Emma
—No aceptaría su mano aunque fuera lo último que haga—Dije imitando lo que hacía Yanneth.
Por un momento recordé lo que había pasado en el bosque, esa vez que mis labios se juntaron con sus manos, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo que no pude evitar.
Me quedé mirándola por un momento, unos leves segundos fueron suficientes para mantener mi corazón sereno.
—Emma...
—¿Si?—
—Si yo tuviera un anillo…¿Lo aceptarías?—Exclamó sin mirarme aún, de espaldas a mí.
Lograba percibir un color rojizo en sus orejas que pasaba desapercibido con su cabello.
—Si, lo aceptaría en esta y en todas mis vidas.
De pronto, escuche a la perfección el típico sonido de la puerta de mi casa, las bisagras y la madera chirriaban de manera irritante.
En ese momento sólo sentí la tentación de agarrar a Yanneth por el brazo y tirarla hacia mi para que mi madre no nos viera, en realidad mi pensamiento solo era un excusa para atraerla a mi y sentir con más detalle su cuerpo.
La tenía frente a mi, una de mis manos estaba sobre su cintura, sentía una gran satisfacción al notar como mi mano encajaba a la perfección. Estábamos demasiado cerca, pero esta vez sentí algo diferente, ella no quitaba su vista de mis labios y mi corazón estaba loco, mi respiración era la más fuerte tormenta y por si fuera poco el agarre de su cintura me hacía caer en el pozo de los más profundos pecados.—Yanneth—Murmure, aprete ligeramente su cintura, mis nervios se hacían notar.
—Silencio…nos pillara si sigues hablando—Exclamó ella, susurrando al igual que yo pero esta vez había puesto una mano sobre mi hombro izquierdo, rozando su pulgar con mi cuello—No hables mas, te lo pido...
Solo asenti.
Escuchaba su respiración agitada y sus mejillas eran del color más tierno de las fresas.
Si la fe aún existe en mi, que por favor que me de fuerzas para no besarla ahora mismo.
Mientras ambas nos miramos de manera intensa, logre percibir un movimiento por encima de la cabeza de Yanneth, me llamo la atencion asi que decidi mirar, dándome cuenta de la señora Elizabeth, una expresión de confusión consumió su rostro, pero en unos escasos segundo pude ver un rostro de desagrado, lo sentí como una patada en el estómago, su mirada estaba clavada en mi. Solté de inmediato la cintura de Yanneth y la agarre de los hombros, separandola. Estaba avergonzada, sentía la intención de arrodillarme y pedir perdón, agachar la cabeza para nunca más ver a la madre de Yanneth a los ojos, sabía la razón por la cual me miraba así, sabía que algo terrible iba a suceder.
ESTÁS LEYENDO
HIPOFRENIA
RomanceEl dolor causado por el amor es una de las más crueles condenas; arde en el pecho y ahoga el alma. Las manos entrelazadas de Yanneth y Emma son el único consuelo que les queda. Los pecados parecen incontables, pero una de ellas está dispuesta a romp...