Corrí tan rápido como pude entre los árboles, enterrando mis pies desnudos sobre el barro que ocasionó la lluvia, la noche me confundía terriblemente, los sonidos de las carretas se escuchaban a lo lejos, casi igual que los grillos, pero en una distracción por mi mente llena de pensamientos horribles y desgarradores, caí, me caí de cara al barro, las raíces de los árboles me dañaban las rodillas, raspando mi piel, poco me importo la sangre que brotaba por mis piernas, me levante y seguí corriendo, seguí corriendo por ella, por mi amor, no me di cuenta de las lagrimas que me acariciaban las mejillas, parecían cascadas, y mis ojos ardían como nunca, impidiendo que viera claramente mi camino, mis piernas fallaban a ratos cortos, pero esto hacia que me tropezara torpemente por el camino que había repetido mil veces durante mi vida, y aun así corrí tanto que me daban calambres.Mi vestido blanco ya no era de ese color, ahora era café con una mezcla de rojo, mi largo pelo estaba mojado completamente. Y cuando pensé que mis piernas se iban a salir de mi cuerpo fue cuando lo vi, vi como mi alma salía por mis poros, vi como la cascada se detenía, vi como mi corazón dejaba de bombear sangre y se pulverizaba en mi interior, vi mi vida siendo arrebatada vilmente en frente de mis ojos, y llore, el calor del fuego chocaba contra mi cara aunque estuviera a mucha distancia, pero aun así el frio de la noche me abrazaba con tanta fuerza que sentía como a mis huesos se le formaban grietas, como el hielo me entraba por las orejas y recorría todo mi cerebro, en busca de consuelo.
Pero sabia que era ella, caí de rodillas en la tierra, frente a ella, esperando que mi vista me engañara, no me podía mover, era incapaz de hacer algo, mis ojos iban por todo su cuerpo, aterrada, horrorizada...y ahí fue cuando me di cuenta que simplemente ya estaba muerta, grite, grite como si me estuvieran arrancando las piernas, los brazos, el torso, la cabeza, grite por todos los recuerdos, todos los momentos, golpeaba el piso con mis puños, rompiendo mis dedos, astillando mis uñas, pero sin sentir dolor del que ya me estaba consumiendo desde hace un rato, la tristeza me estaba desgarrando la piel con el cuchillo menos afilado, no era capaz de verla a los ojos, apretaba la tierra bajo mis manos ensangrentadas, estaba en pánico, me arrastre hacia ella, llorando y gritando tan fuerte, me sentía completamente sola, como si estuviera en medio de la nada, indefensa, sin nadie a mi lado, sin ella a mi lado.
Me ahogaba en mis propias lágrimas, no podía emitir sonido alguno porque mi garganta se secaba de tanto gritar, a veces pedía ayuda, desesperada, me lleve mis manos ensangrentadas al pecho, subían por mis hombros y finalmente me abrazaba con tanta fuerza, esperando encontrar consuelo en mi misma, lloraba, sollozaba, y así morí, me arrebataron a mi vida, a mi amor, a mi mejor amiga, a ella, quería decirle tantas cosas, quería decirle que si a todo, quería decirle..."Oye, para tu cumpleaños podríamos ir a la isla que está cerca del pueblo" o "Déjame hacerte una trenza" o simplemente decirle "Te amo" "Te amo tanto que duele" "El amor que siento por ti no se compara con nada así que por favor..." "Bésame".
◆◆◆
El aroma a mar que había me recorría mis fosas nasales, sintiendo la sal, igual que el olor a césped mojado por la llovizna del dia anterior, el cual agradecia por el brillante sol que abrazaba mi piel y la de Emma, estábamos bajo un viejo árbol, en una colina frente a mi casa.
La risa de Emma sonaba por todo el campo y el sonido de las olas la acompañaban, mi mirada iba desde su largo pelo negro hasta sus grandiosos ojos, con esas pestañas tan lindas y delicadas, la miraba embobada, sin saber la cara de tonta que estaba poniendo y ella simplemente me hablo, sacándome de mi ensimismamiento.
—Yanneth, tenemos que sacarle la leche a las cabras, darles de comer a los cerdos, si no quieres que tu madre te regañe...otra vez—Dijo mientras se hacia una trenza y la decoraba con pequeñas flores.
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HIPOFRENIA
RomanceEl dolor causado por el amor es una de las más crueles condenas; arde en el pecho y ahoga el alma. Las manos entrelazadas de Yanneth y Emma son el único consuelo que les queda. Los pecados parecen incontables, pero una de ellas está dispuesta a romp...