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LAUTARO

el ruido de los cristales del vaso estrellándose contra el piso me hizo volver a la realidad.

—¡no! ¡no me podes dejar así!— gritó Agustina.

— Agus...

— estábamos tan bien... ¿¡por qué me haces esto!?— respiró pesadamente.

— no estábamos bien, y lo sabes.

— Se trata de aquella ¿no? tu amante. ¿qué pasó? ¿te enamoraste?

sus ojos se llenaron de lágrimas.

— ¡contéstame!— me gritó.

— No... no se trata de nada más que de nosotros dos, Agustina... vos y yo sabemos que ya nada es como antes, ninguno siente lo mismo.

ella negó.

— ¿como podes hablar así de mis sentimientos? Lautaro... después de que me hayas confesado que estuviste con alguien mas, yo te seguí amando... te sigo amando. Por eso te perdoné.

— vos amas la atención que te dan al ser la novia de un futbolista.

sus ojos transmitían asombro, su boca se abrió ligeramente, dejando entrar todo el aire.

se sentó en el sillón y me miró.

— Decime la verdad, por favor. Si me decís que si te dejo tranquilo.

sus manos descansaban sobre sus piernas.

— ¿Te enamoraste de otra?

me miraba atenta, esperando mi respuesta, sabía que le iba a doler, no porque me ame, sino por su ego.

Suspiré.— si.— asentí.

ella agachó su cabeza, y los sollozos se hicieron presente en el living.

hace un mes cuando quise dejarla se había negado.

— espero que esa trola te haga lo mismo que me hiciste a mi.

agarró su cartera después de levantarse del sillón, y se fue, pegando un portazo.

GABRIELA

llegué al lugar con los nervios a flor de piel, era la segunda vez que modelaba embarazada, y me hacía sentir algo insegura.

— ¿te bajo el bolso?— me preguntó Valentina, quien me había traído en el auto.

asentí.

me bajé del auto de la manera más humillante que existe, abierta de piernas, y fingí demencia caminando cual reina.

—buenas.— saludé entrando al lugar.

— Buenos días, linda.— una señora de unos cuarenta nos sonrió. — en la primera puerta te maquillan, y en la segunda te visten.

asentí.

— te espero allá.— Valentina apuntó la mesa del catering.

— ¿gabriela?— preguntaron unas chicas al entrar por donde me había dicho la señora.

— si.— respondí.

me hicieron sentar frente a un espejo, una me maquillaba, y la otra me peinaba.

— ¿de cuanto estas?— me preguntó la que me estaba maquillando.

— de siete meses, entré hace dos semanas.

— tenes la piel muy linda.— opinó mientras me difuminaba la base.— ojalá tu hijo salga con tu cutis.

— ¿hijo o hija?— preguntó la que me peinaba.

❝child❞ lautaro martínezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora