Mi respiración calmada y la tibieza del ambiente me llenaron de paz. De vez en cuando, escuchaba algún que otro chapoteo, como cuando de pequeña levantaba el agua de la superficie de la piscina y se me escapaba de los dedos, por mucho que yo tratara de evitarlo. Emití un suave suspiro al percatarme de la delicada caricia que hacían unos largos dedos entre mis mechones, regalándome un cariñoso masaje por todo el cuero cabelludo. Al respirar profundamente, una ligera molestia atacó mis pulmones. Traté de moverme e incorporarme, pero entonces, aquellas manos que me despeinaban con lentitud, bajaron por mis hombros hasta rodearme y atraerme al resto del cuerpo al que pertenecían.
—Shh, despacio. —Una voz suave pero ronca atravesó como una bala mi cerebro, entonces, mis músculos se tensaron y mis ojos se abrieron como platos al recuperar toda mi consciencia.
El agua de la enorme bañera en la que me encontraba me cubría hasta los hombros. Acerqué mis rodillas hasta mi pecho, percatándome del suave aroma a lavanda que desprendía el agua con aquel pequeño movimiento. Tardé un tiempo en darme cuenta de que había comenzado a hiperventilar, y, fuera de todo pronóstico, mi voz encontró, temblorosa, una salida desde mi garganta.
—¿Eric...?
—¿Sí, preciosa? —me respondió al tiempo que me abrazaba, sentado tras de mí, apoyando su cabeza sobre mi hombro.
Pasé por alto, por el bien de mi supervivencia, el sobrenombre con el que se había referido a mí. En su lugar, me aparté y traté de incorporarme, pero él no me dejó, volviendo a encerrarme entre sus brazos, bajándome suavemente hasta que el agua vistió mi piel desnuda.
—Por favor... —traté de pedir, sin embargo no me dejó terminar.
—Isabel, no has comido nada desde que te levantaste, estás muy débil —Una de sus manos acarició mi barbilla, la levantó y giró hasta quedar a pocos centímetros de su rostro, dejándome ver una nueva faceta en Eric: la combinación entre sus ojos oscuros y fríos y su cabello chorreando, me dieron la impresión de estar viendo un muñeco sin vida—. No seas cabezona y deja que te cuide.
Algo se removió en mi interior. Estaba cansada de tantas preguntas y de la sensación de peligro constante, ¿era tanto pedir un poco de seguridad y tranquilidad en la vida?
"Tú misma te metiste en esto, Isabel."
"No."
"¡No es verdad! ¿¡De qué manera iba a ser mi culpa que un loco asesino se encaprichara conmigo?!"
Sacudí mi cabeza ante ese pensamiento intrusivo. Mientras sentía cómo Eric me terminaba de limpiar, luché para mantener mis temblores a raya y mi respiración tranquila. Cuando me levantó y me sacó de la bañera, suspiré al sentir el peso de la gravedad sobre mi cuerpo, y un terrible y primitivo mareo me invadió.
—Tengo hambre. —murmuré con un grave quejido, con todas mis fuerzas.
—Enseguida.
Envuelta en una toalla blanca y sobre los fuertes brazos del loco obsesivo, llegamos al gran salón que, esta vez con las luces encendidas, reconocí como el lugar en el que aparecí cuando salí de aquella cueva tan enfermiza. Me sentó en el sofá, justo en el centro de la habitación, y mi mirada fue a parar directamente a la puerta del sótano. La observé a detalle mientras esperaba lo que deseaba que fuera un delicioso plato de comida: una puerta de madera oscura bien cuidada, con una ventana diminuta en la parte superior, a través de la cual, si uno se acercara lo suficiente, a duras penas podría distinguir las escaleras que llevaban a la habitación, reflejo de las perversidades que tienen lugar en la mente de Eric.
Eric.
Ese nombre pesaba en mi conciencia como no lo había hecho nada más en mi vida. Su personalidad enfermiza y cambiante me confundía y me llevaba por el camino de la locura. ¿Cómo puede existir alguien así, con ese comportamiento tan errático e impredecible? ¿Qué le pasaba en la cabeza para que un día se comportara como una persona normal, al otro como si me odiara, y luego me tratara como si fuera el amor de su vida? Y todo eso, ¡siendo un asesino en serie! Era una locura. Aunque, quizá, estaba asumiendo demasiado pronto su responsabilidad para con los asesinatos.
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Indiferencia Glacial [+18]
Romance¿Hasta dónde puede estar una dispuesta a arriesgarse para descubrir los límites entre el dolor y el placer? Isabel goza sin compromiso ni pudor de su sexualidad, de manera responsable, claro, hasta que conoce a Eric. Por él, rompió sus reglas. Por é...