EmmaMis cosas estaban amontonadas al lado de las cosas de mi madre, era por la mañana, hacía bastante frío así que el abrigo pesado iba conmigo y unos guantes que mi madre había tejido, también había un par para ella y Yanneth. Íbamos a partir casi al medio día, donde salían las primeras carretas y no hacían tantas preguntas.
En este corto tiempo no había visto a Yanneth, pero según lo que me había contado, ya tenía todas sus cosas listas, que eran pocas, pero aun así llevaba lo esencial, teníamos los táleros necesarios para el viaje y para quedarnos en algún granero o lo que sea que se nos presentase.
—¿Deberíamos ir a buscar a Yanneth?—Preguntó mi madre, viendo cada rincón de la casa y acariciando cada tablón.
—Siento que es mala idea, la amargada de Elizabeth me odia, nos odia.
Después de un rato comencé a preocuparme, a esta hora Yanneth debería de estar aquí con nosotras, pero no era el caso, no había aparecido y aunque me quedé viendo por la ventana, no vi a nadie salir o entrar de su hogar. Así que fui a buscarla y estando frente a la puerta, trague saliva y di dos golpes secos.
Nadie respondió, así que di otros dos golpes.
Y la puerta se abrió.
—Emma…
Era Yanneth, con el rostro desfigurado y lleno de heridas, las gasas que tenía ya estaban manchadas con sangre, su nariz estaba empapada y sus ojos hinchados y morados. Me quedé sin respiración, inmovil, nunca antes la había visto así.
A pesar de su aspecto, Yanneth seguía sonriendo.
La sangre me hervía, la ira envolvía mi corazón y lo abraza con demasiada fuerza, soy un animal, soy irá, soy la maldad, soy las ganas de matar, matar a quien le hizo esto a Yanneth.
—¿Quién fue?
—Emma…no.
—¡¿Quién fue?!
—Thomas…
Ella me agarró antes de que fuera derecho a mi casa, me abrazó, ella estaba temblando.
—Solo vamos a nuestro hogar, olvidémonos de esto…
—No.
—Emma por favor.
Me separé, besé sus labios con cuidado y caminé a paso rápido y firme hacia mi casa.
—¿Emma? ¿Qué haces?
Yanneth me seguía, pero seguía siendo la persona con más ira de toda Alemania, con más sed de sangre.
Ignore las preguntas de mi madre y totalmente cegada abrí una pequeña caja de madera, y encima de todos mis vestidos estaba mi hacha, el hacha que me había regalado mi familia. No dude en agarrarla y caminar nuevamente a la casa de Yanneth, empuñaba con tal firmeza mi hacha que mis brazos sentian calambres, me mordía con fuerza el interior de mis mejillas.—¡Emma no! ¡Por favor Emma!—Yanneth se colocó delante de mí, volviendo a abrazarme, tocando mi espalda y apretando mis hombros.—Olvídate de esto, te lo ruego…
—Lo voy a matar.
—¡Escuchame!—Yanneth estaba desesperada por hacerme entender—Thomas está condenado a la miseria, no tiene caso hacerle daño…es mi hermano.
Mire sus ojos llorosos e hinchados, pase con delicadeza mis dedos por sus cejas y rozaba con cuidado el tabique de su nariz.
—Liebste…te lo pido.
La voz de Yanneth se iba rompiendo, rogándome con más ganas que dejara en paz a Thomas.
—Vámonos de aquí…corramos juntas, olvidémonos de todos y quedémonos juntas, te amo Emma…
—No puedo estar en paz si ese mal nacido vive.
—Hazlo por mí, no te manches las manos…
Agarre su rostro entre mis manos y besaba casa parte de su rostro, con extremo cuidado, contrastando con el fuerte deseo de despellejar a Thomas.
—Mataría por ti Yanneth, me mancharía las manos por ti…—cerré mis ojos, tratando de contener mis sentimientos—No soporto verte así…no lo puedo aceptar.
—Ven, vamos a casa—Me agarró las manos y me llevó a mi hogar—Estoy feliz Emma…pienso a futuro y realmente me emociona ¿A ti no?
Mataré a Thomas.
—¿Emma?
Estaba en silencio.
No puedo más.
Me solté rápidamente de su agarre y corrí hacia la casa de Yanneth, de una patada abrí la puerta y di un fugaz vistazo, tratando de encontrar a ese bastardo.
—¡SCHEIßKERL!
Me acerque a cada puerta, entré de un empujón a la habitación de Yanneth y ahí estaba, acostado en su litera, con un olor espantoso a cerveza barata, dormido, desagradable.
—¡Emma!—Yanneth llegó a mi lado—¡Basta ahora mismo o no iré a ningún lado contigo!
La mire a los ojos, mi hacha estaba alzada y en dirección a Thomas, con un solo movimiento el hacha impactaría en su pecho.
—Me iré de tu lado si haces algo así…
Mi corazón se detuvo.
—Reacciona Emma, se que esta mal todo esto pero…la vida es así y no vale la pena amargarse por los idiotas de este mundo, si acabas con uno aparecerán miles más y…—Agarró el mango de mi hacha y me la fue quitando de las manos.—Solo mírame a mí y a ningún otro, en nuestra nueva vida ya no permitiremos estas cosas…¿Si?
Asentí.
Y con Thomas aun dormido, como si nada hubiese pasado, me fui de ese lugar.
De cierta manera me preguntaba en lo más profundo de mi mente.
“¿Dónde está Elizabeth?”.
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HIPOFRENIA
RomanceEl dolor causado por el amor es una de las más crueles condenas; arde en el pecho y ahoga el alma. Las manos entrelazadas de Yanneth y Emma son el único consuelo que les queda. Los pecados parecen incontables, pero una de ellas está dispuesta a romp...