XI

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Capítulo 11

22 de diciembre, 1002

Asterin

Caminaba por el pasillo abarrotado de jóvenes que esperaban ansiosos el desayuno. Al pasar junto a una puerta, noté mi reflejo en el vidrio incrustado en ella. Me detuve un momento y suspiré profundamente; mi aspecto reflejaba el cansancio y las marcas de la humillación del día anterior. Carmen me había vencido en nuestro primer combate cuerpo a cuerpo, dejándome heridas en la nariz, pómulos y hombro. La vergüenza me pesaba tanto como el dolor físico.

Al girar la esquina, vi a Gabo acercándose. Nos habíamos conocido apenas un día antes, pero su ayuda con mis heridas y su carácter amable y carismático habían dejado una gran impresión en mí. Gabo era mayor que nosotros por unos tres años, lo que se reflejaba en su manera relajada y natural de hablar. Era el tipo de chico que podía iluminar una habitación con su sonrisa, y su presencia era un consuelo inesperado en medio de mi abatimiento.

—Buenos días —dijo con esa sonrisa que parecía aliviar cualquier mal—. ¿Cómo te sientes hoy?

Intenté devolverle la sonrisa, aunque probablemente se vio más como una mueca.

—Podría estar mejor, pero gracias a ti no estoy tan mal como podría haber estado.

Gabo asintió comprensivo soltando una risa ya conocida de él, y me ofreció una taza de café.

Me sorprendí al verlo allí y no pude evitar preguntar:

—¿Qué haces aquí en la cafetería? Nunca te había visto por aquí antes.

Él se rió suavemente y respondió:

—Eso es porque estoy en otra sección y tenemos diferentes cafeterías. Hoy me tocó venir a esta porque surgieron otros planes.

Lo miré, sorprendida y un poco divertida.

—¿Cómo sabías que me encanta el café? —le pregunté, tomando la taza.

—Digamos que tengo un buen instinto para las cosas importantes —respondió con un guiño.

A medida que caminábamos juntos hacia la cafetería, comencé a sentir que tal vez no todo estaba perdido. Gabo, con su simpatía y apoyo, me hacía ver que aún había cosas buenas en medio de los momentos difíciles.

—¿Te gustaría acompañarme al desayuno? —le pregunté, sintiendo un poco de nerviosismo.

—¡Claro! —respondió él con entusiasmo—. Me encantaría.

Me permití repasarlo con la mirada, notando que llevaba una camiseta blanca apretada a su torso, que estaba muy bien trabajado. En la parte de abajo, llevaba unos pantalones negros y sus botas. Su pelo castaño desordenado lo hacía lucir como el joven guapo que era.

Tantas tentaciones... No me culpes si no logro resistirme.

Calla, él es solo un nuevo buen amigo.

Los amigos que se besan son la mejor compañía.

Gabo captó mi mirada y sonrió con un toque de picardía.

—¿Lista para ir entonces? —preguntó, inclinando ligeramente la cabeza.

Asentí, tratando de mantener la compostura. Caminamos juntos hacia el comedor, y aunque el ambiente entre nosotros era relajado, había una sensación de comodidad y amistad que no podía ignorar.

Al entrar en la cafetería, inmediatamente vi a mis amigos: Danny, mi mejor amiga; Matthew y María. Todos ellos me esperaban en nuestra mesa habitual. Sus expresiones cambiaron de conversación casual a confusión cuando vieron a Gabo a mi lado. Danny, sin embargo, esbozó una sonrisa de complicidad al vernos juntos.

Un cielo sin constelaciones (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora