Capítulo XXIII

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Yanneth

Mis párpados eran pesados, como el acero de un martillo y un punzante dolor me hacía cerrarlos de nuevo, mi estómago se retorcía como aquella vez que vi a un ratón siendo capturado. Mi garganta estaba seca, como la arena de la costa en pleno verano, necesitaba agua y el sudor de mi cuerpo se pegaba con lo que parecían unas sábanas. Pero de pronto un frío líquido impacto con mi rostro, pero no de manera agresiva, un par de gotas pasaban por mi frente y mis cejas, luego una especie de tela rugosa totalmente húmeda pasaba por todo mi rostro, agradable salvo esas veces que pasaba por mi nariz y mejillas.

Trataba de controlar mi respiración, pero al hacerlo mis costillas me dolían y me negaba a respirar de nuevo por miedo a sentir esas punzadas en mi cuerpo, moverse significaba dolor. Sentía mi piel caliente, específicamente en mi vientre y mis mejillas a pesar del líquido frío que tenía en mi rostro. 

—Deja de moverte Yanneth.

La voz de mi madre me hizo paralizarme, cada centímetro de mi cuerpo se quedó quieto y ahora mi cabeza estaba completamente fría, tratando de abrir bruscamente mis ojos para buscar el rostro de mi madre, pero mis párpados estaban hinchados y dolían más que nunca.

—¿Mamá? 

Ella estaba callada y el trapo húmedo dejó de limpiar mi rostro.

Luego de un largo silencio logré escuchar como mi madre hundía sus manos en un balde con agua, las gotas caían sobre las sábanas y manchaba el suelo. 

—Mira como te dejo ese…—Antes de decir algún improperio, aclaró su garganta.—Tu hermano.

La voz de mi madre parecía tranquila, casi nostálgica, con pena.

Yo por otro lado, estaba en silencio.

Mi madre con sus manos húmedas pasaba sus dedos de manera cuidadosa sobre mis cejas, luego bajaba sus manos hacia mis mejillas y con mucho más cuidado rozaba sus dedos índices. Luego paso sus manos por mi cabello, peinado con cuidado cada mechón. 

—Perdoname hija.

Las palabras que había esperado hace unos meses, esas palabras paralizó mucho más mi cuerpo, mi mente daba vueltas y mis ojos comenzaban a arder al formar unas lágrimas. 

Hice el intento para sentarme, lográndolo a pesar de que el dolor me causaba dolor de cabeza, traté de ubicarme y poco a poco iba abriendo mis ojos. Al lograrlo, divisé el rostro de mi madre, llorando y con las manos manchadas de sangre y el paño mojado en su mano izquierda. 

Mii mente se remontó a esos momentos donde me gritaba un montón de insultos, cachetadas, tirones de cabello, dejarme sin comer, obligarme a dejar de lado a las personas que quería, mi mente pensó en esas veces donde Thomas me golpeaba y ella no hacía nada para impedirlo, cuando la vi darme la espalda para evitar verme en el suelo, repleta de sangre y lágrimas, para evitar escuchar mis gritos y plegarias para que el Dios que ella me enseño amar, me ayudara.

Mis mejillas se elevaron y con ellas una amplia sonrisa, la misma sonrisa que le regalaba a mi mamá cuando era pequeña y me caía, la sonrisa que le quitaba peso a la situación, una sonrisa que impedía que mi madre se preocupara.

—No pasa nada.

Y ella estalló en llanto, repitiendo más veces de las necesarias un “Perdón” y “Lo siento”.

Mi sonrisa iba desapareciendo poco a poco para que las lágrimas ocuparán su puesto.

Ambas llorábamos, a pesar del dolor que me hizo sentir mi madre, la entendía, no es su culpa crecer en una familia totalmente conservadora donde los golpes eran pan de cada día, no es su culpa que mi padre falleciera apenas naciera, no es su culpa que la sociedad la apuntará por tener una hija pecaminosa, no es su culpa que me enamorara de una mujer. 

Pero aun así, las acciones de mi madre dolían más que los golpes de mi hermano. 

—Yanneth, ojalá en algún momento de tu vida me perdones, soy la peor madre que ha pisado este mundo…—De vez en cuando miraba sus manos manchadas con sangre—Mírate ahora, permiti tal barbarie por parte de tu hermano, ni siquiera reconozco sus actos, ni siquiera sé quién es, en qué se convirtió…¡Tampoco se quien soy!

Sus sollozos nunca los había escuchado, pero me rompían el corazón en mil pedazos. 

—Jamás podré perdonarme por lo que he hecho, soy peor que los cobardes, un lobo cuidado mejor a sus crías y yo…yo solo doy asco.

Mutter

Tut mir leid, tochter—Miraba mi rostro como si fuera un bebé herido, enfermo y destruido—ich verdiene sie nicht, ich werde dich gehen lassen, geh auf deine reise und wergiss, wie grausam deine mutter war.

Me miró a los ojos, sus mejillas estaban llenas de lágrimas y su respiración estaba acelerada. Acercó sus manos mojadas a mi rostro. 

No podía creer lo que me había dicho, estoy segura que mi rostro desfigurado se iluminó por completo, las lágrimas que caían ahora no era tan solo de pena, era felicidad, pero la tristeza ahora ocurrió por el hecho de tener que abandonar a mi madre, dejarla con este sentimiento de ser la peor madre del mundo.

—¿Lo dice en serio?

—Si Yanneth, viaja y rehace tu vida, es lo última orden que te daré…

Automáticamente al escuchar esas palabras, me abalance a sus brazos.

Dankeschön, dankeschön mutter.

“Muchísimas gracias, muchísimas gracias madre.”



”

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