II

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Capítulo 2

Cuando nací, el mundo ya estaba destruido. En este mundo solo existía la supervivencia, el amor ya no era una opción. Y definitivamente todos pensaron "Nadie se muere por amor".

Estaban en lo cierto.

La gente se moría de hambre o eran asesinadas por un trozo de comida para ellos o su familia, pero hasta el final cada uno de ellos lucharon. Los que nos diferenciaba como seres humanos ya no estaba, la empatia, la solidaridad y la compasión ya no existían cuando solo les importaba el bien propio.

La población empezó a sembrar su propia comida, era escasa pero al menos consumían un grano de arroz al día, un poco de luz en oscuridad pero no para todos, quien intetaba robar era cruelmente castigado hasta la muerte. Nadie se resistía u oponía, puesto sabían que ese tipo de muerte era la mejor, lo veían como una salvación.

Nacer era una Maldición.

2 de agosto, 983

En una esquina en completa oscuridad; temblando debido al clima glacial del lugar en el que vivía, a penas vistiendo un trapo desgastado de tanto usarlo. Una niña ansiaba el anochecer para así poder salvarse de los monstruos escondiéndose bajo la luz de la luna.

"Quiero contar las estrellas" llegaba a su mente toda la noche; imploraba susurraba, pensaba y lloraba intentando hacer lo que tanto añoraba. Pero siempre pensaba que aunque más nosotros quisieramos algo, más era imposible de hacer o lograr. Y aunque desde la primera vez que se dio cuenta que las estrellas podían salir sin la presencia de la luna, la luna no podía salir sin la presencia de las estrellas, un atisbo de ansiedad llegaba a ella.

Tenía miedo de no salir nunca y no encontrar a sus estrellas. O de salir y que no esté su luna era el pensamiento de aquel niño que siempre mantenía su mentón en alto pero temblaba cada que se quedaba solo

Por alguna razón los pensamientos de ambos siempre coincidían y conectaban, pero sus destinos estaban a constelaciones de distancias.

3 de Octubre, 1002

Asterin

Caminaba, casi corría por los amplios y blancos pasillos del edificio en busca de la persona que me llamó con tanto apuro, aunque caminé con recelo por interrumpir mi sueño matutino después de despertar. Quería saber de qué se trataba así que con un poco de nerviosismo me apresuré aún más, esperando no caer en los tan resbaladizos pisos.

Al llegar a la puerta, presioné el botón y pasé mi tarjeta para que estas se abrieran automáticamente. Entré en la habitación buscando a la persona.

—Josh —lo miro con desdén al verlo con una sonrisota, sabe perfectamente que odio que se tome el nombre de mi padre para molestar.

—Cierra el pico —se estira y luego se levanta para abrazarme— Feliz cumpleaños.

El abrazo fue tan fugaz que sentí que casi me envió al otro lado de la habitación para alejarse.

—Te tengo un regalo. —dice escondiendo sus manos detrás de su espalda, llamando mi curiosidad—. Solo pido que no llores.

Volteo los ojos haciendo una mueca, pero en el momento en que deja de hablar, me acerco en busca de mi dichoso regalo que supuestamente me hará llorar.

—¿Y? —levanto sus manos mostrándole que no tiene nada, por si él mismo no se dio cuenta- No hay nada.

—¿Y cuándo dije que el regalo estaba en mis manos? Auch —lo golpeo en el hombro por hacerme perder mi tiempo—Tu regalo está detrás de ti.

Un cielo sin constelaciones (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora