EL SUEÑO, PRIMERA PARTE:
UN JUEGO QUE TE ENCANTARÁ
Recuerdo que todo empezó con un mensaje. Había pasado horas valorando perfiles de algunas aplicaciones de citas, y cuando por fin me rendí y decidí cambiarme y bajar a hacer algo de ejercicio, me llegó una notificación:
"Hola, te ves muy guapa en tus fotos, me alegro de que hiciéramos match."
Sonaba sincero e iba directo al grano, cosa que me gustaba. Como también me gustó el hecho de que no empezara directamente buscando sexting, que era algo que me parecía demasiado aburrido y sólo funcionaría en el caso de que sintiera algo por la otra persona. Y eso definitivamente no iba a pasar conmigo: tenía un pacto. Uno que había hecho tanto conmigo misma como con mi mejor amiga, y consistía en unas breves normas que únicamente debíamos aplicar cuando hacíamos uso de estas aplicaciones:
1. No acostarse con cualquier idiota necesitado.
2. Nunca, por nada del mundo, repetir con la misma persona. Sobre todo si el interés no es algo meramente sexual.
Estaba (en ese momento y en el presente) en contra de las relaciones románticas. No están hechas para mí. Punto.
Después de hablar por un par de días, decidí quedar con Eric en un bar que quedaba frente a un parque al que solía ir, un lugar abierto, conocido y público. Bien hecho, Isabel del pasado. Después de compartir un par de cafés nos fuimos a mi casa. Fue una tarde increíble: ambos teníamos experiencia y sabíamos comunicarnos, de forma que aprendimos enseguida los lugares favoritos del otro.
Terminamos de noche, me ofrecí a hacer parte de la cena mientras él se duchaba. Cambiamos las tareas cuando terminó, y para cuando salí, la mesa estaba puesta y la comida tenía una pinta estupenda. Él fue sin duda un buen partido, atento y buen cocinero. Pude afirmarlo en cuanto probé la cena. "El final feliz del final feliz", pensé, muy emocionada en aquel momento. Con todas aquellas agradables sensaciones en el cuerpo, me atreví a bajar mis barreras y cenamos con una agradable conversación sobre el sexo. Me fascinó lo fácil que fue hablar abiertamente con él, y lo respetuoso que era preguntando algunas cosas para saber mi punto de vista. Sentí que teníamos una complicidad y confianza instantánea, y eso, cuando lo analicé, no me gustó ni lo más mínimo.
—¿Desde cuándo buscas únicamente encuentros casuales? ¿No te gustaría empezar una relación más seria? —me preguntó, con el plato de espaguetis vacío.
—No te sabría decir la fecha exacta, pero creo que fue tiempo después de terminar con un chico con el que iba en la secundaria. Al parecer, él sólo quería tener una novia de instituto, y como no íbamos a ir a la misma universidad, decidió que ya no podía estar más conmigo. ¿Te lo puedes creer? —dije riéndome. Esa había sido mi ruptura más anecdótica, y también la que más risas me provocaba, aunque claro, en el momento de los hechos, sólo tenía ganas de destrozarle la cara a ese chico.
Él rió conmigo, negando con la cabeza, pero antes de que pudiera agregar nada más, respondí a la segunda pregunta.
—Sobre lo otro... Creo que no estoy preparada. Ni me apetece estarlo, la verdad. Me siento cómoda con cómo estoy ahora, ya sabes, explorando mi cuerpo, conociendo gente interesante... A veces, hasta surge una bonita amistad. —De repente, él me miró con cierta intensidad.
—Concuerdo con que lo mejor del sexo es cuando descubres cosas que te gustan, aunque no sean a menudo del agrado de todos.
—¿Te refieres a los fetiches? —Pensé que había captado mi indirecta, por eso me quedé algo perpleja cuando cambió el rumbo de nuestra conversación, aunque, visto desde fuera, era sorprendente que ese tema no hubiera surgido antes—. No estoy segura de tener ninguno en concreto, ahora que lo dices.
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Indiferencia Glacial [+18]
Romance¿Hasta dónde puede estar una dispuesta a arriesgarse para descubrir los límites entre el dolor y el placer? Isabel goza sin compromiso ni pudor de su sexualidad, de manera responsable, claro, hasta que conoce a Eric. Por él, rompió sus reglas. Por é...