Una lágrima solitaria recorrió mi rostro, señal de que era momento de alejar la nostalgia y acostarse. Mañana lidiaría con la insistencia que asumí que tendría Ángel, pero esa noche estaba dispuesta a disfrutar de todos los lujos de este hotel.
Se había vuelto habitual en mí ignorar a los hombres con los que me acostaba, lo suficiente como para que no se notara mi nulo interés por sus vidas y expectativas a futuro. Lo llamaba "operación corta-lazos", y me había ido de lujo con ella hasta entonces.
Revisé mi teléfono, abriendo automáticamente la página web PervLover. Misma página que me presentó Eric tres años atrás, y que había aprendido a manejar con soltura, ganándome cierta reputación entre los individuos más experimentados y que, obviamente, no se dejaban engañar por mis estratagemas. Lejos de frustrarme, aquellas conversaciones llegaban a resultar francamente interesantes, incluso había empezado a pensar en ellos como personas respetables, en cuya opinión y consejo podía confiar. Con lo único con lo que no me había atrevido hasta ese mismo día, era a participar en eventos a gran o pequeña escala. MadKitten, una chica que conocí en la web, me dijo que había asistido a varios, y que era lo ideal para conocer gente y presentarte en la comunidad de manera oficial.
Yo no necesitaba eso, y aunque cada vez me costaba más encontrar a gente que mereciera la pena, me gustaban las cosas como estaban. Y es que, odiaba los cambios. Mejor dicho, odiaba que las cosas se salieran de mi control.
Miraba con satisfacción todos los chats abiertos que ignoraba de manera consciente. Muchos sólo eran mensajes como "¿sigues por aquí?" o, "cuánto tiempo sin hablar, pongámonos al día", y un largo etcétera. Pero había otros muy graciosos de chicos con los que había salido y me habían regalado cosas, básicamente insultándome porque me habían visto un par de veces por la calle y no me había parado a saludar. Ajo y agua, caballeros, no todas las inversiones salen rentables.
Lo admito, me gustaba. Y sabía que eso me hacía mala persona, pero, al fin y al cabo, no le hago daño a nadie, ni les obligo a nada. Es más, muchas veces son ellos los que se pasan pidiéndome cosas y exponiéndome en situaciones poco agradables, con la clara intención de compensar todas sus acciones con dinero y regalos, excusándose en sus roles de dominantes, los menos experimentados.
Después de una ducha rápida, me vestí y contesté el mensaje que había recibido de Ángel a través de la página web.
Savage:
"Buenos días, preciosa. ¿Cómo has dormido? Espero que no hayas tenido ningún problema con el hotel. Hoy regresas a casa, ¿no? Avísame si necesitas que te lleve. O si quieres verme. ;)"
Belle:
"Buenos días, Ángel. He dormido bien. Sí, hoy vuelvo a casa. Gracias por preocuparte."
Savage:
"Es todo un placer. Estoy deseando volver a verte pronto, y continuar por donde nos quedamos ayer..."
Gracias pero no, gracias. Una cena de lujo y un hotel de cinco estrellas era lo máximo a lo que podía aspirar ese mes.
Bajé y entregué la llave de mi habitación en recepción. Había cambiado mi vestido y mis tacones caros por unos pantalones largos y holgados y una camiseta blanca, todo muy callejero. Me sentía más yo, más normal y tranquila, como si fuese otra vez la Isabel que era en los primeros años de universidad. No tenía mucha hambre, así que me senté en el primer bar que vi abierto y pedí un café y un croissant.
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Indiferencia Glacial [+18]
Romance¿Hasta dónde puede estar una dispuesta a arriesgarse para descubrir los límites entre el dolor y el placer? Isabel goza sin compromiso ni pudor de su sexualidad, de manera responsable, claro, hasta que conoce a Eric. Por él, rompió sus reglas. Por é...