6

29 3 2
                                    

Bienvenido a la
clase de cómo perder
la paciencia

Doy una palmada ganándome la atención de los pequeños. Me han estado preguntado sobre el juego libre, los tiros a canasta y juegos que no tienen que ver el baloncesto. Todo fruto de la anterior clase. Sus vocecitas ya estaban taladrándome la cabeza y soltar esa palmada les cayó de una vez. No quería sonar muy autoritaria cuando realmente ellos saben más del tema que yo así que quise poner orden, pero sin parecer borde.

Les mandé dar varias vueltas a la cancha. También dejé que fueran con una pelota mientras la votaban. La idea era que aprendieran a correr con la pelota en la mano sin que se les vaya a otro lado. Tutoriales de YouTube.

Cuando cruzan por delante de mí y solo les queda una última vuelta las manos comienzan a sudar mientras pienso que pueden hacer ahora. Hay varios juegos que Mark me estuvo contando que sabía que podría distraerles, pero no estoy segura de que los haya entendido bien.

Los niños se detienen delante de mí sin dejar de hablar entre ellos y botando la pelota sin control viéndome acorralada de nuevo. Froto mis manos en los pantalones quitando la humedad y trago saliva justo cuando la puerta se abre y deja entrar un frío horrible.

—Perdón por llegar tarde.

De todas las personas que podrían aparecer por el gimnasio de la universidad tenía que ser él. Ruedo los ojos según pasa por la mitad de la cancha y regala una sonrisa a todos los pequeños que le miran sin saber quién es. Aunque alguno que otro menciona su nombre, al parecer el equipo sí que tiene club de fans fuera del campus.

Lleva una mochila en su hombro, el pelo recogido en un gorro con el estampado de su equipo y se acerca trayendo el frío con él. Hunter Miller, una gran desconcentración con patas.

—¿Qué haces aquí?

—Primero dales la orden que estabas a punto de decir y después hablamos.

Suspiro y miró a mis pequeños alumnos. Tendré que confiar en que mis nervios no me traicionen y les mando el ejercicio que Mark me explicó. Tenían que hacer dos círculos con un compañero en medio, los de fuera se tiene que pasar el balón botando en medio del círculo y si el que está en medio se lo quita se tienen que cambiar de sitio.
Fácil, sencillo, veremos que tal sale.

Los niños parecen haber pillado el juego mucho más rápido que yo, -ignoremos el hecho de que Mark me lo tuvo que explicar hasta tres veces para que lo entendiera- y antes de que pueda darme cuenta ya hay dos círculos y están haciendo los pasos con rapidez. No me gustaría ser el del medio. Una vez que ellos tienen su ejercicio dado, pongo los brazos cruzados y miro con seriedad al chico de mi derecha.

—¿Me vas a decir qué haces aquí?

Deja la mochila a un lado de él y se quita el abrigo dejándolo en un banco cercano. Se ata las zapatillas y comienza a estirar las piernas. Que se tire un buen rato para contestar a una simple pregunta me empieza a quitar la paciencia demasiado deprisa. Muerdo mi mejilla tratando de no saltar a la primera diciéndole lo primero que pasa por mi mente.

—Seb le dijo al entrenador que necesitabas algo de ayuda y... —no puede ser— ya que me quitaste el trabajo, pensé que ayudarte yo sería lo idóneo.

Vale, lo bueno de esto es que tengo alguien que me puede ayudar. Lo malo, que es el capullo de turno. Había muchas elecciones más, no tenía que ser expresamente Hunter, el capullo, Miller.

—¿Y el entrenador te ha dicho algo de cómo vamos a tener el salario? —no olvidemos que ma principal razón me que llevó a estar aquí era un bonito top para Sadie.

Precavidos sentimentales {Parte 1 ✔️ y 2}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora