puedes abrirla.

–¡Te crees que no lo he internado! –no puedo gritar más. –¡No se como salir de aquí, no puedo despertarme!

–¡Eso es porque no dejas de culparte por todo! La culpa te esta atando a este maldito lugar.

Niego con la cabeza, con una fuerte presión colapsando mi mente.

–Te culpas por mi muerte, por la de Mike, por la de Sammy... No eres dios Daniel, no puedes decidir quien muere o quién vive. Yo no te culpo por matarme, me lo merecía. Mike decidió subirse a ese coche, no tú. Sammy aceptó vivir como un recuerdo tuyo porque te amaba. Y hasta que no dejes de culparte por ello, no te dejaras a ti mismo volver. Sigues creyendo que deberías de haber sido tú el que murió, pero no es así. Si tu sigues vivo, es porque aun te queda algo por hacer Daniel, aun te queda una última batalla por vivir. Ahora déjate de estupideces y despierta de una vez.

Sus gritos al fin despiertan mi mente, mientras su imagen pasa a ser algo más. Su estela se desvanece en el ambiente, uniéndose a esta casa, uniéndose a mi antiguo hogar. Trato de abalanzarme sobre él antes de que desaparezca, todo mi cuerpo salta, pero al abrir los ojos después de caer ya no lo veo, observo mi alrededor y por fin me doy cuenta.

Por fin estoy despierto.


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