SKIULKING

1 1 0
                                    


Por primera vez desde que duermo bajo el techo de este lugar, he dormido toda la noche sin tener pesadillas, sin tener su cara pálida clavada en mi mirada. Me he despertado sin ganas de ponerle fin a todo. Incluso quiero que Sam toque mi puerta para despertarme como lo hace cada mañana, quiero que Val se asome desde su cuarto y me mire como lo ha estado haciendo desde el primer día. Y, sobre todo, quiero llegar a la cafetería y sentir rabia al verla tan llena. No puedo creer que por fin me haya levantado contento.

Son las siete de la mañana, así que todavía falta una hora para que la gente se levante y dos horas para que la cafetería abra. Por lo tanto solo me quedan dos opciones: quedarme una hora tumbado en la cama esperando a que los minutos pasen lo más rápido posible, o ducharme rápido y salir en silencio. Obviamente, opto por la segunda opción, después de todo, aún queda algo del viejo Daniel en lo más profundo de ser.

Con el pelo aún mojado y la ropa recién puesta, abro la puerta con delicadeza, manchándome la capucha de la sudadera con la suciedad de la puerta. Cualquier ruido podría despertar al diablo y arruinar todo el buen humor que he logrado reunir. Una pequeña franja de luz se escapa por la puerta de mi habitación, iluminando medio pasillo. Las ganas de romper el viejo bombillo que cuelga del techo son tan tentadoras que tengo que respirar hondo varias veces antes de cerrar la puerta tras de mí. Con apenas visibilidad, doy un par de pasos y dudo unos segundos antes de tocar suavemente lo que, con toda la esperanza de mi corazón, espero que sea la puerta de la habitación de Sam. Cuesta ver bien entre tanta oscuridad.

–¿Qué cojones? –escucho pequeños gruñidos provenientes del interior del cuarto.

–Soy yo, Daniel...

–¿Eh?

–Abre, joder...

La puerta se abre ante mí y me resulta prácticamente imposible evitar soltar tal carcajada que seguro despertaría al más perezoso de los osos, pero afortunadamente aun puedo controlar mis impulsos. Sam, semidesnudo, me mira adormilado y los matices de sorpresa se notan en su mirada.

–Sam, ¿sabes que estamos en invierno, no?

No responde.

–Lo digo porque ir solo con unos pantalones a rayas azules y un gorrito a juego no creo que te caliente lo suficiente. Pero bueno, yo no te juzgo eh. Si quieres enfermarte y morir agonizando, es tu decisión.

Sam inspira y exhala pesadamente.

–¿Qué quieres, Daniel?

–¡Es hoy Sam! –grito en un susurro.

–¿Hoy qué?

–¿En serio, Samuel, no te acuerdas? –le pregunto con los brazos cruzados.

–Pfff. –resopla, recolocándose el gorro. –Tengo sueño Daniel, ve al grano.

–Hoy cumplo un mes en el centro, hoy cumplimos un mes como amigos.

–Joder, no me jodas, –se echa a reír, –no te creía de esos, Daniel.

–¿De esos?

–Sí, jajaja, de esos con sentimientos.

Para reírse de mí, no está tan dormido.

–Imbécil.

–Bueno, entonces arréglate. Val nos espera en la cafetería.

–¿Cómo?

–¿Qué pasa?

–¿Has hablado con Val antes que conmigo?

–Sí, fui a su habitación y se lo dije.

TE QUEDAS SIN TIEMPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora