Capítulo XX

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Yanneth

Pasaron dos días desde que confesé mi amor, también tuve que explicarle a mi mamá porque tenía una pequeña herida en el labio, solo bastó con decirle que me había tropezado con el barro cerca de las vallas de madera y me creyó. A decir verdad, mi relación con mi madre había mejorado, simplemente porque he obedecido en todo, menos en dejar de ver a Emma, en estos dos días nos hemos visto a escondidas.

—Dios…—Mis mejillas se sonrojaron de tan solo pensar en ella y en sus besos.

Seguí doblando sábanas como mi madre había ordenado, estaba sola en casa ya que Thomas, como es normal en su rutina, fue al bar de mala muerte un poco más allá del pueblo, donde el diablo no conoce.

Mientras más me hundía en mis pensamientos, más culpable me sentía, ya tengo claro que estoy enferma, pero si estoy enferma se supone que me debo de sentir mal, sin embargo, es todo lo contrario. En mis labios yacía un pequeño tinte producto de una frambuesa, Emma había dicho que se veía bien así que lo uso diariamente.

Baje mi mirada hacia un cúmulo de sábanas sucias y desgastadas, alguna de ellas tenía rastros de sangre, posiblemente de mis heridas en la espalda. Negué con mi cabeza, dejando de lado mi tarea y saliendo de mi casa, tenía que aprovechar el momento donde mi madre habla con las víboras del pueblo, alimentando el odio que tenían hacia Margot.

Hice un vistazo rápido, por la casa de Emma hasta los corrales, pero nada.

“Debe estar cortando leña” pensé.

Así que caminé hacia la entrada del bosque, con mis manos tras mi espalda y de vez en cuando arreglando mi cabello.

—¡Emma!

Miraba a mi alrededor en busca de su precioso rostro.

En ese preciso momento sentí unas manos recorrer desde mi espalda a mi cintura, abrazándome por la espalda, de inmediato supe que era ella, su calor y su aroma con un toque de menta y hierbabuena.

—¿Si?

Su voz hizo que un escalofrío recorriera cada uno de mis sentidos.

—Te estaba buscando…pensé que estabas cortando leña.

—Hm, estaba ayudando a mi madre a guardar un par de cosas—Suspiro, sobre mi cuello y se separó para mirarme de frente.—Ella está convencida en irse…

—No.—Exclamé, frunciendo el ceño y agachando mi cabeza.

—No puedo evitarlo Yanneth, sabes que la están apuntando y que no me puedo quedar aquí.

—¡Pero Emma!—Acerque mis manos a mi rostro, tratando de sacar esa idea de mi cabeza.—Lo sé…es peligroso ¡Pero llévame contigo! por favor.

Agarre sus manos y las acerque a mi corazón.

—Por favor Emma…

Ella solo se quedó en silencio, mirando mis ojos, pero a través de ellos.

—¿Emma?

—¿Segura?

—¡Si!—No dudé ni un segundo en darle mi respuesta.

Emma busco agarrar una de mis manos y llevarme adentro del bosque, no me negué ni me resistí, en sus manos estoy a salvo.

—Mi madre quiere irse más allá del bosque, donde nadie nos conozca y hacer nuestra casa desde los inicios, tener cultivos propios, hacer todo a mano, ya sabes Yanneth…es difícil cuando toda la gente del pueblo te condena desde un principio después de ayudarlo.

Un inmenso sentimiento de culpa invadió mi garganta, no pude gesticular palabra.

—Nos vamos a llevar algunos quesos, carne, verduras, para vender de manera errante…

—Emma—La interrumpí.

—¿Hm?

—Perdón, haré de todo para que su nueva casa sea hermosa y nunca les falten flores, me esforzaré todos los días para que sean felices, lo prometo.

Emma soltó mi mano cuando ya habíamos llegado al final del bosque, cerca de un acantilado, donde el sol y el mar se ven completamente majestuosos.

Se giró para verme.

—Yanneth…—Se acercó a mí, con una sonrisa afable—Yo soy feliz con tan solo tu presencia y tu ayuda en todo esto es totalmente encantador, viviremos felices, te lo aseguro.

Ella se sentó en el césped, estirando sus brazos y atando su cabello con un trozo de tela. Mientras yo caminaba alrededor de ella, dejando que la brisa del mar peinara el cabello.

—¿Crees que seremos felices en nuestro nuevo hogar?

—Claro que sí—Emma me respondió con una expresión completamente tranquila.

Eso bastaba para asegurarme completamente, confío en Emma y ella confía en mí. Me senté a su lado y la abrace para contener mis ganas de gritar de la emoción, una vida juntas era lo que más me emocionaba, me resguarde bajo sus brazos. Por otro lado Emma estaba acariciando mi cabello como es de costumbre.

—Oye…

—¿Hm?—La mire a los ojos y una gran necesidad de besarla surgió.

Así que lo hice, busqué sus labios con los míos, en este lugar podía besarla cuantas veces quiera y eso era lo que me hacía más feliz. Sus manos pasaron desde mi cabello a mi cintura, acariciando esa zona con tal delicadeza que a veces me generaban escalofríos.




 Sus manos pasaron desde mi cabello a mi cintura, acariciando esa zona con tal delicadeza que a veces me generaban escalofríos

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