De pronto, escuchamos sonidos repetitivos en la puerta, casi ensordecedores, firmes y aterradores.
—¡Margot! ¡Abre!
Una voz extremadamente conocida, mi madre.
Un aire de tranquilidad sopló sobre mi rostro, pero al instante se desvaneció al recordar lo que había pasado hace unas horas, y nuevamente el miedo invadió mi cuerpo.
Emma se puso tensa, casi como las tablas de madera que ella misma fabrica.
—Voy voy—Exclamó Margot, soplando las cenizas de las plantas sobre la mesa, apagando algunas velas y limpiándose las manos en su mandil.
Me acerque a Emma, casi escondiéndome detrás de ella.
No fue necesario hacer nada porque ella ya estaba frente a mí, cubriéndome con su cuerpo y altura, como una guerrera, a pesar de que sentía su miedo, igual me protegía.
Margot abrió la puerta, dejando entrar el frío y la ira de mi Madre.
—¡No puedo creerlo!—Gritó mi madre, entrando de golpe en la casa, casi empujando a Margot—Nunca tuve que confiar en ti, ni en tu hija.
Mi madre se acercó a paso rápido hacia mí, agarrándome de un brazo y tirándome hacia ella, con esa fuerza que me daba miedo volver a recordar, como si fueran las garras del diablo.
—¡Se lo que son!—Gritaba y agitaba sus brazos, apuntandolas como si fuera un juez.
—¡Elizabeth calmate!—Margot solo trataba de calmar la situación, interponiéndose entre mi madre y Emma, posiblemente para que mi mamá no le hiciera daño a su hija.—Son malentendidos…Emma no tiene la culpa de todo esto…
—¡Tonterías!—Interrumpió la ira de mi madre—Se lo que tu hija hizo…se que ella baila desnuda con el maligno y quiere llevarse a mi Yanneth ¡La está seduciendo!
Mi mente daba vueltas, me estaba volviendo loca, los gritos y fuerza que imponía mi madre me aterraba.
—Mamá…duele—Trate de aflojarme de su agarre.
—¡Callate!—Me soltó bruscamente hacia la puerta.
Me sujeté del marco para evitar mi caída.
—¡Mi hija no es ninguna bruja!—Margot comenzó a responderle, cada vez más enojada—¡Deja de decir tanta basura! Mi hija y tu hija no tienen nada que ver en esto…Emma es buena niña.
Emma estaba en silencio, con sus ojos llorosos, evitando la mirada acusadora de mi madre.
—Es asquerosa…¡Yo misma la vi!—Golpeó la mesa, totalmente fuera de sus cabales—Que Dios se apiade de ustedes…—Se percino, agarró su crucifijo—Tu hija quiere llevarse a Yanneth al infierno, a la enfermedad, Emma está enferma…—La voz de mi madre se notaba cansada, como si le faltara el aire o las palabras para maldecir a Emma o Margot.
—¡No estoy enferma!—Salto Emma, pasando enfrente de mi madre, con el ceño fruncido, arrugando la nariz y con una postura digna de una familia de pescadores, conocidos por pelear y ser rudos.
—Emma…—Instintivamente me acerqué a ella, con la intención de refugiarme bajo sus brazos.
Temía dejar de verla, tenía miedo de que mi madre me lo prohibiera, de mudarnos lejos, dejarme sola en este mundo, sin ella a mi lado.
—¡No!—Mi madre me rodeo con sus brazos, dejándome fuera de la casa—Yo sabía que había algo mal…la mirada lasciva de Emma hacia mi hija no es normal ¡Brujas!
—No te atrevas a decirle esas barbaridades a mi hija…—Margot a pesar de ser una señora gentil y linda, cuando se enojaba daba miedo, no decía cosas erráticas como mi madre, su mirada intimida, asustaba.
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HIPOFRENIA
Roman d'amourEl dolor causado por el amor es una de las más crueles condenas; arde en el pecho y ahoga el alma. Las manos entrelazadas de Yanneth y Emma son el único consuelo que les queda. Los pecados parecen incontables, pero una de ellas está dispuesta a romp...