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Mantén la cabeza
en el juego,
Miller

La llamada se ha hecho larga. Muy larga. Se supone que iba a ser una conversación fácil, sencilla, pero la extraña relación que se está creando en este momento es demasiado incluso para mí.

Hace rato que me he ido de la pantalla del móvil en la que Willow ha ocupado el espacio total y, al otro lado, Grace, no deja de contarle las historias más íntimas y vergonzosas de toda mi etapa en la universidad, bueno, de mi etapa hasta ahora.

La voz de Grace se hace presencia en mis oídos cuando habla sobre los entrenamientos donde he estado centrado desde mitad del verano, cuando hemos sabido que al ser este nuestro último año nos dejarán competir por varias plazas en algunos de los mejores equipos. Para algunos es sencillo, ni siquiera pensaban seguir con esto del baloncesto, pero ¿para mí?

El baloncesto se ha convertido en mucho más que un deporte. En mi escape de salida en mis peores momentos. Es otra forma de vida. Dentro de la cancha estoy en mi espacio seguro, donde si algo sale más sé que es por mi culpa. Sé que tengo el poder de contraer lo que ocurra, sea malo o bueno. El baloncesto lo es todo.

—Mierda —agarro mi móvil viendo la hora—. Joder, llego tarde.

—¡Eh! —se queja Willow—. Estoy teniendo una conversación muy interesante.

—Ya, pues luego la continuas.

Suena otro quejido que proviene de la pantalla, de Grace.

—Tengo entrenamiento y eso es más importante que vuestros chismes —a Grace se le abre la boca, indignada y Willow suelta otro gritito agudo que podría haberme molestado si no fuera porque he salido de la habitación corriendo.

Me sigue por el pasillo, farfullando sobre algunas de mis experiencias vergonzosas en fiestas del año pasado, o cualquier cosa que se le venga a la cabeza con tal de que me voltee y deje de corretear. Agarro la mochila, la toalla, la botella...

Parece que tengo todo. También una hermana que sigue mis pasos cuál asesina serial con una sonrisa malvada.

—¿Qué te pasa ahora? —mi tono brusco no le molesta, más bien hace un juego de pies hasta llegar a mí con cierta gracia—. Willow...

—Tienes prisa, lo sé, lo sé.

—Has acertado.

Me pongo la mochila en el hombro y me dirijo a la puerta con prisa.

—¿Vendrás a cenar con nosotras, verdad?

—Sí —abro la puerta de casa y me dirijo a mi coche que está aparcado delante del porche—. Dile a mamá que reserve mesa o no tendremos sitio.

—¡Se lo diré! —grita por último desde la puerta.

Esta semana ha estado plagada de buenas noticias, entre ellas, a mamá le han dado un aumento en la fábrica donde ha estado trabajo prácticamente toda su vida. Esta semana ha estado con muchas reuniones, de ahí que haya pasado mucho más tiempo en casa.

Nuestra relación sigue mejorando poco a poco, no es que le cuente toda mi vida, pero al menos nos vamos preguntando por nuestras cosas. Con Willow está siendo una avalancha de emociones. Todas buenas. Su cuerpo esta mucho mejor, su ánimo está mejor que nunca y ha empezado a hacer ejercicio conmigo en la pequeña canasta que he comprado y puesto a un lado de la casa.

La carretera hasta la universidad es larga. Un camino largo que ya había contado con ello, aunque no había contado con poder ir con un poco de retraso por chismes de mi mejor amiga y mi hermana.

Precavidos sentimentales {Parte 1 ✔️ y 2}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora