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Era un nuevo día para Duxo, debía despertarse si no quería llegar tarde a sus clases, aunque realmente no tenía fuerza de voluntad para levantarse y tampoco tenía ganas de ir hoy, ya saben, los lunes son muy pesados y el despertador era molesto, no ayudaba a su situación, pero tampoco ayudaba a que se quedara dormido.

Como pudo se levantó, apagó su despertador y fue directo a cambiarse. Todo eso lo hizo tomándose su tiempo.

Cuando finalmente salió de su habitación, se dispuso a hacer su propio desayuno, pero al entrar a la cocina vio su comida ya hecha ya que las empleadas de la mansión se le adelantaron.

¡Sí, no es un error! el fan de las pajas, digo, los pájaros, tiene toda una vida de riquillo y encima puede hacer lo que quisiera porque sus padres no están, ya saben, vidas ocupadas, negocios y blablablá.

——¡Hola, joven! Su desayuno está listo, vaya a sentarse al salón, enseguida se lo llevo.—dijo la encargada de la cocina, Duxo la miró y lo único que se le ocurrió decir fue quizá algo grosero.

——Ayer te dije que quería hacerlo yo, me gustaría que me prestaras atención cuando te hablo.—No esperó respuesta y se marchó, sentía que había sido algo irrespetuoso, pero no tenía ganas de volver a la cocina sabiendo que, si lo hace, tendrá una charla de parte de la señora.

Ya no estaba tan apurado como antes, después de todo sabía que afuera le estaba esperando su chófer.

¡Ay, Duxo! Si tuvieras tantas neuronas como plata. . . quizás si así fuera, podrías evitar el error que estás destinado a cometer.

 quizás si así fuera, podrías evitar el error que estás destinado a cometer

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¡Y volvemos a encontrarnos con Duxo, nuestro querido y gil protagonista!

Su día estaba siendo tranquilo, o bueno, realmente no. Se sentía tan aburrido, los lunes no le sientan nada bien -tampoco el resto de los días, a excepción de los fines de semana-.

——¡Al fin terminó esta clase de mier. . .!—Duxo siempre decía eso cada vez que terminaba una clase -seguía otra, pero la profesora tardaba en llegar-, pero esta vez no pudo hacerlo ya que fue interrumpido.

——¡Hey Duxin!

Duxo se dio la vuelta, solo para ver que era su amigo Lucasta, quien había estado callado en toda la clase al igual que él.

——¿Y tú qué?—dijo sin ánimos el azabache.

——Se te nota que te alegra hablar conmigo, yo también te amo.—dijo Lucasta sarcásticamente.

° Chico ciego ° // Duxino  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora