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Ir a la biblioteca está
sobrevalorado

En los días siguientes no tenía clases hasta las 10:30 y aproveché por las mañanas para hacer diferentes tareas y comenzar a estudiar para mi primer examen. Ah y también llamar a mamá. Durante estos días me había llenado el móvil a mensajes, y siempre que la contestaba tarde me ponía un párrafo más grande de lo que ella puede escribir echándome la bronca y diciendo que está preocupada, por eso he tomado la decisión de no contestarla hasta tener nuestra conversación semanal. Que por suerte o desgracia es hoy.

Da el primer toque, segundo y antes del tercero contesta con voz seca.

—Hola, hija perdida.

—Hola, mamá —dejo que su largo suspiro me de paciencia— ¿Qué tal?

—¡Mal! ¿¡Por qué no me contestas a los mensajes!?

—Porque he... estado ocupada. Ha empezado el curso y tengo que estar atenta a todo, no puedo distraerme. Tengo un ex...

—¡Hablar a tu madre no es distraerte!

No quería hablar a mamá del trabajo que había conseguido, y menos después de haberle dicho que no quería distraerme. Por eso el resto de conversación se basó en hablar de diferentes cosas de clase, de Milo, de papá y de cómo les va a ellos en casa. Todo bien, todavía papá conserva toda su cordura viviendo a solas con mamá.

Cuando vivía con ambos todas las broncas iban para mí, todo lo malo que ocurría en casa seguro que había sido mi culpa y ahora que nadie estaba para recibir todo eso no me quería imaginar a papá y a su poca paciencia sufriendo.

Seguí hablando con ella durante unas horas. Mamá siempre tenía nueva información del barrio. Fuera una cosa u otra, tenía tema de conversación por horas. Llegó un momento en que la única que hablaba era ella, yo solo soltaba soniditos de afirmación tratando de que pareciera que seguía el hilo de la conversación.

A las 10:09 me empiezan a entrar los sudores, mamá no deja de hablar y tenía que irme a clase. Mientras terminaba de contarme todo me puse a recoger la mochila y de calzarme, eso podría darme algo de tiempo.

—Mamá, mamá —repito y ella se calla al momento, suelta un bufido pero lo dejo estar, no era momento para enfarme—. Tengo que irme, llego tarde a clase.

Me despido rápido de mamá mientras me pongo el abrigo y veo el papelito de Seb en la encimera de Sadie. Supongo que no le supondría nada venir a recogerme si no tiene nada que hacer por la mañana. Marco su teléfono y espero con impaciencia a que conteste.

—¿Sadie? —su voz, esperanzadora, me da ternura aunque tenga que chafarle esa ilusión.

—Soy Elena. Hola...

—Ah, hola —aunque se le va esa ilusión no parece fastidiarle mucho—. ¿Necesitas algo?

—Yo... quería pedirte si podrías acercarme a la uni, no pasa nada si no...

—Sí, sin problema. Dame cinco minutos.

Pongo la mochila en el hombro y bajo las escaleras de la residencia dando los buenos días a  Bianca la señora de recepción.

A los pocos minutos un coche blanco, alto y recién lavado se queda frente a mi. Me subo y Seb parece recién duchado con gotas en sus rizos rojos. Me saluda con una sonrisa y conduce hasta la entrada de la universidad.

—Gracias por llevarme, me has salvado la vida.

—Si quieren compensarme me sirve con una buena hamburguesa cuando salgas.

Precavidos sentimentales {Parte 1 ✔️ y 2}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora